Martes 5 de marzo de 2002

 

María Moreno, ni tonta ni mucho menos loca

 

La periodista acaba de editar "A tontas y a locas".
El libro reúne artículos publicados en la década de los "80. Conviven los personajes y los fetiches sociales con el feminismo.

 
Buenos Aires (Télam).- En "A tontas y a locas", María Moreno reúne una serie de artículos publicados en la década del "80, donde conviven ensayos de filosofía ocasional, aguafuertes urbanas y crónicas de la vida cotidiana que abordan un mundo de personajes y fetiches sociales desde el escepticismo, la ironía y un heterodoxo feminismo.
"Debo reconocer que ese tonito festivo y esa mezcla de purpurina barroca, feminismo fashion, jerga psicoanalítica y argot farandulesco que irradian los textos hoy me irrita un poco, como si celara de una mina más joven con la que debo competir por un tipo", ironizó Moreno.
"Pero como la mayoría fueron escritos entre fines de la dictadura y antes de los testimonios y el juicio a las Juntas -consideró- puedo entender aquella euforia; aunque ahora, a la luz de los acontecimientos y con una marca política mayor en mi escritura, pueda parecerme algo chocante".
Publicada por Sudamericana, la compilación se ordena en torno al paródico "locas" que los hombres suelen endilgar a las mujeres, agrupando tópicos del imaginario femenino en relación a sus vínculos amorosos, sus relaciones filiales y maternales, sus obsesiones estéticas o sus reivindicaciones sociales que deslizan cierto sutil debate con el feminismo más ortodoxo.
"Quizá la mirada psicoanalítica que aplicaba al feminismo suscitaba cierta ambigüedad; además porque por un lado aparecían esas columnas donde me ponía muy feminista de la diferencia y por el otro dirigía el Suplemento de la Mujer donde acompañaba al movimiento de la igualdad con debates sobre el aborto, la patria potestad o el divorcio", apuntó la autora.
"Hoy se sabe que soy una feminista independiente -explicó- con una posición crítica frente al devenir del feminismo en el país, que a mi gusto peca de juridicista y asistencial y está demasiado despolitizado".
Pero además de la mordacidad y desenfado con que indaga en la "guerra de los sexos" y en ciertas supersticiones de género como los fantasmas conyugales, el adulterio, las parejas abiertas, las separadas, los celos o los amores contrariados, los textos proponen también un escarceo en ciertos arquetipos masculinos como "El hombre casado", "El pendejo" o "El morocho argentino".
En todos subyace siempre un tono de complicidad y ternura para abordar los personajes y una decidida espontaneidad formal que acude a un repertorio de citas y referencias donde pueden cruzarse la glosa erudita, el "under", la etología y la picaresca barrial.
Según la periodista, "se trata de una heterogeneidad vinculada a mi formación autodidacta, aunque mi percepción del estilo es una cruza del barroco lacaniano, afrancesado, con los cronistas porteños modernistas, más bien rubendarianos, y un manojo de "greguerías", en la acepción que daba al término Gómez de la Serna".
No obstante, si bien entre las citas recurrentes sobrevuelan nombres ilustres como Virginia Woolf, Freud, Perlongher, Michelet, Borges, Miller, Tarkovsky o Sartre, hay una figura omnipresente que subyace en casi todos los textos: Colette, a quien considera una especie de marca "mediúmica".
La escritora bromeó sobre esa influencia con un enroque autoparódico: "creo que no sólo la admiré hasta el plagio sino que la plagié hasta admirarme a mí misma".
"Para mí la posición casi panteísta que ella tiene sobre la sexualidad sigue siendo de una subversión extrema, porque no habla de identidades sino de una idea de libertad totalmente parajurídica (quizá generada en el modernismo) que ahora se ve un tanto desdibujada por los movimientos ligados a los derechos".
El influjo de ese desprejuicio y ese desapego a toda convención asoma incluso cuando se trata de hurgar en los vínculos familiares; algo notable en "Cuando papá enseña a ser mujer", texto que celebra el goce casi corporal de la paternidad y su funcionalidad educativa.
Para la autora, el efecto estaba dado ahí porque "la reivindicación habitual de la mujer era que el tipo le pasara alimentos o compartiera las tareas del cuidado del hijo, y no se planteaba el goce de ese tipo por ser padre".
Cierra el libro un capítulo titulado "Loca yo" donde el tono reflexivo vira al narrativo para trazar fragmentos estilizados de sus propias memorias familiares.
Allí Moreno conjuga adulterios, hijos extra-matrimoniales, búsquedas adolescentes, fricciones madre-hija u obsesiones edípicas, saludadas con un tierno escepticismo.
   
    ® Copyright Río Negro Online - All rights reserved    
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación