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Sábado 20 de abril de 2002 | |
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Cavenaghi: ¿un fenómeno o sólo rachero? |
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El juvenil delantero es clave en este momento exitoso del que goza Ríver |
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| El renacer goleador de Fernando Cavenaghi, con tres anotaciones decisivas para arrimar a Ríver a la conquista del Clausura, fecunda una disyunción legitimada por el folclore futbolero: ¿Estamos en presencia de un fenómeno o de un vulgar rachero? Fácil sería caer en el perogrullo de que será el tiempo, en todo caso, el que ponga cada cosa en su lugar y a Cavenaghi en el suyo. Pero sin perjuicio del inapelable veredicto del hecho consumado, de evidencias impuestas sobre todo sesgo especulativo, bien se puede poner la lupa en lo hasta aquí andado, mostrado, sufrido y gozado por el muchachito en cuestión. Al fin de cuentas, estamos hablando de fútbol, sencillamente de fútbol, aunque en estos tiempos su entorno sea particularmente complejo y, por qué no, teñido de una cierta sordidez. Resulta que Ríver lanza a las arenas de la alta competencia a un delantero de 17 años que llega en momentos en que parecen resurgir las oscuras golondrinas de las glorias esquivas: tres segundos puestos consecutivos en el terreno doméstico y sistemáticas eliminaciones en copas internacionales son todo un diagnóstico. El joven delantero se mueve con soltura de veterano y define en las áreas con pericia de experto: ocho goles en cuatro partidos. Hasta que esa envidiable marca va dejando paso a otra no menos llamativa: ocho partidos con el botín en blanco, cero gol, balance en rojo. ¿Qué preguntaría el abogado del diablo? Preguntaría, por ejemplo: "¿Cuántas veces han aparecido imberbes con aires de crack que mutaron en esforzados buscadores de golcitos cada muerte de obispo?". Y, sin mucho preámbulo, cabría responder: "Muchas, infinidad de veces; cada memorioso de cada club argentino podría enumerar unos cuantos". Sin embargo, porque no es lo mismo prudencia que neutralidad, es posible repasar una serie de atributos que alejan al chiquilín de O"Brien, o al menos insinúan alejarlo, del perfil del mediocre que aprovecha un ciclo venturoso y luego se despinta a la primera lluvia, como la falsa cebra que, en realidad, es un caballo: 1) Es fuerte físicamente, pero, más importante aún, es fuerte mentalmente; 2) Soporta marcaciones duras sin quejas, ni huidas estratégicas, "no arruga"; 3) Baja lo necesario y sólo para tocar y fabricarse espacios; 4) Es lento fuera del área y tremendamente veloz adentro; 5) Maneja en gran forma el anticipo y el contraanticipo o, como afirma Roberto Perfumo, "sabe jugar contra los marcadores"; 6) Es un aceptable cabeceador; 7) No destaca por la gambeta y como reconoce esa limitación la intenta poco, salvo en el uno contra uno, como cuando encaró a Ariel Zapata y convirtió el tercer gol contra Estudiantes de La Plata; 8) Le pega muy bien a la pelota. Puede definir de cachetada, de revés, con tres dedos o, como el miércoles, ante Gimnasia, seco, desde lejos; 9) Es frío para resolver y caliente para socorrer a sus compañeros, tapando la salida, colaborando con algún volante en apremios; 10) No le pesa la camiseta de Ríver: ya supo hacer la diferencia en un clásico contra Boca. Y, por por si fuera poco, Cavenaghi dispone de esa virtud que, según un colosal especialista como Carlos Bianchi, es condición de todo gran goleador: tiene olfato. Jamás se resfría. Aquellas ocho fechas sin tantos en su haber se explican menos por falta de presencia que por mala puntería. Estar "ahí", estuvo. ¿Fenómeno o rachero, entonces? Quizás, ni fenómeno, ni rachero, pero si no llegara a ser un fenómeno, por ahí andará. Walter Vargas La "Juve" ofrecería 14 millones por D"Alessandro |
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