Domingo 16 de junio de 2002

 

 

A la espera de ese abrazo que le hará olvidar su realidad tras las rejas

 

 

  Para quienes están privados de la libertad y tienen hijos, el Día del Padre se plantea con una mezcla de sentimientos encontrados. Saben que a pesar de poder compartir un grato momento están impedidos de realizar varias actividades que parecen muy simples para el resto, como ir a una plaza, a una hamaca o caminar por algún parque, y que son vitales. Para ellos es un anhelo, y por más que sea un sueño muy preciado, las rejas los devuelven de un cachetazo a la realidad.
Juan (24) tiene una hija de 13 meses y hace un año que está preso, en Roca. Cada vez que habla de ella se emociona hasta las lágrimas. Pero en sus ojos vidriosos también se nota el sabor amargo de no poder disfrutarla a pleno. Será juzgado por un homicidio seguramente antes de fin de año. Sabe que como mínimo estará ocho años detenidos, aunque la pena puede llegar a los 25. "Soy consciente que me pierdo toda una etapa en su vida. Pero esta es mi realidad". La situación se agrava porque la madre de la chiquita también esta detenida.
"Siempre fuí loco por las nenas. Su nacimiento fue muy especial, pero contraproducente porque cuando llegó lo que más anhelaba, quedé preso. No la pude ver nacer, ni estar en sus primeros días con ella. Son momentos difíciles y la impotencia es grande", aseguró.
La ilusión de tener una familia se esfumó, al menos por varios años. Verla crecer en "cuenta gotas" asegura que es muy bravo. Son diez o en el mejor de los casos doce horas semanales, las que puede compartir con ella. Aunque en muchos casos, llega dormida o las horas son mucho menos. Juan tendrá su primer Día del Padre asumiendo su privación de la libertad. "El año pasado fuí detenido en esta época y se había juntado todo. Se que me va a venir a ver, pero trato de minimizarlo para que el dolor no sea tan grande cuando se va. Si te hacés la cabeza de que es el Día del Padre, te lastimás solo".
-¿Entonces no lo esperás con ansiedad?
-"Es difícil pero trato de que sea un día más. Es para no pensar todo lo que podrías hacer. Claro que me gustaría mucho llevarla a una calesita... Siempre quise tener una familia, y nunca pensé que iba a ser así. Nunca había estado detenido, y me llegaron las dos cosas de golpe. Tratás de pasar todo a un plano un poco más de insensible, por llamarlo de alguna manera. Sino después te quedás vacío", dice. A pesar de su esfuerzo, espera con ansias la llegada de su hija. Sabe que con sus cortos pasitos correrá a abrazarlo, contagiándolo del calor que sólo los hijos saben dar. Y en ese abrazo tal vez pueda olvidar por unos momentos su realidad tras las rejas. (AR)
   
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