Jueves 20 de diciembre de 2001 | ||
Crónica de una tarde de terror |
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NEUQUEN (AN).- Eran las nueve de la noche cuando los policías antimotines comenzaron la fuga de la esquina de Antártida Argentina y Catriel. Ya no podían con los excitados saqueadores que a piedrazo limpio y a puro grito iniciaron la avanzada final sobre el supermercado -vaya nombre para estos tiempos- "Bomba" de la cadena Topsy. En apenas cinco minutos cientos de saqueadores sudorosos y con la adrenalina a full hicieron estallar los vidrios del supermercado que permanecía inundado por los gases lacrimógenos que -tan invisibles como picantes -fueron los únicos capaces de detener a la horda. Los vidrios más altos cayeron sobre los que estaban adelante, listos para comenzar con el saqueo. Los más audaces salieron tan rápido como habían entrado. Y tras hacer unos metros cayeron al piso regando de vómitos la calle, las veredas y a quien estuviera cerca. Un pibe que no tenía más de diez años, flaquísimo y mugriento, con los ojos inyectados en sangre y e inundado de lágrimas, se cortó el brazo izquierdo cuando huia del local cacheteado por los gases lacrimógenos. De la herida fluía la sangre a borbotones, pero el pibe sólo se preocupaba por agua para limpiarse la vista. Y por no soltar un paquete de yerba y una lata atún que alcanzó a manotear de las góndolas. En pocos minutos la calle fue una enorme peatonal, sobre cuyo asfalto estallaban botellas con bebidas alcohólicas de de todos colores, sobre todo las marrones de cerveza. Mujeres y hombres con sus hijos se organizaban para llevarse la mejor carga. Mientras unos desafiaban el gas que resistía el saqueo, otros permanecían en un sitio: preservando el botín pero -fundamentalmente- recuperándose del gas que parecía cobrarse con arcadas y lágrimas la mercadería usurpada de las góndolas. Una mujer que no superaba el metro con cincuenta de estatura con un chico de cuatro años a cuestas hizo cinco intentos por entrar al lugar donde los saqueadores rapiñaban lo que fuera, desde pañales (sobre todo las mujeres) hasta cajas de whisky con caballos impresos. La mujer no pudo, no tuvo fuerza para perforar la barrera de los gases, y lloraba. Lloraba sin parar, de impotencia y por el efecto del enemigo gaseoso que sembró la Policía durante las tres horas que duró la resistencia. La calle Antártida Argentina es una de las troncales de esta ciudad y está justo en el límite donde las bardas empiezan a tener altura. Entrada la noche, con el depósito de "Bomba" y una carnicería también saqueadas desde las casillas más altas la gente bajaba corriendo con las manos desnudas y a los pocos minutos subía con una pesada carga de comestibles, bebidas o bien los matafuegos y hasta las heladeras del supermercado. Algunos jóvenes gritaban "Neuquén, Neuquén" con alaridos futboleros. Entrada la noche, pasadas las diez y media, el olor de los gases se mezclaba con el del alcohol de las botellas rotas. A esa hora, todo era desolación. A esa hora, el oeste neuquino seguía excitado. Foto: Manifestantes se llevan mercadería de un supermercado de la capital neuquina. |
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