Miércoles 20 de marzo de 2002

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Duhalde y las petroleras fuman la pipa de la paz

 

Sigue la tensión por el Mega en Loma de la Lata

 

Los mapuches y Repsol YPF libran una batalla sin fin. La traza de un ducto convirtió la zona en polvorín.

  LOMA DE LA LATA (enviado especial).- Entre los rojos de preciosas bardas talladas por la infinita paciencia de los vientos, los mapuches de la comunidad Kaxipayiñ y la empresa Repsol YPF libran una batalla que parece no tener fin.
Es una lucha extraña, con peleas en el campo y en los tribunales, con nerviosos cruces cotidianos y desgastantes, con muchos cara a cara que -en algún momento- pueden derivar en algo grave. En esta batalla, hace una semana, el gobierno neuquino metió la cola para crispar, un poco más, los nervios de estos particulares actores: una comunidad de 59 personas y la multinacional española, la socia mayoritaria de la empresa Mega.
Así expuesto parece un combate desigual pero ¡ojo! en este terreno agreste y mágico no hay débiles. Los choques se repiten aquí y allá, con más o menos frecuencia, rociados de desconfianza de unos hacia y otros.
Por estos días, la traza o no de un caño de 16 pulgadas transformó la zona en un polvorín, custodiado por gendarmes y policías quienes a su vez cuidan que en el marco del conflicto entre petroleras y gremios la zona sea blanco de algún atentado.
Fue por ese caño de 16 pulgadas que dos ministros de la provincia dijeron hace una semana que la planta de Mega -una obra de unos 500 millones de dólares- estaba paralizada y que peligraba el abastecimiento al polo petroquímico de Bahía Blanca. Fue por esa afirmación que los Kaxipayiñ saltaron hasta el techo y ahora arremeten contra la provincia y su principal aliada estratégica (Repsol YPF), la empresa que explota el yacimiento de gas más grande de Sudamérica. La fuente de todos los males y peleas es todo lo que guarda debajo el yacimiento Loma de La Lata.
"Más que aliada estratégica, Repsol es el ministerio de Gobierno de (Jorge) Sobisch, es un matrimonio donde todos sabemos quién manda", dijo Verónica Huilipán, vocera de la Confederación de Organizaciones Mapuches. Los Kaxipayiñ están furiosos por las afirmaciones del jefe de Gabinete José Brillo y el ministro de Coordinación Alfredo Esteves y por la presunta testarudez de la empresa.
"Para cambiar el caño tendrían que haber pedido permiso y presentar los planos como está acordado", se queja Gabriel Cherqui, el lonco (cacique) de un comunidad que hace cuatro años le torció la muñeca al gobernador Felipe Sapag, quien no los reconocía como mapuches. Enseguida, Cherqui muestra un acta -firmada por el ex gerente de la regional oeste, Evandro Correa Nacul, de abril del "99.
Un periodista y un reportero gráfico de este diario presenciaron las escenas de esta guerra sorda y peligrosa donde las denuncias, las actas y hasta los disparos de las cámaras fotográficas se transforman armas que riegan nervios y adrenalina.
"Si alguien se mete al patio de mi casa lo mínimo que tiene que hacer es avisarme sobre lo que va a hacer y pedirme permiso", sostiene Gabriel Cherqui, de 49 años. Cherqui cree que la empresa y el gobierno buscan los medios para reprimirlos y está convencido que en algún momento intentarán detenerlo.
Así como la empresa asegura que los mapuches le bloquean cada trabajo que inicia, los mapuches responden que cada nueva obra debe tener autorización y permiso al lonco. Eso fue lo que acordaron los abogados Oscar Lamboglia (de Repsol) y Mariano Mansilla (de los Kaxipayiñ) el lunes en Neuquén y fue ese el trámite que no se cumplió ayer sobre el riquísimo y sensible yacimiento hidrocarburífero. Los mapuches dicen que "no hay ningún tipo de problemas" con la gente que trabaja en el campo "el problema son los que los dirigen y los que dan las órdenes, ellos son los que no quieren arreglar nada, ellos son los que quieren que nosotros actuemos contra los trabajadores". Ayer, en el campo, no se vieron gestos mansos. "Nos están torturando, acá hay un conflicto y acá no puede vivir en paz", sentenció Cherqui.

"La empresa y el gobierno son la misma familia"

LOMA DE LA LATA (enviado especial).- El actual conflicto comenzó la semana cuando uno de los integrantes de las comunidad Kaxipayiñ le reclamó a un grupo de operarios que no continuaran con la traza de una cañería de 16 pulgadas que sale de una batería y luego llega a planta Mega.
La solicitud la hizo José Cárdenas, quien pidió que para hacer ese trabajo haya una autorización del lonco Gabriel Cherqui. Fue así que Repsol denunció la situación a la justicia y fue por ello que la provincia lanzó la versión de que Mega estaba paralizada.
El reemplazo, explicaron desde la firma, se iba a realizar por el adelgazamiento de las paredes de la cañería de 16 pulgadas en un lugar por donde cruzan tres líneas de conducción en paralelo.
Para los mapuches, la presentación del gobierno fue una patraña que busca "que la sociedad diga que somos gente con la que no se puede tratar", se quejó Cherqui en diálogo con este diario.
El lonco Kaxipayiñ dijo que en ningún momento estuvo en riesgo el abastecimiento al gasoducto Neuba II ni al polo petroquímico de Bahía Blanca.
"Quieren ganar rédito frente a la sociedad, Repsol y el gobierno son la misma familia, una familia que acá iba a traer diez mil puestos de trabajo. Jamás le bajó la presión de gas al Neuba", completó Cherqui enojado.

"No me escrachés, decime que me vas a sacar"

NEUQUEN (AN).- Primero lo hizo discretamente, casi escondido entre los empleados de la empresa Conevial. Después, indentificado por los Kaxipayiñ, el fotógrafo contratado por Repsol-YPF retrató a cada unas de las personas que estaba en el lugar donde la empresa quiere reemplazar la cañería de la polémica. Con más o menos suerte, el muchacho puso en foco al lonco de la comunidad, Gabriel Cherqui, quien se enfureció por el gatillo de la máquina y porque el casco que usaba el fotógrafo no era de Repsol sino de la contratista Conevial.
La situación pareció que se iba de madre pero Cherqui terminó por calmarse, al fin y al cabo "vos sos un empleado al que mandan a hacer esto, pero no me saqués clandestinamente, no me escrachés, decime que me vas a sacar", le advirtió. Del lado de los mapuches tampoco se quedan atrás a la hora de usar estas particulares armas. Fotografían o filman cada uno de los avances de la empresa sobre el terreno.
Las situaciones de este tipo de repiten todos los días en Loma de la Lata. En el choque de la víspera la razón pareció estar del lado de los mapuches quienes antes de pedir que se interrumpan los trabajos solicitaron a los operarios que presenten la documentación que los autorice. Como no había tal permiso, pidieron por alguien de Repsol pero sólo había gente de la contratista. En este marco, la escribana Laura Rosas, contratada por la empresa española, llegó media hora más tarde cuando los mapuches ya se habían retirado del lugar. En el camino, Rosas, que está instalada en el campamento petrolero, les dijo que la empresa había sido notificada de que podían continuar con la obra.

   
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