Domingo 24 de febrero de 2002
 

En Chimpay transformaron la crisis con trabajo y reactivaron el aserradero

 

El otrora principal eje económico ha vuelto a dar ocupación a treinta personas.Emprendimientos ayudados por la comuna dan sustento a unas doscientas familias.

  CHIMPAY (AVM) - Al mal tiempo, buena cara. Ese parece ser el lema de los chimpayenses, que no desmayan ante una crisis que no tiene antecedentes en la Argentina. La receta es trabajo y más trabajo. Los resultados, subsistencia y dignidad.
Unas 200 familias de esta localidad son contenidas con diversos emprendimientos. Como laboriosas hormigas, hombres y mujeres salen casi junto con el sol a ganarse el pan.
Unos harán dulces y conservas, otros cajones y pallets para exportación. No falta una maestra recién recibida con ganas de poner en práctica lo que hasta ayer era sólo teoría. Otras nueve personas –por ahora – deben caminar un poco más, hasta las chacras. Allí, seis se dedicarán a labrar la tierra y cuidar los sembrados, mientras los otros seis preparan parvas de leña de frutales que comprará SEFEPA para el plan calor. Pero aún falta lo mejor. Un grupo de mujeres, apelarán a la ternura para brindar amor a un grupo de ancianos que no poseen familias, y que con el apoyo municipal, logran tener un techo donde cobijarse, además del desayuno, almuerzo, merienda y cena.
"Creemos que cuando la gente trabaja, se siente digna. Por eso buscamos esta alternativa que surge de la propia gente", comenta Hugo Funes, hermano del intendente, abocado a la cuestión social. "Yo, la verdad, que estoy aprendiendo aquí. Debo saber más de 500 recetas, pero aquí aprendí una nueva manera de aprovechar los zapallitos", cuenta Silvia, una mamá que esconde en su sonrisa diáfana las cuatro décadas de experiencia que le regaló la vida.
Un poco más allá, camino al santuario de Ceferino, como arrancado de los recuerdos, el aserradero ha vuelto a funcionar. "Tuvo su época de gloria allá por los años 45 o 46" recuerda el encargado de apellido Suárez. "En aquella época todo el mundo trabajaba acá. Después se terminó todo. Hubo varios intentos pero nunca volvió a ser lo que era".
El aserradero es mucho más que eso. Se trata de un emprendimiento puesto en marcha con el combustible de la Fe. Cuatro vecinos de la localidad decidieron hacerse cargo del lugar, luego de varias conversaciones trasnochadas. "Les habían comunicado que cerrarían definitivamente las puertas. Me vinieron a ver con la idea de que el municipio alquilara las máquinas y que ellos lo trabajarían. Lo decían tan convencidos y con tantas ganas que nos decidimos a realizar la experiencia piloto y parece que no nos equivocamos" cuenta el intendente Rogelio Funes. En el lugar trabajan más de 30 personas. Producen alrededor de 400 pallets y más de 4.000 jaulas por día.
"Si las cosas siguen así, es posible que haya trabajo para todo el año" dice el jefe comunal.
Por la tarde, llegan familias enteras. Como un ritual, la percusión de los martillos sobre la madera, va pariendo poco a poco, amarillas pilas de pallets. Los más chicos colaboran con papá y mamá que martillan sin descanso. "Mientras más trabajás, más ganás" cuenta sonriente Tránsito, que junto a su mujer, no cesan de apilar pallets, "porque por estos pagan más. Te dan 30 centavos por cada uno" –dice– a la vez que su mujer acota "por la tarde vienen los chicos y nos ayudan. Esto es muy bueno" reflexiona.
El mandatario municipal cuenta que la empresa se inició hace un mes. Por ahora los principales consumidores son algunas empresas con asiento en la localidad como Moño Azul y Tatede tuti. La materia prima la obtiene el municipio, haciendo compensación de deuda con algunas empresas o chacareros. A la entrada del aserradero, una vieja y abandonada maquinaria, observa cuánto menos esfuerzo deben realizar los hombres hoy. Suárez lo corrobora. "Antes la mayoría de los trabajos se hacían a mano. Hoy es todo mecánico, por eso se ocupa mucha menos gente. En aquella época, la única maquinaria era aquella" dice señalando al viejo y gigante tractor con ruedas de hierro.
"Al municipio el emprendimiento le sirvió no sólo para contener a las familias que consiguieron trabajo por tanto allí, sino que también creemos que vamos a tener utilidades en el reparto de ganancias" expresa Funes, el intendente de Chimpay. Asimismo aprovechará los desechos de madera, para el plan calor municipal, que dará leña a varios hogares de la localidad.
"A éstos (los 4 emprendedores a cargo del aserradero) les ha ido bien y se lo merecen -dice a "Río Negro" otro operario que no saca los ojos de la sierra que va convirtiendo en tablas a un grueso rollizo- dicen que este mes cada uno de los cuatro muchachos se lleva como 800 pesos libres" comenta con aire optimista. Casi seguro que ninguno de los emprendedores se hará rico. Pero se respira dignidad en cada jornada terminada.

"Me parece que fueran los "50"

Podría tratarse de una imagen de "Volver al Futuro". Pero nadie ha cambiado de época. Sólo que la historia, tiene estas cosas. El tradicional aserradero, que fue eje económico del pueblo por muchos años, ha vuelto a vivir. Pero, ya no está más la usina "frente a lo de Calvo", como recuerdan los memoriosos. Ya no pasa "Solito" engominado y chiflando valsecitos con percusión de pasos en el ripio, pero el aserradero volvió a renacer. "Me acuerdo cuando esto era de los Pérez Parra (una familia tradicional de Chimpay) todo el mundo a las siete y media de la mañana iba para allá. Nosotros los más pibes íbamos a la cajonera a hacer jaulas y los grandes a los trabajos pesados" cuenta un cincuentón al que le da vergüenza decir su nombre "por las cargadas cuando salga el diario". El hombre se pasa la mano por el pelo gris y agrega "Quién se iba a imaginar en esa época que el país iba a estar como está. Gracias a Dios que ahora más o menos le encontraron la vuelta acá con el aserradero. Yo los miro pasar y me parece que fueran los años 50. Claro que ahora es mejor. Hay luz eléctrica, todo es más liviano" recuerda.
No lo dice, pero los ojos aindiados denuncian que en su mente se escucha el monótono sonar del motor de la usina,. Esa misma mirada, añora el ruido del agua en las acequias que murieron atropelladas por el futuro que no se sabe por qué llegó tan apurado.

foto: Los pallets y cajones que fabrican son comprados por las frutícolas Moño Azul y Tatedetuti.

   
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