Jueves 21 de febrero de 2002
 

El proteccionismo de la OMC

 

Por Eduardo Basz

  Los ideólogos del "libre comercio" se mofaron de los Teamsters y las tortugas que se dieron cita en Seattle hace dos años, protestando contra la indiferencia de la OMC (Organización Mundial del Comercio) hacia el medio ambiente y los trabajadores. La OMC era la última y mejor esperanza de los pobres del mundo, dijeron.
Mas las reglas de la WTO representan, según cualquier estimación honrada, una pérdida neta para los países en vías de desarrollo del mundo. De hecho, ésa es una de las principales causantes de la falta de progreso en la reunión ministerial recién concluida en Doha, Qatar: estos países están comenzando a defender sus intereses.
Es irónico pero apropiado que uno de los principales puntos de disputa entre el Norte y Sur fue el desacuerdo sobre "derechos de propiedad intelectual". Se llegó a un acuerdo en Doha, mas éste no resolverá de ninguna manera este tema contencioso. La OMC se ha presentado a sí misma como una organización dedicada al "libre comercio", sin embargo sus reglas sobre propiedad intelectual -por ejemplo, las patentes- constituyen la forma más costosa y peligrosa de proteccionismo en el mundo.
Si sumamos el costo de este proteccionismo a los países en vías de desarrollo, asciende a las decenas de miles de millones de dólares anuales, tal vez aún más. Aun si Estados Unidos, Europa, Japón y otros países ricos abrieran sus mercados más allá de las expectativas de toda persona razonable, a las exportaciones de los países en vías de desarrollo no compensarían las pérdidas de estos últimos por concepto de derechos de propiedad intelectual extranjera.
Un número creciente de economistas prominentes ha empezado a ver este proteccionismo como injusto e incongruente con el espíritu del libre comercio que apoya la mayoría de la profesión. Entre estos economistas se incluyen a Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel de este año; Jagdesh Bhagwati, de la Universidad de Columbia; y economistas decanos del Banco Mundial.
Desde un punto de vista económico, los monopolios creados por patentes o por derechos de autor son analíticamente iguales a las distorsiones creadas por los aranceles o por la cuotas de importación. La diferencia principal es que los monopolios de patentes multiplican el precio del producto protegido muchas veces más de lo que lo hace un arancel normal. Así que resulta natural que los economistas se opongan a reglas que amplían estos reglamentos gubernamentales sobre la competencia internacional, especialmente en una organización supuestamente dedicada a extender los beneficios del "libre comercio".
En el otro lado se encuentran funcionarios de Estados Unidos, Suiza, Japón y otras naciones que son sede de los principales actores dentro de la industria farmacéutica. En gran parte para su vergüenza, estos funcionarios han buscado limitar tanto como sea posible el derecho de los países en vías de desarrollo de aumentar el acceso a medicamentos esenciales a través de la competencia mediante medicamentos genéricos.
Las consecuencias de vida o muerte de este proteccionismo se han hecho evidentes durante los últimos años conforme se descubrió que las drogas contra el sida, que mantenían viva a la gente en Estados Unidos por $10.000 dólares al año, están disponibles en su forma genérica por menos de $350 dólares. En tres ocasiones durante los últimos tres años, la posición vergonzosa a nivel internacional del gobierno de Estados Unidos y las compañías farmacéuticas los ha obligado a abandonar intentos de impedir que tales medicamentos genéricos lleguen a los pueblos de los países en vías de desarrollo, en los cuales unos 36 millones de habitantes padecen del VIH o de sida.
El caso más reciente fue en la OMC misma. En enero, el gobierno de Clinton desafió las leyes del Brasil que tratan con la fabricación e importación de medicamentos genéricos contra el sida. Estas leyes formaban parte importante del increíblemente exitoso programa brasileño de tratamiento del sida, que ha reducido a la mitad el número de muertes relacionadas con esta enfermedad en años recientes. El gobierno brasileño se mantuvo firme y Washington desistió en junio.
El arreglo en Doha no modificó el lenguaje jurídico de la OMC respecto de los productos farmacéuticos, pero sí ofreció una declaración política que se cree facilita a las naciones en vías de desarrollo a usar medicamentos genéricos para emergencias en materia de salud. Pero no hay nada que salve a una estructura cuyos cimientos están podridos. Aun si arregláramos los TRIPS (Trade Related Aspects of Intellectual Property Rights) (Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio), todavía quedarían los TRIMS (Trade Related Investment Measures) (Medidas en Materia de Inversión Relacionada con el Comercio) y el GATS (General Agreement on Trade in Services) (Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios).
Toda esta sopa de letras tiene la misma función básica: limitar las opciones de desarrollo disponibles a gobiernos representativos y subordinar las necesidades de los países en vías de desarrollo a las necesidades de las corporaciones transnacionales y bancarias.
Se ha convertido en una perogrullada que la OMC debe avanzar, porque los pobres y los débiles necesitan un "sistema basado en reglas" para el comercio internacional. Mas eso depende de las reglas. Tal vez exista una manera para hacer que el comercio y la inversión internacional en expansión les sirvan a las necesidades de la humanidad, pero no la encontraremos dentro de la Organización Mundial del Comercio.
     
     
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