Lunes 21 de enero de 2002
 

El gobierno busca evitar "demandas agregadas"

 

Si el sistema bancario pudiera devolver los depósitos, la protesta vuelve a casa. Organismos de Inteligencia afirman que, por ahora, no hay integración de reclamos.

  En medio del complejo e incierto trámite de evitar ser sometido a un cúmulo de "demandas agregadas" que se le tornen inmanejables.
A juzgar por medios estrechamente vinculados con la Secretaría de Información del Estado, éste es el escenario que tiene ante sí, y a modo de desafío, la administración Duhalde.
Por "demandas agregadas" se define en los análisis que realizan los servicios de inteligencia sobre determinada coyuntura política, a todo proceso que -bajo la presión de un determinado número de exigencias provenientes de la sociedad- se torna incapaz de resolverlas, con lo cual se vuelve vulnerable al incremento sistemático y amplio de reclamos.
"Entre nosotros, es una regla siempre vigente a tener en cuenta que en la política argentina uno sabe cómo comienzan las cosas, pero no cómo siguen ni cómo van a terminar", dijo a este diario un profesional de los mencionados servicios.
La fuente reconoció que desde esos medios se ha elevado al presidente de la Nación una "serie densa" de diagnósticos sobre las características y posibilidades del "heterogéneo mundo" desde el cual parten los reclamos más efervescentes sobre el gobierno.
"Esos diagnósticos reiteran hasta el cansancio que no hay por ahora ningún grado de integración de intereses entre los distintos niveles de prácticas mediante las cuales se expresa la protesta o el reclamo", señaló la fuente a este diario. Y luego explicó los alcances y contenidos de esa conclusión. Veamos:
• Desde lo social, los cacerolazos tienen una única impronta: expresan intereses de los distintos estamentos que componen la clase media y están, en lo esencial, vectorizados por un único reclamo: la inmovilización de los depósitos. Desde esta perspectiva, los caceroleros desarrollan una lucha de objetivo bien puntual. Así, el cacerolazo no es un nivel de reivindicaciones lo suficientemente abarcativo como para generar adhesiones espontáneas en otros niveles sociales más castigados por la crisis. "No es lo mismo salir a la calle por los depósitos, que salir a la calle por hambre. Por ahora es así, más adelante... bueno, más adelante estamos todos muertos dijo Keynes", señaló uno de los integrantes de los servicios de inteligencia del Estado consultado por este diario. E inmediatamente acotó: "Si por generación espontánea, el sistema bancario estuviera en condiciones de devolver los depósitos, el cacerolazo se vuelve a casa... Pero como no lo está, se queda. Y ése es el problema".
• Y como se queda no se sabe hasta cuándo, los servicios de inteligencia analizan la eventual evolución que puede tener. Ahí entra a jugar lo que algunos veteranos hombres de esos planos del poder denominan el "Síndrome de Alejandrina Cox". ¿En qué consiste? En que si los caceroleros no se resignan a las reglas que impuso el gobierno para la devolución de los depósitos, el proceso tenga una expresión política que amplíe y cobije otro tipo de reclamos. ¿Pero qué significa Alejandrina Cox?
Seguramente esa mujer jamás soñó que con un acto individual retroalimentaría el proceso que llevó al derrocamiento de Salvador Allende. Se trata de una chilena que una mañana del tenso invierno chileno del "73, cruzó su auto frente al vehículo que conducía al entonces comandante en jefe del Ejército de ese país, general Prats. Se bajó y vehementemente le increpó por la supuesta cobardía del militar al no promover el derrocamiento del gobierno. La actitud caló hondo en la oposición a Allende, y esa tarde comenzó la costumbre de los cacerolazos trasandinos de cuestionamientos a aquella administración. "Durante años nos manejamos con doña Alejandrina como ejemplo de fogoneo de un proceso en marcha. No se trata de traerlo aquí a modo de advertir sobre golpes que no habrá, sino de cómo una actitud individual, audaz, en el marco de determinado proceso, puede incendiar aún más la pradera", comentó una de las fuentes de inteligencia consultadas.
• Lo anterior -siempre según las fuentes- tiene que ver incluso con los recaudos que se toman a la hora de reprimir. "En la contingencia de liberar una ruta cortada o reprimir un saqueo, la muerte lamentablemente ha dejado de ser una contingencia para ser una realidad. Terrible, pero realidad. Pero una muerte de un cacerolero de clase media, es un bardo diferente. Una especie de lo que para Perón fue el "estudiante Bravo", o sea un escándalo que generalmente no provoca la muerte de un ser humilde y marginado por el sistema. Esta es una consecuencia de la hipocresía y racismo que definen a los argentinos", se dijo a este medio. (Nota de la Redacción: Bravo fue un estudiante de Medicina secuestrado a comienzos de los "50 por la Policía Federal. Torturado salvajemente, salvó su vida gracias a la intervención de un médico -Caride-, que denunció el hecho ante la Justicia. El caso se transformó en una bandera dura para el antiperonismo).
• Los servicios de inteligencia del Estado tienen además muy en claro que, a diferencia de los "60 y "70, la protesta social tiene carácter inorgánico y no expresa expectativas de luchar por el poder político. En aquellos años, toda búsqueda de reivindicaciones suponía siempre algún palenque político que la respaldaba y potenciaba. "Hoy -en cambio-, no hay cuestionamientos de índole ideológico, al menos por ahora. La queja no apunta a la estructura jurídica en que se vertebra la sociedad... la propiedad, por caso, no está bajo fuego ni de los caceroleros ni de los sectores más carenciados. Esto es así independientemente de tal o cual expresión política que se filtre en esas movilizaciones", señaló uno de los analistas de la SIDE.
• Y aquí también lo anterior lleva a los servicios de inteligencia a dos conclusiones. Una: la protesta social cuestiona cómo funciona el sistema político, pero no quiere apoderarse de él. "Lo que irrita a la gente es que el sistema político tal cual funciona en la Argentina, no sólo no soluciona problemas sino que viola sistemáticamente, e incluso engañando, a la gente", señaló otra de las fuentes. Dos: La protesta social se legitima así desde el desencanto con la política, pero no busca respuestas por afuera de la política. Lo que aspira es que ésta defienda a la sociedad.
"Como usted verá, en este presente argentino no hay excusas para sólo hacer un análisis estático de nuestra realidad", precisó el hombre de la SIDE.
Tiene razón.

Carlos Torrengo

Foto: Las reivindicaciones que expresa la gente hoy en las calles no buscan, por ahora, reemplazar a las instituciones, sino hacer que éstas cumplan con su cometido.

     
     
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