Sábado 20 de abril de 2002

 

Arriba de un sulky, como en los viejos tiempos

 

Andar en sulky puede resultar una experiencia trascendental. El grupo "Nietos y bisnietos de pioneros" organiza paseos a caballo y en sulky por los rincones históricos de Stefenelli. Hoy realizará una nueva edición del particular encuentro. Salen desde el municipio de Roca a las dos de la tarde.

  Todo se ve distinto arriba de un sulky. Las calles, los automóviles, los teléfonos públicos, las chicas enfundadas en su nueva trampa "caza-Ulises", los hombres, los pájaros.
Si sólo tuviéramos el privilegio de vernos a nosotros mismos, cual un Charles Ingalls, subidos a un carrito insólito de enormes ruedas de madera y metal, con un caballo manso en el frente y nada, salvo el pánico, detrás. Los minutos se alargan como en un cuento de verano junto al fogón. Los metros parecen kilómetros y los kilómetros años luz.
Al neófito -prototípico caso de adulto hijo de los motores 1.6, zapatillas Nike y andar apresurado por las veleidades de la bolsa de Tokio- se le atraviesa la peregrina idea de que si se bajara, y fuera a "pata", podría acortar camino. Creándolo si quieren, el caballo con su estilo cansino y resignado, realmente no se demora por los senderos del pasado.
El común de la gente ha terminado por acostumbrase a la velocidad de las sociedades en las que vive. Un paseo en sulky por los lugares históricos de Stefenelli podría considerarse antes que una propuesta agroturística, que lo es y muy divertida, un antídoto contra la normalidad.
Al final del día, con el aroma a cuero en las manos, el estómago despierto y los músculos algo doloridos, vemos cómo se nos escapa una sonrisa de los labios. Misión cumplida, fuimos distintos un sábado del calendario.
El "Grupo de nietos y bisnietos de Pioneros", junto al área de turismo de la municipalidad de General Roca, han comenzado a organizar estos "Paseos en sulky y a caballo" por los sitios históricos de Stefenelli, recorrido que, según la costumbre, concluye con un gran locro. Lo de gran es una realidad, no una exageración.

¿Es eso un sulky?

Ningún capítulo del trayecto se pierde en la indiferencia. El paseo comienza alrededor de las dos de la tarde en un destino, una chacra, que cambia periódicamente. Esta vez fue la de "Ceruti".
¿Es eso un sulky?, pues sí. La inexperiencia a veces trata de hacernos malas jugadas. Mejor ni pensarlo, arriba y que Dios nos acompañe. Los miembros de la agrupación actúan con aplomo, sin el cronómetro en la cabeza, visten sulkys y caballos. ¿Es eso una montura? ¿Y las riendas? ¿Y los estribos? ¡Ah, no, yo a ese no me subo ni en pedo!.
Las dudas finalmente quedan relegadas detrás del compañerismo propio de quienes no hacen esto diariamente. Esta tarde debe haber entre 35 y 40 personas esperando subirse a algunas de las opciones disponibles.
Hay caballos grandes, petisos, galopeadores, aburridos de los aprietes de sus dueños y sulkys en todos los modelos imaginables. Eso que ven allí, señores, es un "omnisulky", un vehículo con capacidad para nueve personas más el chofer. Recuerda a los carritos con forma de tren que pululan por las ciudades de la región con una parva de críos gritones adentro. ¡Eeeehhhhh!, saludan a los peatones desprevenidos.
También está el "sulky súper sport", convertible dos puertas para parejas amantes de las películas de carretera y que alimenta un glorioso caballo de fuerza. Tiene ruedas de goma, diseño aerodinámico y, para qué negarlo, uno se siente un John Travolta versión latina -con inflación, riesgo país y demás cuestiones en el medio- instalado en su mullido asiento. Finalmente queda el típico sulky "medium". El que nuestro estimado Charles usaba cuando tenía que imprimirle ritmo a "La pequeña casa en la pradera". Pueden ir hasta cuatro personas un poco apretadas.
"¿Es mansito?", pregunta el cronista sabiendo que la respuesta de cualquier hombre de campo es un rotundo sí: "agua de pozo", le dicen, "Juan Pablo II", le dicen, "El marmota", le dicen. Y el tipo podría seguir dos o tres años enunciando las virtudes zen de su caballo. Subimos. Bien, por ahora. ¿No hay espacio en los sulkys, en ese grandote donde van los más cautos?. No, no hay.
El problema son las zapatillas. Uno se prepara para ir al Everest y resulta que una cosa es escalar montañas y otra pasear en sulkys por la intensa paz que se respira entre los caminos de las chacras. "Pibe, esos zapatotes que llevás no sirven", advierte el hombre que sabe. Las anatómicas zapatillas para trekking con una suculenta punta de goma no pasan por el estribo. Habrá que apretar las piernas, en ello se nos va la dignidad.
En total se trata de un recorrido que abarca unos diez kilómetros. No parece mucho pero en el grupo nadie lleva urgencia. El paseo tiene paradas obligatorias en la zona de los cipreses y perales históricos. "Esto se puede tomar de varias maneras, como un día de relajo, como una oportunidad para aprender o hacer algo distinto. Por ahora lo importante es rescatar la historia y los atractivos de la zona para la gente de la propia zona primero, hay que convencerlos a ellos de que esto es posible", dice Diego Rodil, coordinador de turismo de la municipalidad.
Para los europeos y americanos que vienen demostrando su fascinación por el sur del mundo, la Patagonia comienza mucho más abajo. Un prejuicio o una carencia en su información que debería corregirse.
Entre Las Grutas y Bariloche hay un cordón natural que une geografías disímiles como el océano y la cordillera. En el medio los valles también son dueños de atractivos singulares. Aun así, en la agenda primermundista esta región aún no figura. Una política de turismo adecuada debería hacer hincapié en la posibilidad de visitar la Patagonia en sus múltiples facetas.

¿Hiciste esto antes?

Manejar un sulky puede ser una experiencia trascendental. Ahí estamos, bastante nerviosos, acompañados por dos damas simpáticas que no encuentran ninguna satisfacción en dejarse llevar en los brazos enclenques de una mala imitación de John Wayne por los caminos rurales del valle. "¿Hiciste esto antes?", pregunta la chica, simpática, nada condescendiente.
Pero antes de que nos arrebate las riendas del carro y el liderazgo de la tarde, argüimos que: a) vamos lentísimo b) el caballo tiene "onda conmigo" y c) cuando chico leía mucho el Patoruzú.
Los jinetes pasan al galope a milímetros de las viejas ruedas del sulky medium. Poco a poco el grupo nos va dejando atrás. Simulamos tranquilidad, extrema paz, silbamos bajito. Vayan, vayan, muchachos que ya llegaremos los rezagados. En la zona de los primeros perales, el grupo finalmente hace un descanso. Los miembros de la organización invitan café, mate, bebidas y "delicatessen".
"Todavía nos queda un trecho, ahora vamos a ir recto y terminamos cerca de la ruta donde nos espera el colectivo", dice uno de los anfitriones. Será. Se hacen las fotografías de rigor.
"Qué día, macho", nos cargan. Qué día. "¡Y el caballo!", nos gritan. Bien, gracias. La tarde es un cuadro natural, el aroma detiene el caudal de tareas incumplidas. Cuando éramos chicos jamás hicimos los "trabajos para el hogar" y ahora, de adulto, la agenda reclama atención constante. Hoy, por suerte, no importa. Sólo es digno dejarse llevar por estos colores puros.
Los últimos kilómetros del paseo son los que se escapan más rápido.
Acaso porque el traqueteo sin histeria de los sulkys, las fotos, las bromas y los saludos, son dulces regalos a los que es fácil habituarse.
"¡Hey, cómo va todo!", se escucha cada tantos minutos. Por fin alguien pregunta en esta Argentina sangrante. Volvemos a la infancia arriba de un caballo.
"Aquí hay muchos actos de solidaridad para que el recorrido se pueda concretar. Uno presta su caballo, otro su montura, otro hace los pancitos o sirve, todos ayudamos, es bueno que suceda algo así en este momento", dice Carlos Fontela, uno de los prestadores de turismo rural.
Cuando desmontamos para ya no volver a subir, guardamos un extraño silencio. Decimos adiós con la mano. ¿En serio nos subimos a un sulky?

Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar

Información básica

En la oficina de turismo del municipio se puede obtener información detallada de los distintos prestadores de servicios de turismo rural. El coordinador del área es Diego Rodil, su teléfono 431400 interno 2400 y su e-mail turismo@generalroca.gov.ar

   
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