Sábado 23 de febrero de 2002
 

La eficiente responsabilidad de la tevé

 

Por Eva Giberti

  La sucesión de episodios, hechos, circunstancias y situaciones de índole política y social impregnó cada hora de cada día de los habitantes de nuestro país. Resultó muy difícil intentar destrabarse de la preocupación que ocupó un lugar privilegiado en los diálogos, en las expectativas y en la multiplicación de las colas frente a los bancos, en las manifestaciones y en las asambleas barriales. La responsabilidad máxima para que sucediera de este modo estuvo a cargo de la tevé y de los programas de radio. Descuento que en todo el país se veían y se miraban atentamente las imágenes que reflejaban y luego reproducían lo que sucedía en diversas ciudades argentinas. Esa inclusión en el ámbito de vida doméstica y también laboral funcionaba como mecha o como cadena de transmisión que autorizaba la sintonía con lo que ocurría en cada lugar. Y capitalizaba la propia participación como un derecho y también como una necesidad.
La función de la tevé, habilitando imágenes entusiastas de las protestas, se constituyó en la excelencia de la información y de la decisión participativa. Así como la habitual y sistemática violencia de la policía que reiteradamente cargó contra manifestantes pacíficos podía tornar recomendable prescindir de la concurrencia a una plaza convocante, también los comentarios de los conductores de los programas producían un efecto contrario al describir: "A pesar de la represión, la gente volvió esta noche a Plaza de Mayo demostrando que no le teme a la acción policial, porque se trata de manifestaciones pacíficas. Y no se van a dejar amedrentar por las provocaciones policiales". Este era uno de los mensajes que circularon y, efectivamente, dicha violencia represiva, nítidamente filmada y videada, no disminuyó la asistencia a los cacerolazos ni a las reuniones en las esquinas, ni a los encuentros en las plazas de nuestro país.
La presencia doméstica de la tevé constituyó la evidencia de la transformación que se opera actualmente en la vida de las naciones.
Alvin Toffler sostenía que esta presencia tecnológica que la tevé implica constituye un "acontecimiento tan profundo como aquella primera ola de cambio desencadenada hace diez mil años por la invención de la agricultura, o la sísmica segunda ola de cambio disparada por la Revolución Industrial. Según el autor, "la humanidad se enfrenta a la más profunda conmoción social y reestructuración creativa de todos los tiempos".
La experiencia que se obtiene mediante estas imágenes-movimiento, videadas, adquieren carácter de circunstancias dominantes y genera la expectativa de lo que vendrá: ¿cómo será la imagen siguiente? Puesto que cada video, cada filmación documental proyectada constituye un documento de representaciones cambiantes. Dado que, además, dichas imágenes se instituyen como partes clave de la cotidianidad, y actualmente se insertan casi como una obligatoriedad para "saber qué pasa" y propician nuevos mecanismos de simbolización en la creación de ideas y de posicionamientos sociopolíticos.
Esta transformación en los modos de pensar, relacionada con las imágenes-movimiento, y también transformación en la manera de reaccionar activamente: "Yo no me quedo en casa, también voy a la manifestación", tendrá que ser asumida por quienes manejan los dispositivos de poder político, cualquiera sea su pertenencia.
Las evidencias que aportan los videos obtenidos por los camarógrafos de los canales de tevé y por algunos videastas espontáneos se convirtieron en documentos para las intervenciones judiciales-penales que actualmente se practican. Así como el intento de censurar las imágenes que el 19 y 20 de diciembre aparecían en los canales de tevé dan cuenta de los efectos de dicha transformación. En la cual, como un hecho significativo, los videos mostraron continuamente la presencia de niños y de niñas sacudiendo cucharones y cacerolas, mientras otros dormitaban en sus cochecitos a la vera de las fuentes de la Plaza de Mayo mientras su mamá y su papá cantaban y gritaban palabras que denunciaban la consistencia de sus reclamos.
En otros tiempos algunas personas hubiesen opinado: "¡Qué irresponsables! ¡Cómo llevan a una criatura a una manifestación!" Actualmente el comentario suele ser otro: "Fuimos con los chicos porque por tevé se veía que todo estaba tranquilo...y que había mucha gente con sus hijos...".
Este es uno de los efectos de esta revolución tecnológica que, por lo menos en esta oportunidad, contribuyó en la alianza ciudadana reclamando por sus derechos.
Eso implica grandes transformaciones no sólo para el ordenamiento simbólico general que mediatiza toda nuestra relación con la representación, sino también y consecuentemente para la totalidad de los dispositivos sociales de producción, transmisión y experiencia de la imagen y lo visual en las sociedades actuales.
Es por lo tanto inevitable asumir que esas grandes transformaciones han de afectar no sólo a las prácticas artísticas, sino también a los modos en que la práctica de la crítica de arte pueda desarrollarse frente a ellas.
     
     
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