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Lunes 1 de abril de 2002 | |
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Hubo errores de apreciación durante la autopsia a Zarza |
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La falta de dientes se detectó en fotos y no al examinar el cuerpo. Al principio uno de los forenses creyó ver el feto donde no estaba. Los investigadores aseguran que la diligencia "se hizo correctamente". |
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| NEUQUEN (AN)- La investigación del asesinato de María Alejandra Zarza tiene cada vez más puntos de contacto con la etapa que se vivió en Cipolletti apenas descubierto el triple crimen de María Emilia, Paula y Verónica. Desde lo casi anecdótico (búsqueda de rastros en las chacras) hasta la posible intervención de organismos internacionales en la pesquisa, pasando por lo más inquietante: los rumores sobre ciertos episodios registrados durante la autopsia. Por ejemplo: el mismo día que fue hallado el cadáver de la joven empleada judicial, algunas fuentes judiciales informaron que "no presenta signos de violencia". Un mes después se supo que le falta al menos un diente producto de un fuerte golpe. Según pudo averiguar "Río Negro", la ausencia de uno o más dientes se descubrió después, examinando las fotos del cuerpo que ya había sido entregado para su inhumación. Por eso no se sabe qué clase de golpe provocó la pérdida de la o las piezas dentales. Ese es uno de los motivos por los cuales se pidió la exhumación del cadáver. Fuentes con acceso a la causa relataron también a este diario que en los primeros exámenes del cuerpo, se creía que el feto todavía estaba dentro del vientre de Alejandra. Incluso algún médico habría creído verlo en una placa radiográfica. El nerviosismo vino después, cuando un examen más profundo reveló lo que hoy se sabe: que no hay rastros del embarazo de siete meses y medio que tenía la joven asesinada. También había trascendido la desaparición del útero. Pero ahora el útero está. "Al principio teníamos unos restos y no sabíamos de qué eran, tardamos en determinar que se trataba del útero", se sinceró una fuente. "Lo importante es que antes o después, se llegó al resultado final. No tenemos dudas de que todo el trabajo se hizo bien, el material fue preservado y está a disposición para cualquier análisis posterior que se quiera hacer. Ni siquiera hablemos de desprolijidades", dijo una fuente consultada sobre este tema. Aunque admitió que episodios como los relatados ocurrieron, afirmó que "no tenemos ninguna duda respecto de los resultados de la autopsia". Iluminados por el pasado "A la justicia le disgustan las novedades; analiza todo por su experiencia cuyo apodo es jurisprudencia", dice, acaso exagera, una vieja frase. Así, a 41 días del asesinato de María Alejandra surge inevitable la tentación de comparar la marcha de esta investigación con la de otros crímenes resonantes que han ocurrido en la región. En especial, el triple crimen de Cipolletti. Estos dos casos ocurrieron en provincias distintas, además separados en el tiempo por casi un lustro. Y sin embargo, hay segmentos de la investigación del crimen de la empleada judicial neuquina que parecen copiados de las primeras fojas del expediente abierto en Cipolletti en 1997 cuando Ulises González denunció la desaparición de sus hijas. En ambos casos, por ejemplo, se recogieron muchas muestras de fluidos, tierra, vegetales y fauna cadavérica; y se creyó que con pruebas de laboratorio podría llegarse a identificar a los autores. Sin embargo, en el caso de Cipolletti la causa sufrió varias estocadas que la hirieron de gravedad: análisis de ADN que no pudieron hacerse, ropas en las que ni el FBI encontró rastros, y un cuestionamiento serio a las conclusiones de la autopsia formulado, en pleno juicio oral, por dos forenses de la Corte Suprema. Los investigadores del crimen de María Alejandra juran que la historia no se repetirá. Que la autopsia, pese a los detalles consignados al comienzo, es irreprochable. Y que la exhumación es para buscar en el cuerpo otros detalles pero no porque los hayan olvidado antes, sino porque necesitan más información. "Y si después quisieran convocar al FBI o mandar todo a un laboratorio de la NASA podrán hacerlo tranquilamente. Todo lo que se necesita está preservado e identificado", afirmó una fuente. Casi las mismas palabras que Pablo Iribarren, el juez del triple crimen, pronunció hace casi cinco años. Condenados por el pasado Por supuesto que no todos los casos son idénticos. Sin embargo la sociedad, que tiene su propia jurisprudencia, reacciona igual ante la impunidad: el estupor deja paso a la suspicacia. Cuando Julio Aquines cometió la masacre de Valentina Sur, al horror siguió la sospecha de que alguien lo había ayudado a matar a tres chicos y herir gravemente a dos. Hoy Aquines está condenado a perpetua, y algunos siguen pensando -sin fundamento- que su cómplice está libre. Cuando Graciela Mendoza desapareció de la terminal, la sociedad se preguntó espantada cómo pudo suceder un crimen tan bestial en pleno centro y por qué el cadáver apareció a 150 metros de una comisaría. Para colmo en forma casi contemporánea un abogado fue involucrado en un hecho confuso con una menor, y no pocos hicieron la suma creyendo tener dos más dos. Ni uno ni otro caso, desconectados entre sí, fueron esclarecidos jamás. Cuando el tiempo pasa y los crímenes no se aclaran, la sociedad empieza a elaborar hipótesis sobre los motivos de tanto misterio. La mayoría son descabelladas, pero una vez que la desconfianza empezó a cotizar en alza ya no retrocede fácilmente. Cinco años atrás, la justicia neuquina se miraba en el espejo que tiene del otro lado del río. "Si el triple crimen de Cipolletti nos hubiera tocado a nosotros, quién sabe si habríamos hecho mejor las cosas", admitió en aquel entonces una encumbrada figura penal de esta provincia. Varios de sus colegas pensaron parecido. Ahora tienen en sus manos el desafío de esclarecer un crimen complejo, de alto impacto social, que fue cometido hace 41 días y aún no se sabe cómo, cuándo, dónde ni por quién. Guillermo Berto gberto@rionegro.com.ar |
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