Martes 26 de febrero de 2002
 

Nos duele también

 

Que los españoles hayan debido enviar comida a un país que exporta productos alimenticios da vergüenza.

  En los países relativamente ricos, es común que las iglesias y diversas organizaciones humanitarias hagan colectas para las víctimas de las catástrofes naturales y guerras que son tan frecuentes en el llamado Tercer Mundo, pero no lo es que lo hagan para ayudar a los habitantes de un país democrático, con un producto per cápita respetable, en el que la naturaleza siempre ha sido generosa y las guerras un fenómeno exótico. Sin embargo, esto es precisamente lo que está ocurriendo estos días en Europa occidental. El domingo, la Iglesia Católica y Cáritas de España recibieron casi seis millones de dólares de manos de los asistentes a misa para enviar a los pobres de la Argentina y se espera que en otros países europeos los conmovidos por el drama nacional reaccionen de la misma manera en el marco de una campaña denominada "Argentina nos duele", pero sorprendería que aportaran tanto como los españoles que últimamente han estado recordando que después de la guerra civil los gobiernos argentinos mandaron barcos de ayuda, aunque han preferido pasar por alto que aquel gesto tuvo mucho que ver con su simpatía no oculta por una dictadura derechista.
De todos modos, si bien a esta altura muchos suponen que cualquier ayuda será bienvenida, el que los españoles se hayan sentido impulsados a enviar comida y elementos médicos a un país cuya exportación principal consiste en productos alimenticios y que es más que capaz de producir sus propios medicamentos debería ser motivo de profunda vergüenza para toda la clase dirigente. Por concentrarse tanto en sus propias actividades corporativas, ha olvidado que también le corresponde administrar con cierta eficacia el país, tarea que, obvio es decirlo, incluye la creación y manejo de organismos que, de funcionar, nos permitirían prescindir de la caridad ajena. Después de todo, sería razonable suponer que a pesar de la crisis económica las autoridades actuales estarían en condiciones de atenuar las penurias extremas que tanto horror están ocasionando en Europa. En público por lo menos, empero, nuestros dirigentes políticos no han tomado la generosidad de los españoles -muchos de ellos muy pobres también- por una crítica devastadora, una que es mucho más elocuente que la ira de los caceroleros y piqueteros, de su propia inoperancia. Antes bien, con humildad algunos han preferido manifestar su satisfacción por la solidaridad española como si la existencia de buenos sentimientos en otra parte del mundo sirviera para reducir su responsabilidad personal por el colapso de la economía nacional.
Aunque los montos que recaudarán de esta forma los amigos de la Argentina en el exterior serán meramente simbólicos -aquellos seis millones de dólares aportados por los españoles constituyen una gota en el océano en comparación con las sumas que suelen gastarse en programas sociales más ortodoxos-, el simbolismo que suponen dista de ser trivial. Por cierto, de consolidarse la noción de que la Argentina sea un país víctima de vaya a saber cuáles fuerzas malignas que, al igual que los lugares más miserables del planeta, no sólo depende de la generosidad ajena sino que tiene el pleno derecho a pedirla, será muy poco probable que logre sustraerse al pantano profundo en el cual se está debatiendo desde hace tantos años. Así las cosas, hubiera sido más sano que los dirigentes nacionales reaccionaran con indignación ante la iniciativa de la Iglesia Católica española, jurando en privado que no tardarían un solo minuto en tomar las medidas necesarias para mostrarle que la Argentina es perfectamente capaz de valerse por sí misma: al menos hubieran dejado en claro que entendían que la solución de los problemas nacionales depende exclusivamente de sus propios esfuerzos. Si bien hay muchos países que por razones naturales o culturales no serán "viables" en el futuro previsible y que por lo tanto siempre dependerán de los sentimientos caritativos de los habitantes del Primer Mundo, no existe ningún motivo que no sea "político" por el que la Argentina habría de formar parte de este pelotón de perdedores anunciados. Por el contrario, en buena lógica debería ser un país donante que ayude a los menos afortunados estén en América Latina, Africa o Asia y en que la mera idea de que extranjeros organicen una colecta para los pobres locales provocaría incredulidad.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación