Sábado 13 de abril de 2002

 

El "Fournier" Noche fosca

 

"Fournier" es un nombre común a los argentinos. Calles, bares, empresas de micros recuerdan a un pequeño buque de la Armada que desapareció en los canales fueguinos en el "49. Nunca se halló su casco y mil conjeturas se tejieron sobre la causa de la tragedia. Razones que se llevó a más de 3.000 metros de profundidad.

 
Si Edgar Allan Poe relataba la tragedia, tenía que hablar de noche fosca.
Fosca, como aquella noche con la que arranca "El Cuervo".
Porque muy negra fue aquella noche de setiembre del "49 en los canales fueguinos.
Negra de negrura de clima furioso.
Tanto que por años los escasos, dispersos y sufridos habitantes de la región recordarían la ferocidad del temporal que molió oídos y se descargó con deseos de no tener freno. Se desplomó sin escamotear nada de su oferta. Agua, granizo, nieve.
Y danzando al aliento de vientos que alcanzaron los 140 km/h, barrió aquí y allá.
Así fue aquella fosca noche del 21 y 22 de setiembre que cubría las aguas que un día de varios siglos antes desde el Atlántico había intuido y luego atravesado hasta el Pacífico el audaz Hernando de Magallanes.
El 23, un escueto comunicado del entonces Ministerio de Marina informó que se había perdido contacto con el rastreador ARA "Fournier". Tenía 54 metros de eslora y 7,30 de manga. Y 77 tripulantes.
Había partido el 21 desde Río Gallegos rumbo a Ushuaia. Su comandante tenía 33 años, el grado de capitán de corbeta y se llamaba Carlos Negri.
"Para llegar a destino, el buque podía tomar dos caminos: el mar abierto o introducirse por los canales del estrecho. El rumbo elegido fue el segundo, pues se suponía que era más seguro para el escaso tonelaje de la nave -554- y por su poca potencia mecánica respecto de otros barcos" de la flota de mar, cuenta Adriana Carrasco en "Catástrofes en el mar".
Negri optó por los canales. Y ahí se deslizaría la última singladura del "Fournier".
Un nombre con reminiscencias épicas en la historia argentina. Identifica a un joven corsario francés que recaló en Carmen de Patagones, ansioso de ponerle emoción a su vida.
Y que luego se sumaría a la destartalada pero intrépida flota con la que el irlandés Guillermo Brown hizo la guerra en nombre de la Argentina.
César Fournier murió joven. Y fue en el mar, a causa de un temporal, como el "Fournier", en la costa de Florida un día de 1828.
Este "Fournier" que 121 años después de aquel temporal de Florida, había puesto rumbo a Ushuaia.
Un puerto que lo esperó el 22 de setiembre, pero que no lo vio llegar. Y que buscó comunicarse con la nave, pero cosechó silencio.
Nació la preocupación. Y devino en alarma.
"Una cosa es no recibir comunicaciones y otra que un buque no llegue a puerto en la fecha prevista. Comienzan las conjeturas: Luna nueva con Sol de equinoccio, dos condiciones tradicionalmente célebres como causa de mal tiempo", recuerda el ya veterano teniente de navío Mario Doncel San Martín, quien participó de la búsqueda del rastreador.
Búsqueda a la que se unieron aviones y navíos en Chile. También se rastreó por tierra.
Un país sobre el cual desaforados nacionalistas argentinos quisieron poner bajo sospecha:
- ¡Lo hundió un submarino chileno!- gritaron por Avenida de Mayo y también por Florida.
Búsqueda palmo a palmo.
Y nada de nada.
El misterio que signó la desaparición del "Fournier" alimentó conjeturas.
- Iba cargado de explosivos y explotó- dijeron unos.
Pero el buque había concluido días antes su etapa de ejercicios navales y no portaba ninguna otra munición que no fuera la de las armas de puño de su tripulación.
- Chocó contra una roca sumergida no computada en las cartas de navegación- sostuvieron otros.
- Es posible - se evaluó.
- ¿Pero dónde? - se preguntó.
- De frente al temporal, se fue "de ojo"- destacaron otros y empalidecieron al recordar ese riesgo que nace de montarse la proa sobre una ola y no tener reacción cuando ésta la invade. Un viaje sin retorno al fondo. Y para siempre.
Y la opinión de los más. Aquella de los hombres más curtidos por las fieras aguas del Magallanes:
- Lo volcó el temporal. Vuelta de campana- precisaron.
"El "Fournier" tenía su cubierta a sólo 1,25 metros del agua. Sus bordas cerradas y la amplia cola de pato protegían al personal y facilitaban el trabajo con los cables, disminuyendo el peligro de enredar las hélices. Pero en alta mar, el bajo puntal daba acceso a grandes masas de agua que, encerradas por la borda, escurrían con demora por las bocas de tormenta", sostuvo el capitán de navío Juan Sidders, estudioso de naufragios.
Sí, no hay dudas: el "Fournier" se fue al fondo tras una vuelta de campana provocada por el temporal.
Con los días, aquí y allá se encontraron nueve cadáveres. Entre ellos los de su comandante.
Pero nunca se halló su casco.
Una inmensa mancha de aceite dice que quizá esté en el fondo de un tramo del Canal Magdalena. En el silencio eterno de 3.500 metros de profundidad.
Y de misterio.

Carlos Torrengo
   
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