Jueves 13 de diciembre de 2001

 

A los 69 años, terminó el secundario junto con su nieto

 

Antonia y Maxi caminaban las 20 cuadras al CEM 14, diariamente. Viven en Fernández Oro y ella con su pensión mantiene el hogar.

  FERNANDEZ ORO (AC) - Nada sería que Antonia Montenegro fuera gasista diplomada ni que en 1958 integrara el equipo femenino de Boca ni que hubiera levantado con sus manos la casa donde vive. Su mayor logro fue la semana pasada: a los 69 años obtuvo el título de perito mercantil y nada más ni nada menos que junto a su nieto Maximiliano, de 20.
Antonia es todo un personaje. Vive hace 16 años en Fernández Oro junto a su hija -que sufre una afección de salud- y sus cuatro nietos. Con su pensión mantiene el hogar.
En su Rosario natal, Antonia cursó la primaria y, al culminarla, no había posibilidades de seguir estudiando. Era necesario salir a trabajar. Cincuenta años después de terminar sexto grado, se dio cuenta de que no era tarde para intentar obtener un título secundario. Se anotó en el nocturno CEM 14 y se dispuso cursar los cuatro años necesarios para recibirse de perito mercantil. "Fue como si se me prendiera la lamparita", contó ayer a "Río Negro" en la fresca y cordial casa de Fernández Oro que levantó junto a su esposo ("Más ella que mi papá", dirá después su hija), mientras en la calle el sol se hacía imposible.
La historia de su nieto Maximiliano corría entonces por otros carriles. Había repetido primero y segundo año en un colegio diurno, y no le encontraba la vuelta al estudio.
El inicio del ciclo 1999 los encontró unidos en un aula de segundo año del colegio. Abuela y nieto se apoyaron mutuamente para caminar todos los días las veinte cuadras que separan su casa de la escuela.
Estudiaron juntos, compartieron durante esos tres años el banco del colegio y en este último año, Maximiliano fue el abanderado y Antonia, su primera escolta.
"Las cosas que aprendí en la escuela me sirven para seguir creciendo y seguir criando a mis nietos", contó, sentada a la mesa de su casa, donde estudió e hizo sus deberes durante estos años. Eso sí: Antonia tiene sus mañas. Apenas decidió empezar el secundario, compró un maletín donde, además de la carpeta, pueden encontrarse todos los útiles imaginables. Llevaba al colegio además una franela que colocaba sobre el pupitre.
Claro que el colegio tenía sus atenciones con ella. Todos los días, de la sala de profesores sus compañeros sacaban una mullida silla que reemplazaba los duros bancos del aula. Además de Maxi, Antonia tiene tres nietos: Yanina, de 19 años, está en cuarto año; Yemina, de 16, es una excelente alumna; y Laura, de 13, intentará el año que viene seguir los pasos de sus hermanos.
Para la entrega de los diplomas, Antonia recibió el cariño de todo el colegio y especialmente de sus nietos: una de ellas le entregó una medalla y su compañero de pupitre le leyó unas palabras que -dicen- emocionó a todos.
Maxi ya está a pleno con el estudio de percusión en el IUPA de Roca y, como si fueran almas gemelas, su abuela siente pasión por continuar sus conocimientos de música.
Ya es coreuta del grupo Lacu Millán (que quiere decir "abuelos de oro"), pero pretende hacerse de un acordeón y aprender a tocarlo. "He recibido mucha solidaridad de esta sociedad, mucho amor, y quiero devolverle lo que me dio". Este es su deseo.

Foto: Antonia y su nieto Maxi. La satisfacción de un logro obtenido con el esfuerzo individual y el apoyo mutuo.

   
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