Miércoles 9 de enero de 2002

 

Año Nuevo

 
 
Parece mentira que los años nuevos terminen siendo festejados en la cabina de un colectivo, en el banco de una plaza, entre ilustres desconocidos, en la Luna. Pero pasa. No hay nada sagrado sobre este suelo. Nada que no merezca pervertirse de algún modo. La chica de labios frágiles que atesora la inmaculada concepción concibe el placer mil millones de veces entre gemidos sin hijos. El rotundo varón que descubre, con vértigo y miedo, el deseo por otro pelo en pecho como él. El cejijunto padre que guarda en un cajón de su cómoda el diploma de abogado de su hijo titiritero. El tanguero de ley casado con una amante de los ballenatos. El cazador casado. El mentiroso engañado.
La vida, en fin, es muy irónica. Casualidad o no, se toma revancha de nuestras máximas. Frases vacías de perspectivas, declaradas a los cuatro vientos con los pulmones henchidos de oxígeno el: "yo nunca...bla...bla...bla" vuelve como un boomerang terco. Además ¿para qué salir indemne del camino que nos ha tocado transitar?. El último y el primero verán escapar el aliento de sus cuerpos el día y a la hora señalada por azar o propia voluntad.
En esa cancha sin esquinas nos debatimos desnudos. No hay remeras ni trajes que intercedan frente a la verdad. En determinados paisajes la carencia se define con el rabo al aire. En el amor, por ejemplo, cuando juramos que la vida no sigue si el pacto se ha roto. En el odio. En el hambre. En el hastío de la opulencia. En la soledad. ¿Alguien conoce al dueño de las claves que resuelven estos enigmas?
En un vano intento por modificar nuestra condición hemos establecido contratos fraudulentos con alguien que dice ser Satanás. A cambio del alma, la eternidad nos espera. Eternidad, una ensalada que venden los supermercados.
Hay más de una cumbre del éxtasis que cuesta un centavo cuando no son un regalo porque sí. Una canción: la diferencia entre el amanecer y el ocaso. El bendito párrafo de un poema bien escrito alcanza para atisbar aquello que los místicos se retuercen por poseer, y no poseerán jamás. Lo lamento, San Agustín. Esta sangre encuentra sus definiciones en las postales diarias de humanidad. En una pregunta. En un simple acto donde nos sabemos auténticos.
Nada sagrado nos cuida la espalda. Estamos rotundamente solos. Con eso alcanza para abrir el juego. Exigir el derecho a ser. Derecho a sentir, a llorar, a reír, a amar, a decir, a dormir, a soñar, a transpirar, a envejecer, a dormitar. Lo bueno y lo malo tienen igual margen de ganancia. Dios y satán, juegan partidas de ajedrez arregladas. El caos y el orden son basura del mismo tacho. Las cuerdas han sido cortadas.
El horizonte no es una promesa. Todos los años son viejos. Papá Noel recibe tarjetitas con dólares adentro. Blanca Nieves huyó con un enanito borracho y Pinocho acaba de lanzar su carrera política con la nariz por el suelo.
Sin karaoke en el bar del olvido. Listos para vivir intensamente. Donde sea. Cuando sea.
Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar
   
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