Martes 16 de julio de 2002
 

Coppola, en el ojo del huracán

 

El diario de filmación de "Apocalipsis Now" que escribió Eleanor, la esposa de Coppola, descubre el proceso interior que vivió el director norteamericano durante el rodaje del filme y también los ajustes que debió hacer la familia para acompañarlo. Secretos de una película que hizo historia, y que durante el rodaje se adaptó a su entorno.

  La esposa de Francis Ford Coppola, Eleanor, escribió un diario sobre un documental que realizó acerca de la filmación de "Apocalipsis Now" en Filipinas y lo que pareció un apunte menor se convirtió en un minucioso registro de ese rodaje donde pasó de todo; un testimonio excepcional de la producción de la película y de cómo ésta afectó a todos los que de una u otra manera participaron en ella. El prólogo del diario incluye los aprestos a la filmación cuando todavía no están definidos los personajes principales y desfilan una serie de famosos que por distintas razones rechazan aceptar el papel de Willard o el de Kurtz. Steve McQueen, Al Pacino, James Caan, Robert Redford, por distintos motivos, le dicen que no a Coppola.
El viaje a Filipinas de la familia Coppola se realiza en marzo de 1976, allí vivirían los cinco meses previstos que duraría el rodaje del filme, una aventura situada en Vietnam. Pero la película se extendió hasta finales del 78, un tiempo que envolvió a todos los que estuvieron involucrados en "Apocalipsis Now".
Sobre un guión basado en la novela de Joseph Conrad "El corazón de las tinieblas", Coppola comenzó a reescribir la historia "de un tal capital Willard al que encargan una misión secreta: remontar un río de Vietnam, cruzar a Cambodia y asesinar al coronel Kurtz, un boina verde que parece haberse loco y dirige su propia versión de la guerra desde un viejo templo cambodiano".
"Cuando Willard llega finalmente a su destino, el periplo lo ha transformado en una persona distinta", subraya la autora de este diario, sintetizando un tiempo de crecimiento y sucesivas crisis que delinean la película y convulsionan su propia vida en una doble lectura que surge naturalmente en el diario.
A pesar que el tiempo de filmación se estira a tres años, la sensación de premura, de condensación, la necesidad de imágenes nítidas, la intensidad del día a día, se adueñan de esta historia que desborda la idea inicial de contar los avatares de un documental.
Hasta los mismos actores se ven involucrados en una historia que por su densidad, más que nunca, los afecta en sus vidas personales, lo que se refleja en un ataque al corazón que sufre el protagonista del filme, Martin Sheen. "Francis quería un actor que tuviera confianza en él (...) Confianza en que encontraría el momento en que el actor; la persona y el personaje se fundieran en uno mientras las cámaras filmaban", subraya Eleanor.
No sólo las historias personales compiten con la película. El escenario de las Filipinas constituye en sí una historia demasiado atractiva e indiferente para que sus huéspedes ocasionales la dejen de lado. Los helicópteros de la filmación, cedidos por el gobierno filipino, alternan las tomas con episodios de lucha reales contra la guerrilla que se desenvuelve en ese país.
Fenómenos de la naturaleza, como un tifón que arrastró con todos los escenarios, o flores inimaginables que cuestan centavos en el mercado local, mientras que "las plantas de plástico están muy de moda y, además, son caras", resultan decorados más exóticos e imprevisibles que cualquiera de los que presenta San Francisco, ciudad donde se encuentra la casa de los Coppola.
El proceso de adaptación a la escuela de la pequeña Sofía Coppola, cuenta Eleanor, "fue lo opuesto a la concepción norteamericana" en la que el niño se adapta lentamente al nuevo entorno. La maestra parecía darse cuenta de que todos los niños querrían mirar a Sofía y por tanto se limitó a ponerla delante para que pudieran hacerlo, solucionando así el tema".
Las referencias al filme son constantes y describen la complejidad del proceso creador donde nada, como en la vida, encaja de antemano. Aparece un director convencido de haber finalizado el guión antes de comenzar a filmar pero que se da cuenta de que "sus improvisaciones y retoques han dado como resultado las mejores escenas de lo filmado hasta el momento".
Y agrega: "Se suponía que Marlon (Brando) tenía que estar delgado y musculoso para interpretar el papel del oficial boina verde, pero cuando apareció con su irremediable sobrepeso, él tuvo que reanudar a sus ideas preconcebidas sobre el personaje y buscar una solución que llevara la película mucho más en la dirección del mito, lo cual resultó mejor que su concepto original".
En un párrafo, Eleanor apunta el meollo de la cuestión: "La película que está filmando es una metáfora del viaje hacia el yo. El (por Francis) ha emprendido este viaje y todavía no ha regresado. Es aterrador contemplar a una persona que uno ama yendo hacia el interior de su persona y enfrentándose a sus miedos; el miedo al fracaso, el miedo a la muerte, el miedo a volverse loco". A partir de esa certidumbre, los apuntes tomados para un documental -que persiste en diluirse- adquieren un perfil definido y capturan esa intensidad que sólo se consigue cuando uno aprieta el acelerador a fondo. (Télam).

Mora Cordeu

   
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