Domingo 10 de febrero de 2002

 

Melody rebaja sus tarifas del placer

 

El negocio del sexo y sus diversos servicios han sufrido también la crisis.

  Sentado en el portal de un edificio de departamentos, Melody -un travesti que en realidad se llama Daniel y se prostituye para vivir- fuma un cigarrillo mientras maldice la falta de clientes debido a la crisis económica argentina y a la ausencia de dinero en efectivo.
Hasta finales del año pasado, sus servicios sexuales costaban hasta 40 pesos, que significaban 40 dólares. Pero ahora, tras una devaluación que ha bajado a la mitad el valor de la moneda argentina, está dispuesto a recibir cualquier oferta antes de subir a un auto y cumplir con su cada vez menor clientela.
"Si me ofrecen cinco dólares (algo más de 10 pesos), voy", dice, haciendo cálculos que ese puñado de monedas le servirá para juntar lo que necesita para pagar sus gastos de vivienda, comida, maquillaje, ropa y a quien le brinda protección. Pero el negocio del sexo no sufre solamente en Argentina por la disminución de clientela debido a la devaluación o la falta de circulante desencadenado por una serie de restricciones a las operaciones bancarias, ya que la falta de trabajo y el hambre han empujado a "la profesión más antigua del mundo" a muchas personas.
Según datos oficiales, 4,5 millones de personas en edad de trabajar están sin empleo o subempleadas. Además el 45 por ciento de los 36 millones de argentinos vive en la pobreza y de ese grupo, cerca de 12 millones tienen menos de un dólar diario para vivir. "Ahora hay que esperar un poco más para conseguir un cliente.
Vienen, ven, se babosean y se van. Pocos concretan el servicio", asegura Vanessa mientras toma un café en un bar donde muchas mujeres ofrecen su cuerpo cerca del emblemático Obelisco de Buenos Aires. Blusa ceñida al cuerpo y un jean que deja en claro su bien formado cuerpo, Vanessa dice que pese a la crisis y a una inflación del 2,3 por ciento para enero, la más alta en la década, no piensa cambiar la tarifa por sus servicios.
"Hay pocos clientes. Tengo que trabajar un poco más ya que las cosas han subido de precio y no me alcanza tanto", añadió.
"Cada vez hay menos clientes, pese a que buscamos innovar y no hemos alzado los precios. Sólo se interesan los turistas, que para colmo han venido menos por el quilombo este", dice Facundo aludiendo a los problemas sociales, mientras reparte invitaciones para un club nudista en pleno centro de la ciudad. (Reuters)
   
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