Domingo 26 de mayo de 2002

 

La risa, remedio infalible

 

Alfredo Casero presentó "Casaerius" ante unas 500 personas que disfrutaron de un show desopilante en el Cine Español de Neuquén. Fueron dos horas en las que el absurdo reinó en el escenario y en las que el público participó y se rió sin parar. Un Casero auténtico que desplegó todas sus habilidades tanto como humorista como en la canción.

 
NEUQUEN.- "Sí, Raquel. Ésta es la última que te canto. Después salgo, ustedes hacen clap, clap, clap y vuelvo. Para que se den cuenta de que no soy un histérico". Había terminado el festejo popular de "Pizza conmigo", otro hallazgo de música y humor, y Alfredo Casero se había perdido de la vista detrás del telón. No hizo falta mucho reclamo para que volviera.
Dejó la empanada sobre un teclado, cantó dos bises y, ahí sí, se despidió. La noche fría con nevisca, el horrible afuera amenazante, quedaron por dos horas entre un piadoso paréntesis, al menos para los que antenoche pudieron cobijarse en el calorcito de un espectáculo desopilante.
¿Quién es Raquel? Nadie determinado. Un truco teatral más de un comediante formidable que bien puede encarnar un choique como una bailarina búlgara (sí, búlgara), editorializar como Tato Bores sobre "el espíritu jodido de los argentinos", burlarse con ternura de los actores malos –"se escudan en el gritaje"- y mantener viva la llama de la escena cómica nacional, porque tiene infinitos recursos para actuar, cantar, improvisar, crear, divertir.
Con el absurdo como mejor instrumento verbal, y gestual, -"yo tocaba la quena en el Circo de Moscú y allí había un elefante que sacaba agua de la Pelopincho" (imita con el brazo la trompa del elefante)-, Casero presentó el viernes en el cine Español lo que muchos creían solamente un disco con sus últimos temas, "Casaerius". Error: la música fue lo de menos. Pero no lo menos.
Cantó, con participación del público en varios temas, parte del repertorio del CD en promoción y algunos otros anteriores –"Himno a Vaporeso", "Caballo de telgopor", "Aquel maldito champán"- y en todos demostró que bien ganados tiene los premios Gardel que recibió por sus condiciones de compositor y cantante: voz poderosa y expresiva, exploraciones sonoras sorprendentes, variedad de géneros, originalidad, sensibilidad. (A propósito de los Gardel, dejó caer una queja. "Es como cuando vos tenés varios hijos, y de pronto te dan el diploma de padre. ¿Y estos qué son, primos?")
Pero es por sus improvisaciones teatrales que Casero resplandece. Ya conocido su talento dramático por los programas televisivos que le dieron fama –"Cha cha cha", "Vulnerables", "Culpables"- y por sus personajes en el cine –"Felicidades", "Todas las azafatas van al cielo"-, en la proximidad del escenario se verifica lo consabido.
Allí recorre todas las posibilidades del café concert, hasta bajar a la platea y recorrer las filas de butacas: habla con el público presente y aun con uno imaginario, entre el que está Raquel, claro, y subraya, no disimula, los inconvenientes que, por un iluminador de reflejos lentos, frustran creaciones espontáneas como las fotos de "Casero ganando el Gran Prix".
De la espontaneidad de sus ocurrencias da testimonio Nicolás Posse, tecladista y director musical, que se retorció de risa como el que más, sorprendido por la gracia a repetición.
Apenas veinticinco minutos más tarde de la hora prevista, unas pocas muestras de reclamo hicieron irrumpir a Casero, que empezó a bromear: "No hace falta que silben. Yo ya sé que tengo que venir acá. Es una cagada el público que silba. Es berreta". Y no paró.
Prometió "los voy a hacer cagar de risa y los voy a hacer cantar, para cambiar esta energía chota que reina en el Universo" y con el último bis, "Bailando en la Sociedad Rural", preguntó "cómo cerrar un final con tutti". La respuesta: "Pararse y bailar como un boludo". Y así cerró.
En "Bailando..." tuvo los coros de chicas del público que, afinadas y divertidas, aceptaron la invitación de acompañarlo. Y en la inevitable "Shimauta" –la canción japonesa difundida hasta la saturación, ahora que empieza el Mundial- llamó a chicos que, en bandada, corrieron para cantar, filmar y dejarse filmar para un video que llevará Japón.
Hubo momentos insuperables: "Pizza conmigo", cumbia con letra cómica hasta el delirio; la versión más o menos respetuosa, salvo los gestos, que la desdramatizan, de la canción romántica de Sandro "Cómo te diré"; y el tango (sobre la desocupación y otros asuntos) "Aquel maldito champán" que Casero cantó-actuó como todos los mejores cantores de tango juntos. "Me encanta que se rían, dijo por ahí. Soy capaz de cagar en un pan dulce para que se rían". Bueno. No fue necesario. (M.R.)
   
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