Domingo 30 de diciembre de 2001

 

El techo que frena a las científicas y tecnólogas

 

La mujer reclama su espacio en la ciencia y la tecnología.La mayor participación se da en universidades nacionales.Las que tienen posiciones de poder son apenas el 10%.

  Las investigadoras argentinas ganan presencia en laboratorios y gabinetes, pero como en todo el mundo son víctimas de un efecto que las ralea de los niveles de poder en la ciencia y la tecnología.
"Como esas pipetas llenas de líquido que dejan caer de a gotas, así las mujeres engrosan la ciencia pero apenas llegan a los puestos de decisión", grafica Gloria Bonder, responsable de los estudios regionales sobre mujer, ciencia y tecnología de la UNESCO.
Sin que suene como consuelo para el país, Bonder explicó a Télam que la UNESCO investiga el asunto porque es una cuestión universal y que necesitó datos precisos para permitir después recomendaciones y políticas activas que hoy ya se aplican.
En Argentina, según un informe preliminar de María Eliana Estebanez, Daniela De Filippo y Pablo Kreimer (Instituto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología), cuatro de cada diez investigadores y más de la mitad de los becarios del Conicet son mujeres, aun cuando poco más de un tercio de la población económicamente activa del país es femenina.
En términos estructurales –concluye el trabajo, al que accedió Télam– la mayor participación de las mujeres en investigación se da en universidades nacionales, donde son casi la mitad del total.
Sin embargo, dicen los investigadores, la situación cambia drásticamente cuando se analiza la participación diferenciada por sexo en instancias de poder: las mujeres están sub-representadas en casi todas las instituciones.
El estudio indica que el promedio de participación de las mujeres en instancias de poder en las instituciones de investigación era en los 90 de alrededor del 10 por ciento. Para Bonder, hay varios estudios pero hacen falta otros cualitativos que expliquen por qué si hay más mujeres en carrera y que se reciben no llegan al mismo desarrollo que los hombres en la ciencia y la tecnología.

Barreras sutiles

Los expertos mencionan "barreras institucionales" sutiles que crean lo que en inglés se conoce como "chilly climate", o clima gélido para las mujeres, en el que se erigen ya no sólo los renombrados techos de cristal ("glass ceiling"): también muros ("glass walls").
En la ciencia, específicamente, lo que desmotiva, primero, e impide, después, la llegada de las mujeres a lo más alto es una combinación de creencias, pero también de normas y procedimientos.
Bonder cita problemas prácticos de tiempo dedicado a la tarea en horarios complicados para una mujer con compromisos familiares, pero además actitudes como reclamarles más capacidad y competencia que a los hombres para ocupar el mismo puesto.
"Las mujeres no se sienten cómodas en ambientes súper competitivos, que les provoca conflictos de identidad por un mandato social que les dicta ser conciliadoras. El mito del científico lo exhibe como un genio loco y solitario. La mujer adora trabajar en grupo", comenta.
Bajo los techos de cristal que le impiden llegar sin que haya leyes escritas, el mundo de la ciencia levanta "muros" laterales, apenas visibles, que las empuja a determinadas áreas y las aleja de otras.
Aunque hay muchas chicas que usan la computadora, la imagen dominante de usuario es masculina, y las mujeres, desde adolescentes, temen mostrar su preferencia por materias como las matemáticas (ver aparte).
Y una pared más palpable es el dinero: las científicas y tecnólogas reciben menos pagas que sus colegas hombres. Por eso también tienden a dedicarse a la educación y, así, a su vez, no llegan en la mayor proporción a los puestos de decisión.
Bonder asegura que hay medios de remontar la situación. En educación, hay programas especiales para incentivar la participación de las jóvenes o bien cambiar el sesgo curricular y la forma de enseñar.
"Nadie quiere ser vista como una "loquita" de la ciencia. Hasta los diseñadores han ampliado la temática de los videojuegos de guerra pensando en extender el mercado a las chicas", afirma la especialista.
Al revés, el mecanismo del "cupo" no ha dado resultado para derribar barreras institucionales, porque a muchas mujeres no le gusta aparecer recibiendo favores en un mundo tan competitivo.
Sensibilizar a los que deciden, en su mayoría hombres, y en especial a los políticos que hacen las leyes y las normas, ha mostrado ser un camino más largo pero más eficiente para quebrar techos y paredes de cristal. (Télam)

Entre las causas, el sistema educativo

El mismo sistema educativo en donde suele nacer la discriminación de géneros para la carrera del investigador deja espacios y provee herramientas para cambiar la ecuación en la ciencia y la tecnología.
"El sistema no es perfecto: influyen tanto las mujeres que siguen consolidando el machismo, como las que se expresan con libre albedrío. No hay un estereotipo puro", dice la investigadora Graciela Morgade a Télam.
El cine ha mostrado hasta el hartazgo escenas en la que una científica de imagen asexuada se suelta el cabello y se quita los lentes como paso obvio e imprescindible para convertirse, recién entonces, en mujer atractiva para su ocasional admirador.
Experta en género en la educación, Morgade considera que la escuela ha funcionado en general como un "dispositivo" -en palabras del francés Michel Foucault- para reproducir un sistema y, por ello, todo se plantea allí de manera más tajante que en el resto de la sociedad.
Pero, al mismo tiempo, el vínculo con el conocimiento -explica- se construye desde la niñez, incluso en los juegos, y se pueden generar cambios desde el mismo ámbito educativo donde se demoró el acceso de la mujer a la universidad hasta el siglo XX.
"Lo que pasa es que la ciencia se construyó en un ámbito muy anterior al siglo XX, con un estereotipo de ámbito lejano, distante y frío, que combinado con los antiguos prejuicios sobre la irracionalidad de la mujer la alejó", afirma Morgade.

Francia y Cuba, ejemplos de un trato diferente

Francia, entre los más desarrollados, y Cuba, entre los latinoamericanos, se encuentran entre los países que han dado a las mujeres más y mejor lugar en la ciencia y la tecnología.
Según las estadísticas de la UNESCO, en Francia las doctoras en ciencias naturales representan el 41 por ciento del total, y el 23 por ciento en Ingeniería.
En cambio, en Estados Unidos, pese a que las mujeres representan el 46 por ciento de toda la masa de investigadores y tecnólogos, sólo el 23 por ciento lo son en ciencias duras e ingeniería, y el 77 por ciento se especializa en ciencias sociales, evidente ejemplo de los "muros de cristal".
Estas cifras lo confirman: en ingeniería química son apenas el 12 por ciento y en ingeniería espacial, eléctrica y mecánica conforman el 6 por ciento. Y las del rubro ingeniería cobran 20 por ciento menos que los hombres.
En cambio, Cuba en América Latina y Canadá y Australia son los países que más han hecho, sin negar por ello los esfuerzos en marcha en Estados Unidos.
"No es para desesperarse, en la Argentina estamos en el promedio", asegura Gloria Bonder, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Los indicadores de género serían actualizados por las autoridades por estos días, como los del resto que describen quiénes son los científicos y tecnólogos argentinos, pero algunos datos parciales de los "90 confirman la conclusión.
Sólo en la Universidad de Buenos Aires (UBA), en 1996 del total de investigadores, profesionales y técnicos en grupos de investigación en física e informática, el 69 por ciento eran hombres, y en los de educación y antropología el 93 y 72 por ciento, respectivamente, mujeres. (Télam)

   
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