Domingo 31 de marzo de 2002
 

Testimonios del horror

 
  Las características que presenta Pedro Juan Caballero dan la pauta de lo complejo que es enfrentar la vida en esta ciudad.
Pero mucho más difícil aún es enfrentar la muerte en manos de los sicarios pagados por los narcos. No más de 50 dólares vale la vida de un "perejil" que vio lo que no tenía que ver o dijo lo que no tenía que decir.
Por encima de los 200 dólares cotizan las cabezas de algunos políticos o jueces que "no cumplieron con lo acordado".
La muerte siempre se justifica en esta ciudad, inclusive la de adolescentes . Existe una ley que manejan los narcos y otra que es la que está en manos de la Justicia paraguaya. Obviamente la que define quién vive o quién debe morir en estas tierras es la primera. La segunda intenta dar el marco legal a algo que es totalmente ilegal. Terminar la vida con un simple tiro en la cabeza es algo que muchos desean cuando tienen la muerte golpeando a sus puertas. Lo peor es morir bajo la tortura de los narcos. Para quien habló de más, lo espera una muerte truculenta: lenguas cortadas o candados cerrando la boca como un mensaje para la sociedad de lo que no se debe hacer. Despellejar en forma lenta al "traidor" es otro de los métodos utilizados para llegar a una muerte poco agradable.
   
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