Viernes 8 de marzo de 2002
 

Más comprometidas que nunca con la vida y el cambio

 

Enfrentan ahora un momento similar al parto, por lo trascendente, dicen.

  Valiente, talentosa y solidaria

Hoy, en esta nuestra Argentina "que nos duele" a todos vemos a la mujer post- milenio sumergida en una descomunal sensación y más que sensación, certeza de inseguridad. Cuando día a día aparecen en la región distintos actos de violencia que atentan contra la vida de jóvenes mujeres que son proyectos de madres y esposas, nos encontramos ante la pasmosa realidad, que si bien hemos conquistado varios espacios, la sociedad aún no nos puede garantizar un mínimo de protección no sólo jurídica sino también física. Es por todos conocidos los penosos trajinares a los que son sometidas la madres cuando reclaman los alimentos de sus hijos, interminables colas en atestados juzgados que con falta de recursos económicos no logran prestar el servicio para el cual el Estado los creó y la ciudadanía entera los mantiene.
Por lo tanto, si esta exigencia mínima, estos planteos familiares básicos a los que se debiera tener fácil acceso y respuestas rápidas, se tornan una tarea de difícil y casi imposible materialización, cuánto más lo es poder tener las garantías personales que nuestra vida será protegida, nuestra integridad será custodiada y nuestro desarrollo psico-físico será respetado.
Una manera lógica de protegernos es que ningún delito quede impune. Esto genera en la sociedad íntegra la presunción de que todo aquel que dañe a otro será punible (susceptible de condena). Este requisito "elemental" para el desarrollo normal de un pueblo no está siendo cumplido por nuestros gobernantes y tampoco está siendo ejecutado por los restantes poderes competentes, que deben tutelar por nuestros derechos.
No es ajeno a nadie que la violencia doméstica sobre mujeres y niños ha recrudecido en los últimos tiempos por motivaciones económica, pero también por la falta de prevención, contención y preparación de los distintos organismos creados para tal fin, y esto entraña otro tipo de violencia aún más perversa: la "violencia institucional" , que se manifiesta en organismos carentes de verdadera "vocación de servicio".
Sería bueno que todos estos hechos tan próximos a nosotras no nos dejaran ausentes como meros espectadores, sino que nos tornaran en agentes propulsores de cambio desde nuestros distintos lugares de acción: el hogar, el trabajo, la escuela, la justicia, los gremios, las parroquias, como verdaderas protagonistas de esta historia que nos toca vivir, demostrando que estas muertes "nos duelen a todas", y que nuestro compromiso radica en exigir no en silenciar, en pelear no en consentir, en denunciar no en ser cómplices.
Esto no es una tarea de imposible realización. Basta que cada una de nosotras desde nuestros lugares podamos forjar fuertes compromisos para con los demás y para con nosotras mismas.
En este Día de la Mujer, también como Martín Luter King, tengo un sueño, y me imagino a la mujer argentina valiente, talentosa, con garantizado acceso a la justicia y a la educación y, al mismo tiempo, solidaria, comprometida y fuertemente protegida por la ley y sus instituciones.


María Belén Delucchi
Abogada - Roca

   
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