Domingo 2 de junio de 2002
 

Aquí y ahora

 

Por Héctor Mauriño

  Sobisch parece en su apogeo. Mientras el país languidece, el gobernador desarrolla una actividad febril. Lo suyo es una campaña sin final. Las elecciones podrían producirse en cualquier momento y por eso mismo ha decidido que la campaña debe ser permanente.
De momento, el líder del MPN no tiene nada delante que pueda ser un obstáculo para su proyecto de permanecer en el poder indefinidamente. La oposición está golpeada y dispersa, y el gremialismo, aunque no ha dejado de serle hostil, no parece constituir en esta hora un gran dolor de cabeza.
El de Sobisch no es el caso de tantos otros gobernantes -la mayoría, en fin- que sin recursos y sin nada concreto para exhibir, comen a diario el pan de la impotencia. Sobisch tiene con qué. Gobierna una provincia cuyo principal producto, el petróleo, está ligado al mercado internacional, produce divisas y por lo tanto no ha experimentado el empobrecimiento sin fin de la incesante devaluación. En Neuquén parece ocurrir lo contrario: un aumento de ingresos por regalías que la creciente devaluación no alcanza a empañar.
Además, el gobernador no anda con escrúpulos cuando se trata de gastar lo que haga falta para insuflar su proyecto de poder. Nada de fórmulas rebuscadas sobre el desarrollo sustentable, equilibrios fiscales que sólo espantan a la clientela y pálidas respecto de un futuro que se adivina incierto, la cosa es aquí y ahora. Esa determinación se traduce en una suerte de guiño al conjunto de los actores sociales, que podrán cuestionar en su fuero íntimo el desmodelo de renta y gasto, pero valoran mantenerse en pie en un país que se desliza al abismo.
A diferencia de lo que ocurre en el resto de las provincias, el gobierno neuquino paga los sueldos; la salud y la educación, aunque golpeadas, siguen funcionando y, a pesar de la gran retracción, el comercio aún respira.
El índice de confianza en la economía del país, que según la encuesta de la Fundación Mercado llegó el mes pasado a su piso histórico, también ha caído en Neuquén, como no podía ser de otra forma, pero como no podía ser de otra forma en una provincia dueña de una fuerte renta, el pesimismo no es tan marcado como en el resto del país.
En este contexto, Sobisch se ha apresurado a lanzar un plan de obras públicas que, aunque modesto, fue bien recibido por empresarios y sindicalistas porque, está de más decirlo, contrasta con el panorama desolador que se observa alrededor.
Sobisch también anunció un aporte millonario para apuntalar a los productores que tratan de exportar. Y como no se permite estar quieto, saldrá a buscar inversores en áreas como turismo, forestación y proyectos frutihortícolas. El principal estímulo con que cuenta es el desplome de la moneda nacional. Todo esto que hace el gobernador es bastante más que nada. Y alrededor, huelga decirlo, no hay nada.
Sin embargo, esta sucesión de pases mágicos adolece del cortoplacismo propio de la campaña permanente en que está embarcado el gobernador. No aparece por ningún lado la preocupación por el futuro y sí en cambio la férrea decisión de no ceder un ápice de poder.
Así, no son pocos los que piensan que este nuevo excedente en materia de regalías debería ser aprovechado como reserva de proyectos estratégicos -como por otra parte manda la Constitución- y no para gastos corrientes como ya ocurrió con aquella otra gran oportunidad que fueron las "joyas de la abuela".
Pero por desgracia, esa eventualidad no forma parte de los desvelos oficiales. Por el contrario, de lo que se trata es de consolidar el propio proyecto de poder. Un objetivo que roza cada vez más las características de un proyecto autoritario. Esta semana el gobierno ha vuelto a dar muestras de esa impronta con la maniobra reglamentaria que convalidó la designación de Angel Molia como vocal del Tribunal de Cuentas, un hombre del riñón del oficialismo cuyo desempeño se encuentra observado precisamente por ese cuerpo.
A contrapelo de lo que ocurre en el mundo y en la Argentina, donde es doctrina que los organismos de control estén en manos de la oposición, el sobischismo intenta lo contrario: conjurar cualquier posibilidad de ser controlado.
La pulseada que impuso a Molia, posibilitada además por la significativa ausencia de dos diputados justicialistas, podría ser sólo el aperitivo. Sobisch parece dispuesto a ir por más. Está latente el intento de avanzar sobre el Poder Judicial, a través del nombramiento de tres vocales del Tribunal Superior de Justicia de pelaje afín al oficialismo. Esto se hace desde una actitud que no conoce el pudor y desde una concepción que tiene como único altar el poder.
Lamentablemente se hace, también, porque algunos lo toleran.

Héctor Mauriño
vasco@rionegro.com.ar

     
     
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