Sábado 9 de febrero de 2002
 

El mismo juego

 

Aun cuando el FMI decidiera entregarnos otro préstamo, sólo se trataría de un alivio pasajero seguido por una recaída nueva y con toda probabilidad más brutal.

  Algunas cosas no cambian. Una vez más, un gobierno nacional está tratando de convencer al FMI de que las medidas económicas que ha propuesto son más que adecuadas, pero, según se ha informado, las negociaciones están resultando ser muy "duras" debido al escepticismo de los técnicos extranjeros. Como suele suceder en estas ocasiones, los representantes gubernamentales dan a entender que la sociedad sencillamente no podría soportar un plan más severo, insinuando de este modo que el Fondo quiere hambrear a los argentinos. En otras palabras, lo que en buena lógica debería ser la prioridad no sólo del gobierno sino de la clase política en su conjunto, hacer un esfuerzo auténtico por formular un plan que sea lo suficientemente realista como para que el país lograra sustraerse al pozo en el que se ha precipitado, se ha visto transformado en un nuevo episodio de la "lucha" entre sus representantes y un organismo que para muchos simboliza lo peor del capitalismo internacional. Mientras que voceros oficiales hablan de lo imposible que a su juicio sería reducir más el gasto público o aumentar los impuestos, los economistas del Fondo señalan que, a menos que lo hagan, la crisis continuará agravándose porque al gobierno no le será dado gastar lo que no tendrá. Claro, el FMI podría ayudar a bicicletear el problema así planteado enviándonos más dinero, pero parecería que la comunidad internacional no está dispuesta a seguir pagando a la Argentina subsidios gigantescos con la esperanza de que los aproveche para llevar a cabo las profundas reformas estructurales que le permitirían valerse por sí misma. Es lo que hizo durante muchos años, con los resultados catastróficos que todos conocemos.
No cabe duda de que la relación de la Argentina con el FMI le ha venido de perlas a los muchos norteamericanos que opinan que sería mejor suprimirlo por completo porque su mera existencia invita a la irresponsabilidad. Desde su punto de vista, en demasiados países los políticos se han acostumbrado a hacer del FMI su chivo expiatorio favorito, atribuyéndole la autoría de todas las medidas antipáticas que podrían costarles votos, actitud que tarde o temprano los lleva al extremo absurdo de pretender defender al pueblo comprometiéndose con estrategias que son intrínsecamente inviables. En este ámbito por lo menos, los colaboradores del presidente norteamericano George W. Bush concuerdan con aquellos izquierdistas y sindicalistas que quisieran que el país rompiera con el FMI, aunque sus motivos son totalmente distintos. Conforme a los críticos conservadores del organismo, la eliminación del chivo expiatorio obligaría a los políticos tercermundistas a asumir por fin todas sus responsabilidades. Puede que estén en lo cierto, pero puesto que el aprendizaje tendría que ser costeado por los treinta millones o más de argentinos que se verán arruinados si la economía sigue desintegrándose, convendría que el gobierno actual redoblara sus esfuerzos por ponerse a la altura de las circunstancias.
La exigencia planteada por el FMI, integrantes del gobierno estadounidense y líderes europeos de que el ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, formule un plan que sea "coherente y sustentable" no debería tomarse por una manifestación más de la "dureza" del Fondo y del gobierno de Estados Unidos o de su hipotética voluntad de hacer sufrir a los argentinos. En buena lógica, quienes deberían estar reclamándolo con más insistencia son los argentinos mismos. Es que aun cuando el FMI, alarmado por las perspectivas sociales, decidiera aflojarse y entregarnos otro préstamo a pesar de sus dudas en cuanto al valor de las propuestas duhaldistas, sólo se trataría de un alivio pasajero seguido por una recaída nueva y con toda probabilidad más brutal. Un plan incoherente significará más pobreza y por no ser "sustentable" aseguraría que el país continuara despilfarrando aquellos recursos que aún le queden, de suerte que la víctima principal de la incapacidad para producir uno será la población del país, realidad que siguen procurando ocultar los muchos políticos que, a pesar de todo lo ocurrido en el transcurso de los años últimos, aún se resisten a entender que engañar al FMI vendiéndole bodrios es lo mismo que estafar a sus compatriotas.
     
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación