Miércoles 20 de febrero de 2002

 

Dragones del sur

 
 
Con una precaria autorización firmada por nuestros padres cruzábamos la frontera en esa zona donde épocas atrás los cartógrafos dibujaban dragones. Ibamos a gastar unos enormes billetes anaranjados en los bares de Río Turbio. Las chicas tenían otra mirada y usaban jeans ajustados que invitaban al paraíso.
Nunca nos planteamos si aquéllo era la Patagonia. Conocíamos los secretos del sur, y que, bien o mal, habíamos nacido con el signo del bajo cero sobre las cabezas. Daba lo mismo de qué lado sonreía el amor. Sin sentir nada especial nos considerábamos miembros de lo profundo. Como cualquier ovejero de la inmensidad santacruceña que por lo general terminaba siendo un abuelo o un tío.
Tampoco ellos albergaban la disyuntiva. Cualquier día uno daba el salto y encontraba trabajo en la Argentina. La Patagonia, vamos viejo, ésas eran palabras mayores. Santo nombre.
Con el tiempo fuimos atravesados por los intereses de otros cuyas pasiones quedaban lejos de los escotes de las Cecilias y las Susanas: supimos de las visiones de Don Bosco y del abrazo entre Julio Argentino Roca y Federico Errázuriz junto al estrecho de Magallanes. Su adultez extra-patagónica nos hizo descubrir que la palabra constituía una marca.
La Patagonia es hoy, como siempre, un acto lisérgico, un espacio para la creatividad. Fuente de inspiración tanto para Jeremy, un inglés que acaba de poner un bar en Puerto Natales, como para Juan Matamala, exquisito historiador de El Bolsón. Alguna vez, en esos encuentros de "Bueyes Perdidos", junto a don Nicasio Soria o Carlos Casalla, se nos hizo evidente que al sur del río Colorado las pasiones se parecen.
Por sobre los temores ultranacionalistas hay una determinación más íntima: de éste y del otro lado de la cordillera somos hijos del extremo. Raza del mismo sur. Son los laberintos del poder los que delimitan y usan las fronteras territoriales, ya que no las del espíritu. A tales cajas fuertes van a parar las denominaciones indígenas o las formas enunciativas del sur.
Que si es Araucanía, que si es Patagonia, son dudas que no nos quitan el sueño. Aunque para su calma, la de ellos -la nuestra está satisfecha- podemos regalarle medicina apropiada a ese tipo de mal: Onas es la marca de una empresa española de comunicaciones; alacalufe, yámana y tehuelche están registradas por americanos e italianos; Patagonia es una marca de ropa norteamericana; Lucas Bridges, un hijo de ingleses, fue el primero en confeccionar un diccionario indígena en Tierra del Fuego; José Menéndez nació pobre en la parroquia de Miranda, España, y juró volver rico a su tierra; lo hizo después establecer una compañía en el sur de Sudamérica con bases en Chile y la Argentina; gran parte de los guías que trabajan en el Parque Nacional Torres del Paine son argentinos.
De cara al viento nos sabemos parte de una región donde los dioses no se atreven. Donde aún se puede hacer aquello que representa la tan golpeada palabra civilización. La oportunidad de fundar un alma sin miserias.

Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar

   
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