Miércoles 13 de marzo de 2002

 

Pop

 
 
La cadena MTV emite un ciclo que sintetiza bien 60 años de cultura pop. Los dichos de Andy Warhol; el grito frenético de las fans de The Beatles; la metamorfosis de Michael Jackson; la vigencia de Madonna; la pegajosa voluptuosidad de Britney Spears; Marcelo Tinelli, sus micrófonos "peneanos" y los videos con bloopers rescatados del sótano de un canal; las preguntas inescrutables de Susana Giménez -¡¡Vivooooos!!, gritó cuando en especialista le reveló que había encontrado huevos de dinosaurios. No es poco-; Mario Pergolini predicando desde su tribuna adolescente; Rodrigo, el de la sangre caliente, muerto al nacer; los televisores de 29 pulgadas; el cable de 65 canales, el satélite de 150, los partidos de fútbol previo pago de una entrada virtual. Todo esto condensando en una propuesta: sé, un día en tu vida, igual al ídolo que más admiras y graba un video.
El programa somete a los participantes a un entrenamiento actoral que concluye en la filmación del corto con groupies incluidas. Primero un manager típicamente MTV les enseña usos y costumbres de los artistas que representarán en el clip, luego hacen lo suyo los maquilladores, el -"cool"- modisto y, finalmente, la cámara vil que de vil no tiene ni un poquito. Si el programa no fuera tal, difícilmente un ojo inexperto podría adivinar que ese puñado de adolescentes posesionados por la música no son los Backstreet Boys o Limp Bizkit. No son, pero qué importa. Podrían serlo.
MTV concede un sueño, aunque de paso revela el secreto de la industria musical -entiéndase pop- de los últimos años. Cualquiera puede cantar. La reproducción es la ley de oro de un mercado carente de creatividad. Estos chicos son pasados por un molde que funciona a la perfección. El pop ha conseguido situarse en el mismo rango que las fábricas.
No viene al caso alegar si los impostores lo hacen un poquito peor que los originales, es que a esta altura ya da lo mismo. Basta con exhibir la marca. Desde mediados de los "90 los niveles de exigencia para con las estrellas pop dejaron de ser los mismos que en las décadas anteriores. Vean si no algún video en vivo de Spears, una cantante muy poco dotada para las coreografías que su producción le impone. Si Madonna hubiera cometido ese pecado, en su momento de mayor fama, lo habría pagado caro con la crítica.
Pero la emoción de estos críos de 15 años es sincera. Por unos minutos transpiran en sus propios poros el glamour que tan esquivo nos es al resto de los mortales. "¿Las chicas saben que no somos los Back?", pregunta uno de ellos sorprendido ante el delirio que su flamante imagen provoca. Otra vez: ¿acaso importa?
Basta con aparecer en televisión para obtener el preciado bien de una época frívola hasta el ridículo: atrapar la mirada de los otros. "MTV, ustedes han sido muy... (lágrimas)... amables", dice el chico -cabello rubio, simpático, igualito a sí mismo- y sus ojos se abren enrojecidos al ojo electrónico. De inmediato se sube a la limousina por última vez. Bajo el brazo lleva un video que verá cada domingo.
Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar
   
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