Lunes 21 de enero de 2002 | ||
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Cómo viven y de qué trabajan los argentinos |
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Una de las fotos de esta Argentina de principio de siglo es la de las colas en las embajadas españolas e italianas de quienes buscan un futuro fuera del país. Es la contracara de aquellas fotos en blanco y negro que mostraban los miles de inmigrantes europeos llegando al puerto de Buenos Aires hace cien años. Hoy, los descendientes de aquellos hombres y mujeres reviven las esperanzas y los sinsabores de la inmigración. Pero, ¿con qué se encuentran los argentinos que llegan ahora a Europa? ¿Qué hacen, cómo viven, de qué trabajan? Este es un reportaje sobre la última ola inmigratoria argentina a España. |
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BARCELONA, España (Especial, por Alejandro Rost)- La mayoría llegó escapando de la crisis, aunque también están los que vinieron para perfeccionarse. Unos tienen estudios universitarios, otros no terminaron el secundario. Aquí se ganan la vida como pueden: de mozos, vendiendo empanadas, cargando cajas, en un circo, pintando paredes, o consiguiendo alguna beca de estudios. Unos lograron obtener un permiso de trabajo, otros todavía sufren por no tener los papeles en regla. Unos piensan en volver, otros ya imaginan su futuro aquí. Es la última oleada de argentinos que busca en España un lugar para vivir. • Mario, un poco de Puerto Madryn y otro poco de Río Colorado. Hace diez meses puso una rotisería de empanadas en el barrio de Gracia, en Barcelona. Vende las minutas clásicas argentinas desde el "matambre con rusa" hasta la "milanesa con fritas". "Me decidí a venir cuando ganaron los radicales", dice, detrás de un mostrador donde lucen varias fotos de Maradona y más allá una camiseta de Boca. Antes de soltar amarras en Argentina, este exmarinero en San Antonio y Madryn y exchacarero en Río Colorado, soltero, vendió todo: la casa, un coche, una camioneta... Acá tenía una prima y una esperanza. La rotisería empezó de cero, haciendo repartos con una bicicleta y hoy tiene tres motos en la calle. Pero no le ha sido nada fácil: durante cinco meses tuvo que trabajar paralelamente de "paleta" (como le dicen aquí al albañil) para mantener el negocio. Todavía hoy está afrontando con "changas" extras los meses más flojos pero no tiene dudas de que la rotisería va a funcionar. Vive en el barrio Gótico, en el centro antiguo de la ciudad, en un edificio multicultural: "arriba tengo a un paquistaní y a un ecuatoriano, y a un costado un marroquí", dice, ahora mientras prepara unas empanadas para este cronista. En su rotisería, trabajan dos argentinos, una brasileña y dos catalanes. Todas las semanas –cuenta- le llegan entre 8 y 10 argentinos a pedirle trabajo. • Julieta, de Tandil. Trabaja en una pizzería frente a una de las plazas más bonitas de Barcelona: la Rius i Taulet. En marzo van a hacer dos años que está acá. Llegó a Madrid un poco de casualidad porque le regalaron un pasaje y luego terminó en Barcelona porque tenía un teléfono de una amiga de su mamá. Pasó días duros, "entre llantos y risas". Durante tres meses vendió "cositas de alpaca y tejidos" en las ramblas, esa especie de boulevard, pasarela de todos los turistas. Ahora, desde hace un año y medio trabaja en la pizzería. "Y me instalé", dice como poniendo un punto y aparte. Lee un poco una carta que le acaba de mandar su mamá, la abraza, la deja y cobra una cuenta. "Con 24 años, yo no podía tener independencia económica en la Argentina. Acá me costó conseguir trabajo, pero ya lo tengo y puedo mantenerme sola", dice y va de un lado para otro, preparando cafés, sirviendo cervezas, limpiando aquí y allá. Más tarde será la hora de las pizzas. • Martín, de Córdoba. Está sentado del otro lado del mostrador de Julieta, tomando una cerveza. También hace dos años que vive acá y también tiene 24 años. Se vino sin conocer a nadie, pero desde el principio trajo bajo el brazo la doble nacionalidad, lo que abre muchas más puertas. Trabajó de ayudante de cocina, con artes gráficas y ahora en una fábrica de artículos del hogar como mozo de almacén. Los 750 dólares que le pagan le alcanzan muy bien y está contento aunque le hacen falta algunas cosas: los amigos, la familia y, sobre todo, los más viejos. Piensa volver a la Argentina en poco tiempo pero sólo por dos o tres meses porque "allá no está como para tener una vida normal". • Marilina, de Buenos Aires. Tiene 21 años y trabaja en un circo: hace la publicidad, acomoda a la gente, cuida la puerta, un poco de todo... Allí tiene a su novio polaco, que conoció cuando el circo estuvo de gira por la Argentina. Luego él le mandó el pasaje para que se viniera. De esto, hace nueve meses. "Bien, por lo menos me alcanza para vivir", dice, sentada en un banco del coqueto Paseo de Gracia luego de hacer trámites en el Consulado argentino. "En Argentina no conseguía nada, estaba estudiando educación física y prácticamente no podía pagar las cuotas. Me daba vergüenza pedirle plata a mis padres", explica. Pero su idea es volver a la Argentina, "aunque va a ser un poco complicado, porque mi novio me va a querer llevar a Polonia". Por lo pronto, su mamá le insiste: "a ver cuándo venís, nena!". • Mirta y Federico, de Buenos Aires. El hace cuatro años que vive acá y ella dos. Tienen dos niños, uno que nació hace un mes y otro de cinco años que ya habla catalán. Están en un pueblito cerca de Tarragona, a unos 100 kilómetros al sur de Barcelona. Federico trabaja de "torero" pero no precisamente en una plaza de toros, sino que es la denominación que recibe aquí el tractorista, el que maneja el autoelevador. Mirta trabaja en un taller de costura. Los padres de él viven acá, los padres de ella viven allá. El dice: "yo de aquí a diez años me volvería, pero ahora no". Y ella dice: "yo me iría el año que viene, si pudiera" y agrega: "quiero ver a mi mamá". • Juan Pablo, un poco de Tucumán y otro poco de Mar del Plata. Llegó hace diez meses. Está estudiando educación física en la Universidad de Barcelona y trabajando los fines de semana como pintor en un colegio. No tiene el visado y eso le trae problemas: "si no tenés los papeles, todo se hace mucho más difícil". Tenía el pasaje de vuelta para pasar las fiestas en la Argentina pero se quedó porque tenía miedo de que luego no lo dejaran entrar. Vive en una residencia universitaria con otros cinco amigos argentinos. Por ahora, se quiere quedar para seguir estudiando. Pero dice que extraña, sobre todo los amigos, la familia, el asado, las achuras y las mollejas. • Silvina, de Puerto Madryn. Hace más de tres años que está en Barcelona. Tiene una beca española y está haciendo un doctorado en biología. Vive con su novio, "Rolo", también biólogo. Tuvieron que ajustarse para sobrevivir con una sola beca de 700 dólares durante gran parte de este tiempo (un alquiler, por ejemplo, de un departamento de un dormitorio en el centro de Barcelona cuesta entre 330 y 450 dólares) . Buscaron algún trabajo cualificado durante meses pero siempre chocaban con el mismo problema: los papeles. Después de mucho batallar, ahora tienen algunas interesantes propuestas en danza para el futuro. Pero no lo dudan: "queremos volver a Madryn para intentar volcar lo que aprendimos", dice Silvina, en un despacho donde conviven mapas, computadoras y muestras de peces de la Antártida. • Javier, de Mar del Plata. Vive en el sur, en Alicante, desde hace un año con su mujer y dos chicos (de 3 años y un año y medio). Tiene 29 años y trabaja como pintor, donde dice que consiguió trabajo a los tres días. Su padre ya estaba acá. "Hasta que no cambien la cosa allá, no me puedo volver", asegura, mientras hace cola en el Consulado argentino en Barcelona. • Julián, de La Plata. Tiene 23 años y hace nueve meses que está en España. Se vino sin el secundario. Ahora está trabajando en un restaurante en las pistas de esquí de Andorra, pero también fue ayudante de cocina en las islas Baleares, aprovechando siempre las temporadas turísticas. "Extraño horrores a mi familia, pero me quiero quedar porque acá tengo trabajo", dice. • Eduardo, de Buenos Aires. A los 51 años se quedó sin trabajo en Salta. Tiene dos hermanas en Sitges, un pueblo balneario cerca de Barcelona, y decidió venirse. Ahora trabaja en una empresa que fabrica trajes de baño. Su exmujer y sus tres hijos (dos de 19 y uno de 20 años) viven en Tucumán y están pensando en venirse también. "Si yo hubiera tenido un trabajo que me permitiera vivir, aunque sea malamente, me hubiera quedado. Porque quiero a la Argentina. Pero si no tenés ni para vivir, no te queda otra", asegura Eduardo. Consiguen empleo pero de menor calificación Muchos argentinos que llegan a España consiguen trabajo pero, por lo menos en un principio, suele ser un trabajo inferior a su cualificación. La crisis del país en la prensa local La crisis institucional y económica de fin de año ha tenido una enorme repercusión en los medios españoles. El diario "El País", el más influyente, ha mantenido invariablemente la situación argentina en tapa desde hace al menos 20 días y los domingos ha publicado reportajes y entrevistas especiales. La edición digital (www.elpais.es) ha desarrollado foros y ha propuesto también a los argentinos que den su testimonio sobre la crisis. Tercera oleada inmigratoria El número de inmigrantes argentinos en España creció significativamente en los últimos dos años. En la zona que abarca el consulado de Barcelona –las comunidades autónomas de Cataluña, Valencia, Aragón e Islas Baleares-, la cantidad de argentinos se triplicó desde 1999, según calculó el cónsul Balboa. En esta región hay actualmente entre 36.000 y 40.000 argentinos, sin incluir los que tienen la doble nacionalidad argentina y europea. |
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