Sábado 12 de enero de 2002

 

La escultura como una arquitectura

 

Leonardo Lucarini es un destacado escultor contemporáneo. "Río Negro" conversó con él en su refugio de verano ubicado en Mahón, Menorca. La escultura en estos momentos vive una especie de crisis", aseguró el artista.

 
Mahón, Menorca.- Con el verano llega desde Bilbao. Instala su toldo azul en Son Bou, frente a un mar que le es familiar. Sus tardes transcurren aquí para esa época, desde hace veinte años. El escultor Leonardo Lucarini hizo de Mahón su otro lugar en el mundo. "Aquí me siento feliz", dice.
Su concepción del arte, es literalmente palpable. Sus esculturas son verdaderas presencias entre los caminantes mahonenses. Están allí, al alcance de los niños, a la vuelta del abrazo, en la esquina de los secretos. Sus obras de bronce forjado son guiños de ternura, un stop obligado para el que "contempla la vida". ¿Quién no se ha detenido en la explanada de la ciudad para saber qué es lo que mira atentamente el perrito de la fuente de agua? ¿Quién no ha paseado por el puerto sin haberse tomado antes una foto con la sirena Maó?
Nació en Bilbao, en el país vasco, en 1946, en el seno de una familia de escultores, proveniente de Carrara. Sus primeros pasos de artista fueron en el estudio de su padre, de quien aprendió su oficio escultórico.
Leonardo Lucarini cursó estudios de arquitectura en Barcelona, y se dedicó al diseño interior y a la restauración hasta 1983, cuando se volcó por completo a la escultura.
La entrevista no pudo ser en otro lugar que en la playa. Aquí recuerda que gracias a su padre aprendió todo sobre este oficio, quien, paradójicamente no deseaba que sus hijos fueran artistas. Sin embargo, parecería que desde el momento que les eligió los nombres ya los estaba invitando a continuar con esta pasión. ¿Quién sino podría llamar a sus tres pequeños, Miguel Angel, Rafael, y Leonardo?
"Por sobre todo, nos enseñó a ser felices. Fue un gran hombre que supo mantener a su familia con el trabajo de escultor", recuerda el artista.
Leonardo empezó barriendo en el estudio de su papá por la módica suma de una peseta, y luego fue ascendido: enderezaba alambres, y ordenaba las herramientas. Luego pasó a amasar el barro, hasta que terminó modelando.
"En las escuelas de bellas artes, generalmente no se enseña el oficio de escultura. Se aprende cómo realizar esculturas, pero el quehacer diario que implica esta tarea, es muy raro encontrar un lugar donde aprenderlo. Será por eso que agradezco haber tenido como escuela, el estudio de mi padre, y a él, como mi mejor maestro".
- ¿Cómo ve la escultura en España?
- La escultura en estos momentos vive una especie de crisis. Es un arte que no sabe hacia dónde va, está totalmente desorientada. Como en todas las bellas artes, ésta también padece un problema de identidad. Nadie sabe hacia donde dirigir su trabajo; si hacer una escultura figurativa, realista, o abstracta. Parte de esto creo que se debe a la pérdida de valor y de reconocimiento por los trabajos de los artistas antecesores. Otro problema es que es muy difícil establecer la barrera entre lo comercial y lo que es artísticamente interesante. Veo intentos de estilos pero no hay profundización en ellos. Todo se toma con cierta liviandad, ligereza. Hay muchos escultores hoy en día, que ni siquiera saben dibujar, algo básico.
-¿Las escuelas de arte, qué papel juegan dentro de esta incertidumbre?
-Hoy por hoy, los centros educativos artísticos forman a gente con nociones equívocas sobre la pintura, o la escultura. La enseñanza tiene más que ver con la dimensión de la obra o con el impacto visual que puede generar. El aprendizaje no está centrado en los métodos de creación, sino que se apunta más a pensar en el resultado comercial que puede tener la pieza una vez terminada. Pareciera que cuanto más imponente, y más abstracta es la obra, mayor es su precio. Lamentablemente, es esto lo que prima al momento de la formación, y por consecuencia, en la creación.
-¿Quiénes son los mayores compradores de esculturas?
-Así como en siglos pasados eran las grandes familias quienes encargaban obras de arte, en la actualidad, son las entidades públicas y privadas quienes encabezan la lista de los consumidores.
-¿Como se mantiene la libertad creativa ante el encargo específico de un cliente?
-En mi caso, estoy asociando la idea de la arquitectura con la escultura. Trato de que haya una combinación entre ambas partes, para que la obra no quede descontextualizada en el espacio. Esto me permite tener más alternativas de creación. Integro esculturas con fuentes; hago innovaciones de aceras, renovación de jardines. Lo que me propongo es visualizar estructuras físicas metálicas, y combinarlas con las esculturas. Me gusta mucho crear en espacios públicos, y hacer agradable el paseo de la gente, sin que la obra sea una molestia.

Dos visiones sobre el mismo arte

-¿Los jóvenes que ocupan cargos importantes dentro de las instituciones y empresas, se interesan en comprar arte?
-La gente joven está muy capacitada para los lugares comerciales que tienen. Pero como su visión es netamente empresarial, el consumo que hacen del arte, a veces es por snobismo. La calidad de la obra pasa a un segundo plano. Su elección no reside en la calidad de ella, sino en la significancia que tiene la acción misma de gastar dinero en un cuadro o en una escultura. Pero, al fin y al cabo, es un interés que tienen por una obra, y eso ya es meritorio.
-¿Al ser usted de Bilbao, qué opina del Museo Guggenheim?
-Ante todo quiero aclarar que no es un museo, sino que es una enorme sala de exposiciones.
Las actividades que lleva adelante son interesantes, y aunque su programa es ecléctico, no deja de ser dirigido como única idea. Siempre estaré en contra de los condicionamientos, y aquí prima una línea absoluta, a la que todos debemos adecuarnos. Me refiero a que el gobierno vasco está hipotecado por esta titánica idea.
Esto no sería reprochable si, además, otros proyectos culturales de la ciudad, y que nada tienen que ver con el Guggenheim, también pudieran contar con el apoyo oficial.
-¿El terrorismo sembrado por ETA, condiciona a los artistas a la hora de crear?
-Como artistas y como seres humanos, la pasamos muy mal. A mí me condiciona mucho, ya que la libertad la siento amenazada, y sufro por ello. La vida es lo máximo, y nadie tiene derecho a suprimirla. Llevamos veinte años esperando un acuerdo. Al parecer es muy difícil.
La hipocresía y los falsos acercamientos nos tienen a todos muy cansados. Sembrar el terror y la muerte en el pueblo, poco tienen que ver con la realización de un ser humano.

   
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