Jueves 20 de junio de 2002
 

El desafío de los desterrados

 

Por Anton Verwey

  Desde que existe el hombre, la migración forzada, el exilio y el asilo son una constante. El destierro aparece ya en el mito griego como uno de los castigos más feroces y casi todas las civilizaciones han experimentado movimientos masivos de población generados por catástrofes naturales o humanas. Hoy, el fenómeno involucra a millones de personas en dos sentidos fundamentales: aquellos que emigran de sus países buscando la seguridad económica y los que buscan asilo perseguidos por causas de índole racial, religiosa, social, política o de pertenencia a un grupo social determinado.
Desde mediados de los setenta, la cantidad de refugiados, desplazados internos, solicitantes de asilo y repatriados se multiplicó por diez en todo el mundo. Hoy son más de 20 millones, que están bajo el mandato de ACNUR (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados). Los desplazamientos forzados de personas -masivos o individuales, dentro de un mismo país o cruzando una frontera internacional- están constituidos en un 75% por mujeres y niños. Esto es uno de los indicadores más fidedignos de la salud política y moral del mundo. Los refugiados provienen en su mayoría de países con un nivel de desarrollo bajo o nulo y cuyas instituciones políticas se hallan desintegradas. Huyen de la guerra, de la falta de seguridades personales mínimas, de la muerte.
Los desplazamientos forzosos de personas revelan también el drástico cambio experimentado en la naturaleza de las guerras. Los conflictos armados entre estados que se desarrollaban mediante el enfrentamiento de los respectivos ejércitos, dejaron paso a los conflictos éticos, intra-estatales, en los cuales más del 75% de los muertos son civiles. En las guerras desatadas en las dos últimas décadas, las partes beligerantes tienen como objetivo primordial y a veces único, el exterminio de civiles desarmados y la expulsión masiva de personas hacia países vecinos por medio del terror y la limpieza étnica.
Frente a este drama, cada país, cada comunidad, cada ciudadano se expresa de distinta manera. Es mi convicción que esta expresión, cuando es solidaria, es una muestra de humanidad, de comprensión de la situación de aquel que sufre y de notables avances en la defensa de los derechos humanos.
Nuestra región ha ofrecido numerosas muestras de que, aun con las carencias que atraviesa, comprende la dimensión humanitaria del fenómeno. Brinda protección a personas que huyen de las consecuencias de una objetiva violación flagrante de los derechos humanos básicos. En el 2001, ACNUR declaró a aproximadamente 600.000 personas de su interés en América Latina y el Caribe, incluyendo a los desplazados colombianos, que constituyen la población más expuesta a los desgarros del desplazamiento forzoso. Es un número de personas relativamente pequeño si se compara con el que reciben las demás regiones, más cercanas a los mayores conflictos. (En este mismo período, Asia albergaba a más de 8 millones de solicitantes de asilo, refugiados, desplazados y repatriados; Africa a más de 6 millones y Europa a más de 5 millones).
Sin embargo, todos los países del Mercosur han ratificado la Convención de la ONU sobre los Refugiados. Se encuentran actualmente en distintas etapas de consolidación de sus compromisos internacionales mediante la introducción de leyes internas en cuanto a la protección de los refugiados, y a su integración en la sociedad. Algunos de ellos han demostrado un compromiso adicional, mediante el desarrollo de novedosos programas de reasentamiento, que permiten la llegada de refugiados que tienen graves problemas de integración o de seguridad en el país de asilo al cual llegaron huyendo por primera vez. Desde 1999, tanto Chile como Brasil se han sumado al pequeño grupo de países de reasentamiento, convirtiéndose así en líderes regionales en la materia. Han recibido bajo este programa familias de la ex Yugoslavia y de Afganistán. El último grupo de familias afganas refugiadas llegó a Porto Alegre a fines de abril de este año.
Los movimientos masivos de población y en particular los refugiados, continuarán siendo un hecho mientras existan el hambre, la guerra y la inestabilidad política. Mientras tanto, la población de cada nación del mundo decidirá si le ofrece o no una red de contención a aquellos que tienen que huir dejando atrás su nacionalidad, sus pertenencias y su familia.


(*) Representante Regional de ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados) para el Sur de América Latina.
     
     
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