Miércoles 5 de diciembre de 2001

 

Los chicos de Cipolletti aparecieron en Las Lajas

 

Los tres adolescentes que habían desaparecido el viernes fueron rescatados por una tía cerca del paso Pino Hachado. Tenían intenciones de cruzar a Chile para visitar a un familiar enfermo. Ayer a la madrugada regresaron a su ciudad, donde se reencontraron con los suyos. Los padres de Miryam y Mariana negaron que la causa de la fuga, junto a su primo Cristian, fueran problemas originados en el bajo rendimiento en la escuela secundaria.

  CIPOLLETTI (AC).- Con las caritas curtidas por el sol y el frío, con hambre y las ropas sucias de caminatas interminables por banquinas de rutas, y entre montes y caminos polvorientos, con la experiencia de noches durmiendo a la intemperie y "vergüenza" por lo que hicieron sin permiso, aparecieron los tres chicos cipoleños que se fueron de su hogar el viernes de la semana pasada.
Las hermanas Miryam (17) y Mariana (15) y su primo Cristian (16) se quedaron sin fuerzas en un área cercana al arroyo Covunco, no lejos de Las Lajas, en la provincia del Neuquén, y no tuvieron más remedio que interrumpir su paso a Chile -no se sabe de qué forma pretendían sortear los controles dobles de Pino Hachado, porque los tres son menores- y pidieron auxilio a una tía cipoleña, que los fue a buscar y los trajo de regreso a la casita de los viejos.
La desaparición de los tres chicos tenía con el Jesús en la boca a sus papás, especialmente a los de las chicas, Jorge Beltrán y Edith Muñoz, a familiares, amigos y a vastos sectores de la comunidad. Habían motorizado una impresionante movilización policial con efectivos de las unidades y locales, que rastrillaron "palmo a palmo" la jurisdicción con resultados negativos.
Con los tres adolescentes resultó imposible hablar, pese a que estaban en su casa. El papá entró, los consultó, y volvió con una respuesta comprensible: "están cansadas y tienen vergüenza por lo que hicieron".
Jorge y Edith expresaban en sus rostros la alegría del reencuentro, y desestimaron versiones sobre que los jovencitos habían escapado por malas notas en sus estudios secundarios.
No desmintieron los papás que los chicos no tuvieran notas bajas -Mariana concurre al Colegio 5 y Miryam y Cristian al 15- pero dijeron que nunca se los presionó por ello y que sólo se les pedía que tratasen de cumplir lo mejor posible.
"Salieron el viernes como si fueran a los colegios, en busca del listado de materias a rendir. Y no regresaron. Al pasar los días todos nos preocupamos mucho", reconocieron.
De acuerdo con lo que contó el papá, los pibes habían resuelto de manera inconsulta viajar a Chile para visitar a un tío enfermo que vive en un campo en Malalca, cerca de Curacautín. "Se ve que no pidieron permiso porque sabían que no los íbamos a dejar", reflexionó el hombre.
Los tres adolescentes dejaron la casa con ropa informal, pero escondidas, como vituallas para el viaje, llevaban dos latas de sardinas, un poco de agua, una bolsa de papas y otras pocas cosas. Rumbearon hacia la ruta 22 y comenzaron a caminar.
Y utilizaron viajes "a dedo" para acercarse lo más pronto posible a destino. Hubo camioneros que los levantaron y los llevaron por etapas.
Desde Zapala fueron a Covunco y de allí hacia Las Lajas, buscando aproximarse al paso fronterizo. Cuando caminaban los atrapó una tormenta de lluvia y granizo, y más adelante una descarga de aguanieve los hizo tiritar de frío. Otros períodos de soles fuertes les marcaron la cara con un bronceado tempranero.
En el medio de la aventura contactaron a una tía, Lorena, para avisar que "estaban bien". Sin embargo, los pibes, vencidos por las circunstancias, resolvieron poner fin al viaje.
A las 22 del lunes la tía Lorena recibió el auxilio: "queremos que nos vengan a buscar lo más pronto posible, por favor".
En auto, llegó Lorena, los recogió a la vera del arroyo Covunco y a las 5 de ayer los tres se confundieron, llorando, en un largo abrazo con sus padres.

Psicosis colectiva y toma de conciencia

Desde el triple crimen, cada vez que una persona se ausenta sin aviso de su hogar en Cipolletti -en especial si se trata de niños o adolescentes- y transcurre un cierto tiempo sin que se conozca su paradero, un proceso de psicosis colectiva donde se prevé lo peor activa mecanismos de búsqueda y de solidaridad que incluso van más allá de lo previsible.
El caso de los jóvenes Beltrán es un ejemplo de ello.
Apenas se supo de la desaparición de los tres chicos se instrumentó un operativo que incluyó a todas las comisarías.
La gente respondió difundiendo fotocopias con las caritas de los jóvenes, rezando, colaborando de alguna forma; los medios hicieron lo suyo y las recorridas de los papás clamando por sus hijos halló eco en todos lados, hasta fuera de la ciudad.
Pero hay detalles para tener en cuenta y que los responsables directos -para el caso que nos ocupa y para otros en ciernes porque cada hogar es un mundo- deberían tener en cuenta.
Las dos muchachas y el primo de 16 años saben sin dudas lo que ocurrió cuando desaparecieron las víctimas del triple crimen.
Ellos, sus padres, otros jóvenes y otros padres tienen que aceitar los esquemas comunicacionales de familia y tomar conciencia de que en Cipolletti, más que en cualquier otra ciudad, por la tragedia vivida hace cuatro años, cuando alguien se va de forma imprevista la comunidad se conmueve y se potencia como una nube amenazante de incertidumbre y temor. (AC)

Foto: Los padres de las dos chicas que faltaban de su casa desde el viernes están felices de que hayan regresado.

   
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