Lunes 4 de febrero de 2002
 

Chile se arma, para mal de todos

 

Por Andrés Oppenheimer

  Justo cuando parecía que Sudamérica estaba cerca de resolver sus principales conflictos fronterizos y que por fin destinaría parte de sus recursos militares a financiar programas sociales, Chile acaba de anunciar que comprará 10 aviones de combate F-16 por más de $ 660 millones.
La ministra de Defensa chilena Michelle Bachelet dijo ayer que la esperada decisión de su país tiene como objetivo "reemplazar equipos obsoletos"" y "no debería ser vista como el comienzo de una carrera armamentista"".
Pero la noticia ha caído como un balde de agua fría en Perú y Bolivia, que tienen viejos problemas territoriales con Chile. Y en todas partes, muchos se preguntan por qué Chile está comprando armas sofisticadas en un momento en el que sus relaciones con los países más poderosos de la región -Brasil y Argentina- están mejor que nunca, gracias a dos décadas de democracia y creciente cooperación militar.
Además de los F-16, Chile ha comprado recientemente 200 tanques alemanes Leopard de segunda mano y ha ordenado construir dos submarinos en Francia. También tiene programado iniciar el año que viene la construcción de cuatro fragatas alemanas Meko, valoradas en $1.200 millones.
En una entrevista telefónica, el primer ministro del Perú, Roberto Dañino, me dijo ayer que "obviamente esto -comprar armas- va a crear una presión regional"". Añadió que "es una decisión soberana que nosotros respetamos, pero no es una decisión estimulante para el proceso de recortes militares que hemos propuesto"".
El presidente del Perú, Alejandro Toledo, propuso el año pasado congelar las compras de armas ofensivas en la región. Los funcionarios chilenos dicen que Toledo estaba jugando al Mahatma Ghandi porque el Perú ya había modernizado sus fuerzas armadas con MiG 29 rusos y con aviones franceses de combate Mirage 2000.
Muchos funcionarios civiles de la región dicen privadamente que Estados Unidos tiene parte de culpa de las nuevas tensiones, por su decisión de 1997 -promovida por fabricantes de armas norteamericanos- de levantar la prohibición de vender armas sofisticadas a Latinoamérica que Washington había impuesto dos décadas antes.
Un alto funcionario latinoamericano también me señaló que Otto Reich, el recientemente nombrado jefe de la sección de América Latina del Departamento de Estado americano, trabajó hasta hace poco como un lobbysta para la venta de F-16 a Chile. "Esperamos que no presione para la venta de más armas americanas desde su nuevo cargo"", me señaló el funcionario.
¿Es justo criticar a Chile por la compra de los F-16? Varios expertos militares defienden la decisión. Dicen que 10 F-16 no van a alterar el equilibrio militar regional, especialmente cuando el gobierno norteamericano ha prohibido temporalmente la venta de sofisticados misiles Amram para equiparlos.
Y otros dicen que Chile, cuya economía brilla comparada con la de sus vecinos, hace bien en prepararse para posibles amenazas en el futuro.
"Chile está comprando armas que podrá usar durante los próximos 30 años"", dice Boris Saavedra, un general retirado de la Fuerza Aérea venezolana, que trabaja como consultor en Washington D.C. "Uno puede tener las mejores relaciones con sus vecinos hoy, pero nadie sabe lo que puede suceder dentro de 30 años"".
Aun así, estos argumentos no me convencen. La compra de los F-16 no parece responder a una decisión de interés nacional del gobierno democrático de Chile, sino a una imposición de los militares.
Las Fuerzas Armadas chilenas operan como un enclave autoritario en un Estado democrático desde los días del régimen militar del general Augusto Pinochet. Por ley, los militares obtienen un 10% de los ingresos por la exportación de cobre, y usan ese dinero -y otro- para comprarse nuevos juguetes.
No hay nada de malo en que Chile reemplace a sus aviones obsoletos. Pero la cuestión es si Chile realmente necesita aviones de ataque de última generación, o si podría haber comprado algo menos costoso, que no despertara tantos temores de una carrera armamentista.
América Latina ya está gastando demasiado en armas. Según el Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo, un grupo que monitorea los gastos militares de todo el mundo, la compra de armas en América del Sur ya ha aumentado de $ 16.500 millones en 1991 a $ 26.300 millones en el 2000.
"Esto introduce un nuevo sistema de armamentos en la región y va a producir la impresión de que Chile es país armamentista"", dice Raúl Sohr, director del Instituto de Estrategia y Estudios de la Seguridad Internacional de la Universidad La República de Chile. "Podrían haber comprado aviones de segunda mano y reequiparlos por mucho menos"".
Estoy de acuerdo. En momentos en que la mayor parte de Sudamérica enfrenta la peor crisis de su historia reciente, y los cacerolazos se extienden por toda la región, lo último que se necesitaba era crear nuevas presiones para gastar millones en armas sofisticadas. Una mala decisión, en un peor momento.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación