Jueves 10 de enero de 2002

 

En medio de la selva crece el buen café

 

Inmigrantes alemanes lo cultivan en armonía con la naturaleza

  En "La Selva Negra" de Nicaragua crecen mangos, aguacates y cipreses, y largas hileras de palmas yuca bordean los senderos llenos de sombra. Pero en las copas de los árboles no suena el grito del cuco, sino el gruñido del mono aullador, que a veces se mezcla con el bufido del puma. A orillas de un lago pintoresco, las casas con sus techos inclinados y puerta-ventanas recuerdan el origen de los habitantes de esta región del centro de Nicaragua.
"La Selva Negra" es una finca cafetera con mucho bosque, dentro de la cual hay un hotel. Cerca de la cabecera provincial de Matagalpa, a unos 150 kilómetros al norte de la capital Managua, descendientes de inmigrantes alemanes cultivan un café de alta calidad, y tratan de hacerlo en armonía con la naturaleza.
El clima templado que reina en esta región de 1.200 metros de altura también ha convertido a "La Selva Negra" en un destino de preferencia de excursionistas que huyen del calor de la llanura nicaragüense.
Es imposible errar el camino que conduce al hotel, ya que en un entronque un viejísimo carro de combate señala la dirección. El colono Eddy Kuehl, cuyo abuelo era oriundo de la ciudad de Kiel, en el norte de Alemania, lo colocó allí porque recuerda una época turbulenta de la historia de Nicaragua: la rebelión popular contra el dictador Anastasio Somoza, quien fue derrocado en julio de 1979 y cuya Guardia Nacional perdió el tanque cerca de la finca en una emboscada de la guerrilla sandinista.
La historia de "La Selva Negra" se remonta a mediados del siglo XIX.
Algunos emigrantes alemanes que viajaban a California en busca de vetas de oro decidieron quedarse en Nicaragua, donde introdujeron el cultivo del café y fundaron haciendas con nombres germanos como "Bavaria", "Prusia" o "Sajonia".
En la finca crecen, además del café, plátanos, árboles frutales y papas, y en los prados pastan vacas como en las montañas de mediana altura de Alemania.
La familia Kuehl está orgullosa de su modelo agrícola ecologista. De las aguas residuales del lavado del café se extrae gas metano para calentar los hornos de las tortillerías; las cáscaras de los granos de café y las algas del lago son transformadas en fertilizantes; la cascarilla del arroz es utilizada como herbicida; los gansos se comen la mala hierba en los cafetales, e incluso la sangre de los pollos sacrificados se aprovecha, como sustancia nutritiva para los cañaverales. (DPA)

Foto: En la finca crecen, además del café, plátanos y en los prados pastan las vacas.

   
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