Lunes 1 de abril de 2002

 

El extraño caso del señor Pángaro

 

Sergio Pángaro lidera "Baccarat", un extraño proyecto que conjuga el lounge, el bolero, el mambo y el pop, con una fuerte imagen retro-kistch que hace gala de la elegancia y el glamour como resistencia ante un mundo desagradable.

 
Peinado a la gomina, zapatos a dos colores y traje con tiradores. Todo esto, decorado por unos finos bigotes anchoa, conforma su esquema de bon vivant. Este singular hombre -nacido en Comodoro Rivadavia y criado en La Plata- es el conductor del proyecto Baccarat y corresponsable del extinguido trío San Martin Vampire.
Con esa imagen de dandy argentino -aunque no tenga fortuna que gastar- construyó unos de los personajes públicos más singulares del rock vernáculo. Pero esta construcción no conlleva exactamente a una impostación.
Muchos atestiguan que Sergio Pángaro no se inventa un personaje, y que de entrecasa sigue teniendo el pelo engominado y lleva traje con tiradores. "El escenario es una parte en mi vida cotidiana, no es algo separado que me hace construir un personaje. Yo hago lo mismo y trato de hablar de la misma manera siempre. Lo que voy cantando y escribiendo tiene que ver con inclinaciones estéticas, pero se va infiltrando en mi vida privada".
Pángaro tiene como referentes de estilo a dos escritores como Oscar Wilde y Adolfo Bioy Casares y siente que su lugar en el mundo está en una pequeña isla en Venecia.
El nombre del grupo hace alusión a un juego de naipes y dados y a la localidad francesa famosa por sus cristales. El artista resume: "Baccarat reúne el juego del casino y el brillo del cristal, la delicadeza".
Es obvio que sus gustos son sofisticados, que hace un culto de la excentricidad y que lo suyo es un revuelto kistch armado con muy buen gusto, pero quienes se acercan por primera vez a la música de Pángaro, pueden catalogar la propuesta inmediatamente de "retro" e "irónica".
Pero el artista rechaza de plano esos encasillamientos. "No hacemos algo que se sustenta sólo porque nos estamos riendo de eso. Si da risa es porque hay humor. No es recuperar ciertas cosas para reírse de ellas, con sarcasmo. A veces eso es muy interesante e inteligente, pero no es nuestro producto. Creo que la ironía está presente en los consumidores porque están desencantados; todo el mundo está desencantado y me parece más jugado no ser irónico en estos momentos."
"Yo identifico la parodia con la burla, y yo amo a los géneros a los que aludo. Hay, sí, una mirada inteligente, sincera con los valores de la cultura actual. Nosotros vivimos cosas más complejas que las que cuentan los boleros o rumbas tradicionales. Entonces tratamos de tomar lo mejor del género y aportarle la problemática del ser humano moderno".
Está claro que Sergio se sitúa a kilómetros luz de la estética "stone" y el rock "chabón": "hay mucho rock del aguante y poco crooner". Y dice: "Yo no tengo un físico que se pueda aguantar el pogo y no me gusta tampoco esa cosa mancomunada y de sudor, de identificación con la masa. Es una cultura del fútbol: en lugar de ver jugadores ven cantantes. Y el arte no es un deporte".

Ignacio Artola

Contra el rock del aguante

Defensor a ultranza de su pertenencia a las minorías, Sergio explica que "hago música para traer lo que hace falta. Probablemente si sonara música elegante todo el tiempo por la radio no estaría tan motivado. Quizás haría cumbia villera. Porque en realidad hay música buena y mala, nada más. No es solamente una cuestión del género o el estilo en sí mismos".
"Hay un lineamiento estético, que es muy particular en la Argentina, en esto del rock del aguante... en el inconsciente juvenil está la cosa simple, sin vueltas, cantar como salga. Y quizás el pop trae implícito el cuidar la imagen, ese componente que incluso es femenino".
"No creo que toda la gente que cultiva esa música sea proletaria ni de barrio. Es una moda: la moda de hablar mal, de tomar vino en envase de gaseosa, de comerse las eses".
Con la imagen como estandarte, Pángaro sostiene que la elegancia "tiene que ver con una elección ética, que cambiará en tanto cambie el entorno. Está feo el mundo, ¿no? Hay mucha violencia y vulgaridad, y yo, como minoría descontenta, me pronuncio: con la delicadeza, la elegancia, los buenos sentimientos, la caballerosidad. Entre tanta brutalidad y tanta juventud comiéndose las eses porque está de moda, es un gesto provocador, una forma de resistencia".
Y agrega: "Si la masa fuera cóctel y todos se vistieran con moñito y trajecito, yo quizás me vestiría como ellos (los chabones): porque me gusta compensar. Siempre voy a estar más cómodo en la minoría".
Arriba del escenario desarrolla un show cautivante con un cuidado melodramatismo kitsch -con coreografías y actuaciones incluidas-, a lo que se suman ritmos de cha cha cha, rumba, mambo, tango, coctail, pop, tecno y rock. Sobre el escenario, la banda suele ser muy populosa: "nosotros no ganamos dinero, somos diez músicos. Yo, si puedo poner más músicos los pongo. Tratamos de evocar justamente los buenos tiempos."
En medio de un panorama saturado de rock barrial, nenas y niñitos teen-pop y grupos prearmados, la propuesta de Baccarat es indudablemente una de las más rockeras de la escena. (I.A).

   
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