Viernes 31 de mayo de 2002
 

Trágica defunción

 

Por Susana Mazza Ramos

"El acto de salud más grande es darnos cuenta de quiénes somos y no engañarnos". (Carlos Fuentes)

  Tal vez para muchísimos ciudadanos -especialmente los que luchan desgarradoramente por sobrevivir otras veinticuatro horas- haya pasado inadvertida la muerte de la acción de amparo, acción que desde hace largo tiempo se encontraba en agonía, pero que durante los pasados días agravó su estado desesperante, culminando con el desenlace previsto.
El amparo no fue atacado por ninguna enfermedad, no fue el huésped sorpresivo de virus alguno, ni víctima de un accidente fatal, sino el blanco elegido premeditadamente por quienes decidieron su muerte en aras de llevar al pueblo argentino a la más aguda indefensión y, lo que es más trágico aún, a la acelerada extinción del Estado de derecho.
La acción de amparo, nacida a la vida constitucional con la reforma de 1994 pero con vida jurídica anterior -gracias sobre todo a la labor concienzuda y valiente de excelentes juristas y magistrados- recibió su certificado de defunción con la indigna sanción de la llamada mediáticamente ley "antigoteo", votada por el ¿Honorable? Congreso de la Nación el 24 de abril pasado.
El artículo 43 de la Constitución Nacional establece en su primera parte: "Toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo, siempre que no exista otro medio judicial más idóneo, contra todo acto u omisión de autoridades públicas o de particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías reconocidos por esta Constitución, un tratado o una ley. En el caso, el juez podrá declarar la inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u omisión lesiva".
La letra de la norma no admite vericuetos o chicanas, aunque el Poder Ejecutivo Nacional, la mayoría de los legisladores nacionales y la Corte Suprema de Justicia de la Nación hayan alegremente (quizá sería más apropiado decir siniestramente) hecho caso omiso de la manda constitucional.
En buen romance, cada ciudadano argentino ha perdido la protección rápida y efectiva que la Constitución le otorgó contra el despojo, la arbitrariedad, la ilegalidad, en fin contra todas las argucias legales de las autoridades, las entidades bancarias, los particulares, que arrasen con sus derechos, como en el caso que perturba a millares de argentinos, el famoso "corralito" o como con el desvergonzado descuento del 13% a los haberes de empleados estatales y jubilados, en virtud de la denominada ley de "déficit cero", ejemplos ambos del desigual trato ante la ley que reciben los ciudadanos comunes.
La acción de amparo fue concebida para la protección rápida y eficaz, como primer y no último auxilio ante la arbitrariedad del Estado o de particulares, para asegurarle a cada uno de los habitantes de este país que sus derechos y garantías no pueden ser violentados impunemente. Las medidas cautelares que conlleva usualmente la petición del ciudadano amparista forman una malla de protección urgente para que la decisión judicial final no se transforme en una solución jurídica tardía y vacía de contenido, porque el atropello a ese derecho o garantía ya se consumó y el perjuicio ocasionado es irreparable.
Por ello mismo, la ley "antigoteo" y todas las medidas que el Poder Ejecutivo y los legisladores tomen para demorar, detener, entorpecer y/o abiertamente violar el procedimiento o la ejecución de las decisiones judiciales en casos de amparo, merecen ser calificadas como verdaderas tropelías.
Solamente en un Estado "sin derecho" puede concebirse que existan leyes violatorias de la Constitución, pergeñadas, aceptadas y sancionadas por las autoridades que deben dirigir los destinos de la República y que lamentablemente -por lo menos en cuanto al Poder Legislativo se refiere- fueron elegidas por el pueblo destinatario de tales groseras normas.
Es probable que asistamos a mayores y más graves violaciones de la Constitución Nacional y de otras normas que protejan a los habitantes de esta sufrida nación. Pero es seguro también que seguiremos resistiendo.
     
     
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