Lunes 18 de febrero de 2002
		La masacre de estudiantes duele a México tres décadas después
		Por Andrew Hurst
		Fue la noche más oscura en la historia moderna de México. Y más de 30 años después, la herida sigue abierta. Semanas antes de la triunfal inauguración de los Juegos Olímpicos de 1968, decenas -algunos dicen cientos- de estudiantes fueron matados a balazos por soldados y policías, mientras se reunían para una masiva protesta en la capital. El episodio se grabó con fuego en la conciencia nacional y es recordado como "La masacre de Tlatelolco", nombre de la céntrica plaza de la ciudad de México donde ocurrió. Muchos creen que sólo hasta que se sepa la verdad completa sobre los sucesos que aún flotan como fantasmas en la nación, la transición del país de un gobierno autoritario a una democracia vibrante no estará completa. "Tiene mucha resonancia en estos días porque el poder de la policía mexicana sigue violando los derechos humanos", dijo Delal Baer, experta sobre asuntos de México para el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS) en Washington. "Este es un trauma que ha ocupado a muchos mexicanos prominentes. La generación de Tlatelolco está entre sus 40 y 50 (años) y muchos de ellos están en el pico de sus vidas adultas", agregó. Historiadores afirman que la caída del por siete décadas dominante Partido Revolucionario Institucional (PRI), derrotado en las urnas en el 2000, comenzó en Tlatelolco cuando los mexicanos descubrieron que un movimiento estudiantil que exigía democracia podía ser aplastado sin piedad. La tragedia expuso el lado oscuro del PRI, que nunca había sufrido un reto directo a su autoridad y que casi siempre había gobernado mediante la captación de sus críticos y no mediante la violencia. El gobierno del presidente Vicente Fox afirma que busca derramar luz en la masacre como parte de una campaña para exponer las supuestas violaciones del caído régimen del PRI. Luces de bengala y guantes blancos De lo que ocurrió, esto es lo que se sabe: mientras la multitud se reunía para escuchar discursos de los líderes estudiantiles, un destello iluminó la noche y agentes vestidos de civil, que vestían un solo guante blanco para identificarse, abrieron fuego en aparente respuesta a la señal. Luego, soldados de uniforme que habían tomado posiciones en diversos lados de la plaza avanzaron con bayoneta calada, provocando la estampida de los asustados protestantes. Mientras la noche avanzaba, decenas de muertos, moribundos y heridos fueron llevados a hospitales y salas de autopsia. La cantidad exacta de cuántos murieron y quién dio la orden a los hombres de guante blanco del misterioso "batallón Olimpia" para que abrieran fuego ha estado bajo discusión desde entonces. El entonces presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, luego asumió la responsabilidad de la masacre, argumentando que salvó a la nación del comunismo, pero la elite gobernante de entonces ha mantenido una conspiración de silencio. Ahora, con el PRI fuera del poder, se vislumbra la posibilidad de que los oscuros acontecimientos de esa noche de octubre puedan ser revelados. La Corte Suprema de México ha ordenado a la fiscalía pública abrir una investigación sobre los asesinatos. Se espera que se designe un fiscal especial. Fotografías sin publicar de víctimas de la masacre, reveladas esta semana en el diario El Universal, han recordado a los mexicanos el salvajismo del suceso. "Creo que es algo que se debe aclarar. Está perfectamente claro quiénes iniciaron la balacera", dijo Luis González de Alba, quien como líder estudiantil de 23 años fue testigo. González de Alba sospecha que el "batallón Olimpia", una fuerza militar creada para vigilar la seguridad de los Juegos Olímpicos, tenía órdenes del entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría. Echeverría sucedió a Díaz Ordaz como presidente en 1970 y sus seis años en el poder fueron el punto de observación de una "guerra sucia" de la milicia contra insurgentes de izquierda que cobró cientos de vidas. (Reuters)
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