Lunes 1 de abril de 2002

 

El vía crucis de los pacientes oncológicos hospitalarios

 

Miguel Prieto tiene 32 años y un tratamiento oncológico sin terminar. Hace un mes espera que Salud Pública le provea una droga que no costaría más de 40 dólares. No es el único.

  CIPOLLETTI (AC).- El 27 de mayo, Miguel Prieto (32) estaba trabajando en la chacra y tuvo una convulsión. Nunca le había pasado nada igual. Fue al hospital y empezó con estudios, tomografías, hasta que lo derivaron a Buenos Aires, con gastos pagos por Salud Pública de Río Negro. El 20 de diciembre le diagnosticaron que tenía un linfoma en el sistema nervioso, imposible de operar. En enero comenzaron a aplicarle rayos. Después de esta etapa, tenía que descansar un mes y empezar con quimioterapia, pero no pudo. El miércoles se cumplen 30 días que espera, porque Salud Pública todavía no le dio los medicamentos necesarios para iniciar el tratamiento.
En Cipolletti no es la única persona en estas condiciones. Unos diez pacientes oncológicos requieren remedios y no pueden conseguirlos.
Miguel Prieto ya presentó un recurso de amparo y le envió una nota a la defensora del Pueblo para que le den una respuesta. Hasta ahora no lo logró.
"Hicimos tanto esfuerzo para saber qué tenía, y ahora que sé qué tengo, y que teóricamente el tumor ya está curado con los rayos y que falta la quimioterapia para reventarlo del todo, no me lo van a terminar de hacer. Y todo es por una droga que sale entre 35 y 40 dólares, que en Argentina no se fabrica pero que se sabe que en Chile está", dijo.
Mientras tanto, le están dando corticoides. "Cada vez que los tomo, parece que tengo un plomo en la cabeza", describió.
Prieto está casado y tiene un nene de dos años y medio. Antes de que se enfermara había realizado un curso y estaba encarando un microemprendimiento para criar pollos caseros. Ahora no puede hacerlo porque con los cambios económicos "los precios se fueron a la miércoles", y tampoco consigue ningún trabajo. "Con ocho meses de quimioterápia que me faltan, ¿quién me va a dar un laburo?", se preguntó.
Su situación económica es crítica. Está viviendo en una casa prestada en una chacra y se está manteniendo con las manualidades que prepara y vende su mujer. "Somos varios los que tenemos los medicamentos pisados en el hospital de Cipolletti", aseguró.
Contó que hace unos días se encontró con una chica que tiene leucemia y que le falta muy poco para terminar el tratamiento y no puede hacerlo.
A él la médica le explicó que si estaba dispuesto podía empezar la quimioterápia sin la droga principal que está requiriendo, aunque le aclaró que no sería el mismo efecto.
- Pero para terminarlo bien al tratamiento, ¿qué hay que hacer? -le preguntó Prieto a su médica.
-Y... hacer otra quimio más. -le respondió.
"Sería un año y medio con la quimio. Y mientras tanto, ¿qué hago?. Yo tengo un hijo y lo tengo que alimentar", dijo ayer.
Todavía los enfermos oncológicos no están organizándose para reclamar en forma conjunta, pero Prieto no descartó que puedan hacerlo.

Piden control municipal de escuelas

CIPOLLETTI (AC).- Un duro y nuevo cuestionamiento realizó el jefe del bloque de concejales del MPP, Julio Salto, contra el intendente Julio Arriaga. Lo acusó de "desentenderse del tema educativo" y priorizar en cambio "el alumbrado, barrido y limpieza como únicas funciones". Sin darle respiro a su archi rival Salto afirmó que la municipalidad cipoleña está obligada a hacer cumplir las reglamentaciones vigentes respecto del estado de los edificios escolares. Y para esto "debería lanzar un agresivo operativo de control", desde las áreas de infraestructura y de inspección general, para verificar si los establecimientos educacionales "cuentan con las mínimas condiciones para funcionar".
El pretexto de que la provincia no es buena pagadora y que por ello el municipio de Cipolletti no debe realizar las reparaciones de los establecimientos es "falaz", sentenció Salto, "ya que para otros negocios" el gobernador Verani y el intendente Arriaga "se pusieron de acuerdo en minutos".
"Lo he dicho otras veces y lo voy a repetir hasta el cansancio: el municipio como institución debe recuperar su rol en lo concerniente al sistema educativo, y velar por la seguridad y la salubridad de los alumnos y de la comunidad educativa toda".
Puso de relieve además que existen convenios firmados oportunamente con la provincia para el mantenimiento rutinario de los edificios escolares para evitar lo que sucede ahora, donde "el creciente deterioro por la no reparación a tiempo de problemas menores torna no funcionales a los edificios, algunos de los cuales tienen graves falencias".
Según Salto la comuna cipoleña y la provincia deben volver al sistema de mantenimiento de escuelas, "que en su oportunidad se abandonó producto de decisiones políticas".
Esas decisiones políticas "dieron paso a maniobras de todo tipo, contrataciones poco claras y encarecimiento de las tareas de mantenimiento por sobrefacturaciones y corrupción estructural", significó el líder del MPP. Para reforzar su postura precisó Salto que "es más rápido y económico" que el municipio realice las tareas de mantenimiento, en vez de dejar en manos de "dudosos funcionarios que desde la distancia adoptan decisiones que normalmente favorecen a empresas y particulares amigos del gobierno, y perjudica al servicio educativo".

Otra mirada: Docentes rionegrinos al borde de...

"De no ser por lo trágico sería cómico", suele calificarse con pudor. Sin embargo la realidad es tan salvajemente increíble y el pudor ha sido tan vulnerado que a veces el humor parece una hormona salvadora que alguna glándula segrega para protegernos del corto circuito.
Al menos eso parecía pasar en el cuerpo de María, esta maestra que se descubrió riendo ante el espejo a las siete de la mañana.
-¿De que "caratso" (docente al fin) me estaré riendo?, me estaré volviendo loca..., pensaba.
No tenía ningún razón para reírse, como ninguna de sus colegas. Sin embargo, se dejó llevar por el recuerdo cómico.
Esa noche había soñado que la perseguía una berenjena gigante, la madre de las berenjenitas que estuvo envasando el día anterior. Finalmente la arrinconaba contra una pared y le espetaba que además de encerrarlas en un frasco y hervirlas las compró con viles Lecops. ¡Papeles pintados!. Para colmo de males había pedido rebaja de forma humillante y sugirió que le regalaran el perejil. Las hordas hortícolas le gritaban desde un cajón: Se va acabar, se va a acabar... esa costumbre de envasar. Asustada corría mientras se miraba todas las manos y la ropa manchada de rojo y se preguntaba: ¡qué hice... qué hice!.
¡Envasar tomate! paparula, le dice con mala onda esa voz en off que siempre nos alerta en los sueños. Fue peor. Se imaginó la manifestación de tomates que se sumaba a la de ajíes, cebollas, zanahorias, duraznos y membrillos... Se despertó transpirando mientras sacudía a su esposo de las solapas del pijama: ¡Ahí vienen los pickles, ahí vienen los pickles!
Claro, se reía de la cara de su marido: un gesto mezcla de pánico, estupidez y sueño mientras le balbuceaba: -¿A esta hora?... yo prefiero unas tostaditas.
No era para menos, la pobre estaba agotada. Hace de todo para paliar la malaria provincial y lleva un mes envasando todo lo que se le pone a tiro.
Muchas veces hubiera querido ser un tomate y guardarse en un frasquito y destaparse en unos meses.
Ya eran las siete y media y había quedado con unas compañeras en ir a comprar verduras más baratas en una chacra. Después tenía que volver a una manifestación en el centro y más tarde se reunía con los padres de la escuela para ver qué podían hacer entre todos.
Estaba cansada pero seguía sonriendo frente al espejo y no era para menos. Entre tantas actividades el otro día se había confundido cacerolazo con choripaneada y de pronto se encontró distraídamente frente a la parrilla con la cacerola en la mano. El morocho con olor a humo se quedó mirándola mientras le tiraba un chorizo en la cacerola y le dice irónico, "el puré se lo debo compañera". Muerta de vergüenza huyó hacia otra punta y se tropieza con su hijo adolescente.
-¡Qué hacés acá, tenés que estar en casa cuidando a tu hermano!
- Es que los estudiantes hacemos una marcha de antorchas... ¿Me regalás ese chorizo? y con el chorizo pinchado sobre la antorcha el chico se aleja cumpliendo con códigos básicos de la edad: zafar del hermano más chico, protestar y alimentarse.
Su hijo de seis años está solo, pero antes de ir a su casa pasa por el banco para pagar la tarjeta. El cajero le mira los Lecops con desprecio y se los rechaza. Más o menos como hará hoy un cajero norteamericano al pretender cambiar pesos en Wall Street.
La manifestación pasa por el banco y ella suma su bronca. Insulta, como nunca lo había hecho a quienes no le quieren pagar y a quienes no le quieren cobrar. Multiplicaba por miles de unidades las alusiones a la madre de zutano y enviaba a mengano hacia inciertos destinos cloacales. Estaba en eso, casi como siendo otra persona que nunca hubiera querido ser, cuando ve a su vecina que se había sumado a la protesta y traía a su hijo menor. Después del segundo de tranquilidad de ver a su hijo, se ruboriza. Toma conciencia que hace un segundo atrás había estado insultando como un barrabrava de Chacarita. Quizás a eso se deban los ojos abiertos como huevo duro de su pequeño.
¿Eso no hay que repetirlo, eh? le dice cariñosamente al oído, a sabiendas que es imposible salvar esas situaciones de tan salvaje espontaneidad. Tocan el timbre y María deja los pensamientos adentro del botiquín, agarra el bolso a la escapada, mientras añoraba el sano cansancio del doble turno y sesenta chicos alborotados a este agotamiento para sobrevivir tan lleno de incertidumbres. A pesar de todo cuando cerró la puerta de la verja, todavía la sonrisa le marcaba los hoyuelos.

Horacio Licera
hlicera@rionegro.com.ar

   
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