Lunes 20 de mayo de 2002
 

Por una Patagonia integrada

 

Por Ricardo Villar (*)

  Quienes le adjudican al actual gobernador del Neuquén la propiedad de la idea de una Patagonia integrada o la institucionalización de la región patagónica, desconocen valiosos antecedentes históricos. Ese desconocimiento puede ser producto de dos situaciones: o hay una verdadera falta de información sobre lo que ha pasado en décadas anteriores con respecto a este gran tema, o se quiere desconocer deliberadamente aquellos hechos para darle aureola de pensador, estratega, gran estadista, progresismo, etc. al señor Sobisch.
El borbollón de acontecimientos que atropellan a las generaciones contemporáneas torna frágil o de corto alcance la memoria colectiva.
Desde hace varias décadas, hombres importantes de la política de las provincias sureñas vienen discutiendo y haciendo camino para lograr la verdadera integración patagónica. La prédica ha tenido altibajos, pero siempre ha quedado la semilla esperando el tiempo fértil.
Entre los impulsores de esta idea recuerdo al roquense Enrique Gadano, a don Felipe Sapag, quien desde sus actuales 85 años tiene recuerdos muy frescos de sus gestiones al respecto y no cesa en predicar, y al director del diario "Río Negro", el doctor Julio Rajneri. Ellos, y otros muchos, de aquí y de más "abajo" (en el mapa) dedicaron a este proyecto buena parte de sus vidas profesional y política.
Es decir, que no estamos ante nada original, pese a que la afiebrada búsqueda de autoría para un rédito inmediato y mezquino (lo que puede hacer abortar la idea) insiste en poner los méritos en una casilla equivocada.
El mérito de Sobisch está en el reimpulso del tema, en un momento en que la crisis pareciera absorber todas las preocupaciones, acciones y recursos; está en desempolvar una idea que, de llevarse a la práctica, puede resultar un salto cualitativo de extraordinaria repercusión, en tiempos en donde todo se quiere arreglar con parches.
La historia -a la que siempre debemos recurrir como fuente de enseñanzas- nos indica que éste debe ser un proceso inteligente, prudente y sostenido; con fuertes raíces en la sociedad, para que sean los pueblos los que lo afirmen y proyecten.
Ya ocurrió en la década de los 60 y 70 que un proyecto integrador y promotor de actividades económicas y de bienestar social, como fue el que tuvo como núcleo a las obras de El Chocón-Cerros Colorados, terminó por asociar a un pedazo de la Patagonia con 14 partidos de la provincia de Buenos Aires, en lugar de repartir los beneficios de la "obra del siglo" por el resto de la geografía sureña.
Más cerca, al final de los 80 y principio de los 90, la constitución del Parlamento Patagónico fue un avance desde lo institucional y político, pese a que muchas de sus actividades no fueran más que simbólicas u orientativas. Pero este organismo supraprovincial, más el acta constitutiva de la región patagónica sobre la base de los nuevos preceptos constitucionales del "94, fueron creando un esquema institucional de significativa importancia que debe servir de base para lo que continúa.
Ahora bien, lo que habrá que discutirse con seriedad y profundidad son los verdaderos objetivos de este interesante proyecto. Si es solamente para concentrar actividades político-administrativas y así satisfacer la demanda de reducir el gasto de la política, vamos por un camino errado. La reducción de gastos de la política debe ser una consecuencia de este proceso integrador, no un objetivo prioritario o un fin en sí mismo. Y es equivocado y peligrosamente interesado centrar esa búsqueda solamente a través de la reducción de los cuerpos parlamentarios.
La integración regional debe tener alcances muchos más amplios y sostenibles, como la complementación de políticas de desarrollo y crecimiento, grandes objetivos demográficos, aprovechamiento racional e inteligente de los recursos naturales, avances en infraestructura de comunicaciones, fortalecimiento político de la región para avanzar sobre los desequilibrios generales del país, etc.
Planteados en el papel, estos objetivos parecen de fácil aprobación, pero llevarlos a la práctica implicará sortear algunas situaciones complicadas, empezando por la atenuación de los localismos y la eliminación de aspiraciones hegemónicas que plantean algunos líderes políticos provincianos.
Tampoco se debe caer en el "facilismo" de creer que la simple sumatoria de los recursos naturales de las provincias del sur traerá progreso y bienestar por sí sola. La crisis de la Argentina y de sus provincias en forma individual no es justamente por falta de riquezas reales y potenciales, sino -fundamentalmente- por ausencia de calidad en la dirigencia que sepa aprovechar y administrar con pulcritud esos recursos. Y en los mensajes que hoy se escuchan en favor de los procesos integradores, de esta materia no se habla. Y eso está muy mal.
Por eso es fundamental que este proceso sea tomado en forma de debate por los pueblos del sur, para que eche raíces, se fortalezca con acciones cotidianas y se aleje de las competencias que pueden plantearse a nivel de dirigentes, de sectores corporativos o de subregiones. Todo esto sin perder de vista que este propósito debe integrarse a un proyecto de país que en términos generales debe apuntar a superar una organización política y administrativa cuyas falencias las está mostrando con toda crudeza esta crisis que está azotando al pueblo argentino.


(*)Diputado provincial UCR/Alianza
     
     
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