La idea de que resultaría fácil construir una "alternativa" al "modelo liberal" ha tenido consecuencias devastadoras.

Ilusión muerta


  Muchos que en el curso de la segunda mitad de los años noventa insistían en que la mejor manera de revertir la recesión consistiría en salir de la convertibilidad, dejar de pagar la deuda pública y, desde luego, abandonar "el modelo" en favor de un esquema radicalmente distinto, ya habrán aprendido que la impaciencia suele ser un pésimo consejero. Aunque de por sí algunas de las medidas que recomendaban los convencidos de que resultaba cada vez más contraproducente intentar defender el uno a uno eran razonables, la forma en que las ha aplicado el gobierno que surgió de la confusión ocasionada por el colapso de la gestión del presidente radical Fernando de la Rúa no ha producido ninguna mejora económica y dadas las circunstancias es poco probable que lo hagan. Por el contrario, la oficialización del default que tantos festejaron ha provocado más dificultades, la devaluación decretada entre gallos y medianoche ha causado un sinfín de problemas de toda clase y, obvio es decirlo, "el modelo" insinuado desde el llano por el presidente Eduardo Duhalde y otros populistas sigue siendo nada más que una aspiración vaga que se resiste a concretarse y que con toda seguridad no se materializará jamás. Parecería que lo único que querían decir era que no les gustaba para nada el estado del país. Para colmo, luego de un mes en la Casa Rosada es evidente que, lejos de disminuir, la dependencia del país de la ayuda externa se ha hecho casi absoluta, de ahí las cartas que Duhalde ha enviado a Washington en busca de "asistencia urgente" y la voluntad indisimulada de su gobierno de convencer al FMI de que no es ni populista, proteccionista ni dirigista sino serio, amigo de la libertad de comercio y tan respetuoso del mercado como el que más.
La idea, muy popular entre los políticos radicales, frepasistas y peronistas, los "intelectuales" y una parte significante del clero, de que resultaría fácil construir una "alternativa" al "modelo neoliberal", ha tenido consecuencias devastadoras para la mayoría de los habitantes del país. Es que concentrarse en las deficiencias flagrantes del "modelo" resultó ser tan sencillo y tan atractivo a los deseosos de ser tomados por solidarios, cuando no por "imaginativos", que muy pocos se dieron el trabajo de pensar en lo que sería necesario hacer para reemplazarlo por otro. Según parece, nunca se les ocurrió que para que funcionara un esquema más estatista éste requeriría instituciones que fueran incomparablemente más eficaces que las que en efecto se dan. Por cierto, ningún movimiento político hizo un esfuerzo por mejorar el desempeño de la administración pública, el PAMI, la Anses o cualquier otro organismo que, de implantarse un día "la alternativa", tendrían que cumplir un papel fundamental en la nueva Argentina, de modo que sus ataques contra el "modelo neoliberal" eran puramente destructivos. Lograron hundirlo, eso sí, pero puesto que no tienen a mano nada que serviría para sustituirlo, se han visto reducidos a intentar reflotar lo que queda de él.
Así las cosas, sería de suponer que la clase política nacional, por fin consciente de su incapacidad para crear y manejar un "modelo" que fuera radicalmente distinto del denominado "neoliberal", se conformaría con intentar mejorar el funcionamiento del país realmente existente, pero desafortunadamente no es demasiado probable que lo haga. Sus integrantes están tan acostumbrados a negarse a enfrentar desafíos difíciles, so pretexto de que lo que hay que hacer es transformar absolutamente todo ya, que sería asombroso que muchos se curaran del vicio de hablar en torno de utopías a fin de incomodar a quienes tratan de mejorar lo que efectivamente existe. Esta táctica les ha sido tan provechosa, permitiéndose mantenerse durante muchos años en la cumbre de la política nacional, que sería poco realista pedirles descender a la tierra donde viven las personas de carne y hueso que, gracias en buena medida a la demagogia de los vendedores de ilusiones, han sido privadas de la esperanza de poder disfrutar un día de una vida que acaso sería menos perfecta que la prometida por ciertos "dirigentes", pero que por lo menos sería mejor de lo que es posible en la Argentina actual.
 
 
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