Domingo 30 de junio de 2002
 

Soñando con el futuro en la región del fuego

 

Cutral Co y Plaza Huincul son hijas de un pasado épico. No pocos lo han olvidado en estos años de crisis y frustración. Una iniciativa de la Cámara de Comercio local pretende recuperar parte de esa historia apasionante. "Río Negro" conversó con viejos pobladores, comerciantes, empresarios y con integrantes de una nueva generación de profesionales que, a pesar del duro momento, luchan por una vida mejor. Esa que soñaron los fundadores.

  Hasta que un familiar no le armó una sencilla repisa de madera, Polidoro Hernández tuvo sus diplomas y piezas de reconocimientos, dispersos por toda la casa: en la cocina, dentro de los cajones de su velador, entre las hojas de un viejo álbum de fotografías. Ahora los podemos ver, ordenaditos, justo a la entrada de su casa. "Ahí están, cosas que me han dado en estos años", dice Polidoro, como si le hubieran caído del cielo y no fueran el producto de décadas de esfuerzos.
El y su mujer, María Esther, figuran entre los primeros comerciantes de Cutral Co y Plaza Huincul. Son 89 años de historia en el cuerpo. Cuando se le piden recuerdos de la vida cotidiana de entonces, levanta la vista y deja de mirar a su interlocutor. No le cuesta demasiado remontar el caudaloso río de la edad. Puede describir con precisión hechos que transcurrieron medio siglo atrás o más: estilos de vida, conductas personales y sociales basadas en la solidaridad, vestimentas, actividades laborales, costumbres culinarias y un gran etcétera ideal para armar el capítulo de una, aún inexistente, "Enciclopedia patagónica".
Después de conversar un rato con él queda la sensación de que en el camino, entre la colonización y la modernidad, hemos perdido algo esencial. Específicamente aquí en la Patagonia, no hablemos ya del planeta tierra. Es un intangible difícil de explicar aunque podríamos denominarlo espíritu, obviando las connotaciones religiosas del término. De algún modo todos sabemos qué pasó con esa vocación de fundar un Nuevo Mundo pero no estamos seguros de entenderlo.
"Si no hay sacrificio no hay gloria", sentencia Polidoro. El y su mujer -69 años de casados, "ya no me quedan platos para tirarle", dice ella- fueron parte de una época forjada desde la épica. Cuando aquí no había nada, sólo sueños.
"Con el viento era imposible comer, entraba tierra por todos lados. Hay gente que no lo cree pero era así", cuenta ella.
El profesor Alesio Miguel Saade, dice algo similar en su libro "Tiempos de viento, arena y sed":
En cierta oportunidad, visitaba la escuela el Inspector General de Territorios nacionales, señor Florián Oliver. Corría viento. Levantaba arena.
Mientras el Inspector Oliver conversaba con el director Vendramini y algunos maestros, se pasaba insistentemente la mano por su amplia frente calva. La arena se filtraba suavemente del techo sin cielo raso. Al fin, el señor Oliver, exclamó:
-¿Siempre se filtra así la arena?
-¡Siempre! Se le respondió.
Alguien le explicó detenidamente:
"Señor, a la escuela se llega caminando. El viento es despiadado con su molesta carga de arena- Despeina, hiere la vista... debemos proteger nuestras cabezas con boinas, nuestra vista con antiparras y aferrar los útiles con nuestras manos".
No podían ser más proféticas las palabras de Saade, que advierte en su libro: "La edad enseña el culto del recuerdo. Quien olvida no vivió nada digno de recordarse." Y luego, refiriéndose a su propósito como autor: "No pretendo escribirla (la historia). No es mi oficio. Quiero sólo evitar el olvido".
Esa palabra atraviesa nuestra mente, mientras Polidoro hurga en el pasado desde el fondo de su cocina. Establecer un puente entre quienes poblaron la Patagonia y los hijos del nuevo milenio es el tema de fondo.
No faltan fuentes testimoniales pero no es tradición de esta cultura, la del sur del mundo, hacer acopio de materiales, grabar, copiar, guardar archivos, preservar.
Pensemos en este dato: hasta hace unos años vivían muchos de los pobladores que participaron de momentos claves en la historia patagónica. Desde los últimos representantes de comunidades indígenas hoy desaparecidas -onas y yaganes en Tierra del Fuego- pasando por los viejos habitantes que trabajaron en las estancias administradas por los ingleses, hasta los protagonistas de gestas increíbles. Voces que deberían haber sido registradas de algún modo y no lo fueron.
El Centro de Comerciantes e Industriales de Cutral Co y Plaza Huincul quiere remediar en parte esta carencia. Dentro de unas semanas inaugurará un auditorio al lado de donde funcionan sus oficinas y para el acontecimiento, en medio de la peor crisis de la historia nacional, editará una revista en la que se recopilan las fotografías de comerciantes pioneros de la zona.
Detrás de ellos, entre esas sonrisas captadas en cenas, desfiles, ceremonias y reuniones sociales, también se dejan ver imágenes de los edificios, carteles de comercio y ropas. Pequeños detalles que rodeaban la existencia de personas que anhelaron un mundo mejor para sus hijos y nietos.
"No está todo perdido" -sentencia Ceferino Chandía, presidente de la cámara- "esta es una lucha muy desigual en el marco de una situación tan delicada pero de igual modo queremos hacer cosas. Tenemos proyectos y estamos dispuestos a intentar cosas", dice.
Según Chandía, este contexto abre una oportunidad para otras formas de pensamiento. Sobre todo en una comunidad que por décadas estuvo regida por la presencia cultural y económica de YPF. "Primero fue YPF y luego el Estado. Nosotros no contamos con los recursos necesarios para realizar una gran cantidad de las cosas que queremos, por eso digo que es una lucha desigual, tal vez haya que inventar nuevos caminos", explica Chandía.
A sus cuarenta y tantos, Chandía ha visto mucho mundo. Su profesión de soldador especializado lo llevó a conocer lugares como Perú o Arabia Saudita. Ahora mismo tiene una oferta para trabajar cerca de Lima.
Después de tanto rumbear decidió volver a su tierra. "Este es mi lugar, realmente quiero hacer cosas acá. Es un sueño. Tengo el tiempo, la edad, las ganas, no quiero perder esta pelea", cuenta una noche en el pórtico de su casa.
Las fotografías, auténticas reliquias en blanco y negro, impresas en un papel brillante y duro, que los propios hijos y nietos de los comerciantes prestaron al Centro, revelan una energía que no está escrita en ningún sitio. La que impulsó a los primeros a inaugurar una larga lista de colonizadores.
"La llamada cultura "ypefiana" fue determinante para esta sociedad. Muy pocos pueden decir que no estuvieron directa o indirectamente vinculados con ella. En el proceso de recopilación de imágenes esto se me volvió cada vez más evidente. Ahora trato de dimensionar lo que significó para estas comunidades perder esa suerte de protectorado. Cómo influyó en su forma de pensar y actuar", dice Orlando Coronel, periodista de extensa trayectoria y que se ha vinculado a este proyecto de la Cámara.
Orlando se apoyó en Mirta Solari, integrante del Museo Carmen Funes de Plaza Huincul, para realizar el trabajo de recuperación y ordenamiento de las imágenes. "Museo histórico no solamente paleontológico", aclara ella. Es que los dinosaurios han ganado tanto terreno en los medios masivos que hicieron prácticamente olvidar los otros atractivos de este pequeño pero bello museo patagónico.
"Nadie necesita lo que no existe", asegura Orlando. Y su frase hace referencia a una historia poco dicha.
Solari sabe de las joyas que yacen en el fondo de la desmemoria. "Hace 18 años varios de los fundadores de la zona gozaban de buena salud", cuenta Mirta con auténtica nostalgia en la mirada. Dentro de pocos meses se jubilará del Museo que, además de dinosaurios, conserva documentos históricos, muebles de época, instrumentos musicales, y otros objetos que completan una interesantísima colección. "Este es el escritorio del ingeniero Cánepa", dice indicando un mueble de madera, con tapizado de cuero en color verde que perteneció a Enrique Cánepa a quien el gobierno nacional le encomendó la primera perforación petrolífera de la zona.
Por allí anda colgado un viejo contrabajo de una banda local, más allá viejas fotografías, libros salvados del polvo y variados testimonios de una época tan o más apasionante que el guión de una buena película del oeste americano. El espacio es francamente limitado en el museo. Como suele ocurrir en el sur, sobra el alma pero no el dinero.
Mirta ha recuperado invalorables documentos que pertenecieron a los adelantados que forjaron estas comunidades y es autora de un libro, aún inédito, acerca de la "fortinera" Carmen Funes que ya tiene incontables correcciones (es el precio de no publicar, decía Juan Rulfo).
"A veces me pregunto ¿a quién le importa todo esto que estoy escribiendo? o ¿a quién le va a importar? Cuando en una cena o en un encuentro con amigos cuento estas historias maravillosas y se prenden y me preguntan, siento que vale la pena", dice.
La crisis explica algunas de las cosas que han pasado en Cutral Co y Plaza Huincul pero no todas. Estamos seguros de que uno que otro joven se sorprendería de las odiseas por las que pasaron sus abuelos para hacer de este desierto un lugar habitable.
Hace un par de años, cuando los piqueteros aún cortaban las rutas, unos amigos nos invitaron a bailar. Veníamos de hacer una entrevista a los chicos de una población que se autoproclamaban piqueteros de la primera hora.
Ya en la discoteque, que estaba a la entrada de Cutral Co, nos sorprendió descubrirlos bailar con frenesí dentro de unas jaulas de metal ubicadas en el segundo piso del lugar. "¿Son?", preguntó el fotógrafo. "Son", le respondimos.
Eran los mismos críos que levantaban la bandera de los derechos ciudadanos un rato antes. No llegarían a los quince años. Mientras bailaban, plenos de hormonas e inocencia, su ciudad se venía abajo. Y no eran ellos los responsables de la frustración social. Ni quienes debían entender y explicar al resto del país, sin recuerdos ni pasado, los motivos del hastío.
"Es admirable el compromiso de los primeros pobladores. Cuando, por ejemplo, fundan un club deportivo tienen unos objetivos que parecen de ciencia ficción,", explica Mirta.
La investigadora se refiere a este texto de marzo de 1941 a propósito de la fundación del Centro Cultural Deportivo Cutral Co: "El asombroso progreso material de este pueblo joven y vigoroso que nació a impulsos de la necesidad y se desarrolló por el esfuerzo de sus hijos, ha hecho imprescindible la estructuración de su vida cultural, en su triple aspecto: moral, intelectual y físico. Ese fue y es el anhelo popular y entendiéndolo así, la juventud, en una asamblea general realizada en la Escuela N 119, el día 8 del corriente, resolvió crear el "Centro Cultural Deportivo Cutral Co" (...) Son propósitos de este Centro: crear una biblioteca pública, organizar ciclos de conferencias, orientar y fomentar la práctica del deporte, en todas sus manifestaciones, promover reuniones, y si las circunstancias lo permiten crear la Universidad Popular".
"¡Una biblioteca! ¡La Universidad Popular! Estos tipos eran impresionantes!", exclama Mirta.
"Nací en esta misma clínica hace 27 años", cuenta Ricardo Corradi, director de la Clínica de Cutral Co. Corradi tiene el rostro serio. No parece de 27. Hace un par de años volvió de Córdoba donde se recibió de bioquímico y se puso al frente de ese departamento de la institución.
Finalmente los socios le dieron el control del lugar ante la evidencia de los resultados que consiguió en su sector en pocos meses. La clínica tiene los sueldos al día y ha concretado diversas reformas estructurales en un marco que asfixia a otras empresas.
"Siempre tuve la meta de llegar a más, de hacer más cosas. Quiero a Cutral Co, quiero dar hasta lo último la batalla. Irme debería ser el producto de una decepción muy grande y por ahora hemos conseguido cosas que me hacen sentir bien", dice Corradi.
Antes de que él dólar se disparara se invirtieron alrededor de 100.000 pesos en reformas del edificio. Hoy Corradi sueña con la remodelación de 12 consultorios. "Creo que hay muchos que no quieren hacer nada, tal vez les convenga este estado de cosas. Se habla pero no se hace", asegura.
En Corradi se nota vivo el espíritu de aventura. El hombre inspira acción. "No sólo hay que pedir un cambio, hay que quererlo", explica quien tarde o temprano seguramente hará carrera política.
Hace unos días conversábamos por Internet con el encargado de prensa del País Vasco, quien nos decía: "Nosotros estamos trillados, creo que allá hay muchas oportunidades para emprender cosas".
El ingenio latinoamericano no es casual, sino un subproducto del magro acceso al dinero, combustible de la economía.
En su libro "Final de novela en la Patagonia", el novelista Mempo Giardinelli, escribió que si tuviera 20 años menos se radicaría en el sur.
Quienes viven en áreas turísticas de interés internacional probablemente tengan un panorama más claro sobre las oportunidades que ofrecen los márgenes geográficos, lejos de las metrópolis contaminadas del Primer Mundo.
Alrededor de un millón de turistas por temporada veraniega en la Patagonia pueden ser una justificación más que razonable para soñar con el crecimiento de la industria del relax. Pero en las otras comunidades, que no forman parte de este circuito, queda el deber de repensar todo a partir de distintas fuentes productivas.
"Aquí hay muchas posibilidades, hay campo de acción. Además de que la calidad de vida que hay aquí es incomparable con las ciudades grandes", explica Darío Belisle, de 27 años, licenciado en administración de empresas.
Darío viste riguroso saco y corbata, luce pulcro y cuidado. Estudió en la Universidad de Buenos Aires y regresó a Cutral Co hace un año y medio, donde dirige una consultora de empresas. "Existe un potencial por explotar. Hay, además, todo un tema en la relación con el Estado. Esta no tiene por qué ser partidaria o política. Si el manejo es serio, se debería poder trabajar con el Estado pero manteniendo la independencia de criterio, a eso aspiro", dice Belisle.
Por ahora Belisle trabaja con varias empresas locales y su proyecto es continuar desarrollándose hacia zonas poco explotadas de la Patagonia. "Tengo un plan a tres años, por ahora voy bien", cuenta.
En Cutral Co y Huincul hay voluntades e iniciativas que permanecen separadas por distancias generacionales. Sin embargo, esto no necesariamente tiene que ser considerado una barrera.
"Siempre que llovió paró. Es un dicho pero tiene razón. Por eso no hay que olvidar el pasado. Mantener los valores que nos ayudaron a crecer", dice César Franzoni, presidente de la Cooperativa Crediquén.
"En momentos críticos como éste, es bueno volver a la raíz, no olvidarse de las iniciativas que tuvieron otros", señala Franzoni que a sus cuarenta y tantos años comparte la dirección de la cooperativa con otros miembros mayores y menores que él.
"Tal vez haga falta que nos juntemos, para intercambiar puntos de vista, la generación joven que está haciendo cosas con quienes tienen más experiencia", reflexiona Corradi.
Los desocupados que hoy dirigen el tránsito o hacen tareas comunales, las razias urbanas de la policía pidiendo antecedentes de los que pasan con la mirada ausente por la vereda, jóvenes en su mayoría, porque no encuentran dónde ocupar su vida, la queja mascullada de una sociedad que se siente la pieza perdida de un enorme rompecabezas nacional constituyen, desde un triste lugar, otra faceta de la realidad de Cutral Co y Plaza Huincul.
"¿Qué hace un pueblo por el que solamente se pasa y ya nadie se detiene?... Corta la ruta", dijo en su reportaje, en medio de los piquetes, el corresponsal de la CNN.
"No podría explicarte por qué volví, probablemente porque sueño con cosas nuevas, lejos del ruido, de la locura de las ciudades, acá, en el sur del mundo. Yo conozco mis propias capacidades y con eso doy la pelea. Es una vocación auténtica, libre de otras vanidades que se dan en las sociedades grandes", dice la diseñadora Marilú Max, con quien es imposible -y gracias al cielo que ocurra en estos tiempos- conversar apasionadamente menos de una hora. Después de vivir en Buenos Aires y La Plata, Marilú volvió a Plaza Huincul con sus veintitantos a "hacer el sur". Tal como una vez otros llegaron en una cáscara de nuez a hacer la América. Desde allí desarrolla su actividad en toda la región.
Una línea invisible pero real que abarca varias generaciones se levanta sobre el horizonte de Cutral Co y Plaza Huincul.
Para una nación asfixiada por el dólar que se escapa de la pantalla del televisor, entre las corridas ministeriales por convencer de la seriedad vernácula al FMI y los rumores políticos, imaginar un mañana distinto requiere algo más que una cuota de creatividad. Pero esas voces soñadoras y aguerridas son un principio.

foto 1: Polidoro Hernández, dueño de una prodigiosa memoria, y su mujer María Esther.

foto 2: Marilú Max, una destacada diseñadora que después de foguearse en la metrópolis ha generado su espacio en el sur.

foto 3:Corradi, un joven emprendedor en la gerencia una clínica local.

Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar

   
    ® Copyright Río Negro Online - All rights reserved    
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación