Jueves 20 de diciembre de 2001 | ||
Demasiado tarde |
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Por Julio Rajneri | ||
Los graves hechos que ocurren en el país echaron por tierra la posibilidad de valorar las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional y la luz de esperanza que abrían sobre el futuro de la economía argentina. El organismo dijo que la combinación de déficit fiscal, deuda pública y régimen cambiario de la Argentina no es sostenible. Fue la primera vez que el FMI opinó admitiendo la inconsistencia del programa de gobierno y la necesidad de la revisión del sistema de convertibilidad, en términos prácticos, la devaluación, recomendación que podía abrir una luz de esperanza en el futuro de la economía argentina. Hay algo de incomprensible en el aferramiento del equipo económico a considerar solamente los aspectos fiscales y la solución de la deuda pública, como ejes de su política económica, sin tomar en cuenta en su verdadera dimensión la importancia que en el origen de la tremenda recesión que padecemos tiene la insólita sobrevaluación del peso, producida desde la convertibilidad y con más intensidad a partir de 1996. No es que no sea digno de encomio y a todas luces compartible el esfuerzo que se hace actualmente por lograr el equilibrio fiscal, en cualquier circunstancia y en cualquier momento debe evaluarse como prioritario el esfuerzo que debe realizarse para terminar con la política tradicional de gastar por encima de sus recursos, provocando la inflación descontrolada en el pasado y el endeudamiento sin límites en el presente. Pero el fracaso de los operativos espectaculares realizados en los últimos tiempos, como el blindaje de 40 milliardos brindado por bancos y gobiernos cuya influencia se diluyó a las pocas semanas de su anuncio o el fracasado intento por lograr el déficit cero, deberían haber sido suficientes para comprender que aun cuando la Argentina lograra el déficit cero y el canje de su deuda pública, no tiene perspectivas de crecer ni de salir de la recesión mientras subsista un régimen cambiario que beneficia a la importación, destruyendo las industrias nacionales generadoras de empleo, que torna en inútil el esfuerzo exportador, porque no hay rentabilidad para las actividades que generan divisas, que desalienta el turismo extranjero al convertir a la Argentina en un país tremendamente caro, y que estimula el éxodo turístico hacia el exterior tentado por una moneda fuerte. Es cierto que una devaluación produciría efectos también traumáticos. La Argentina se ha dolarizado y una devaluación afectaría a millones de deudores que tomaron obligaciones en dólares, podría provocar una corrida bancaria y aumentaría el peso de la deuda externa en su proporción respecto de los recursos fiscales. Pero todos estos efectos se van a producir de todas maneras, porque la Argentina marcha hacia el "default" inexorablemente y es evidente que en este momento los esfuerzos por evitarlo prolongan innecesariamente la agonía. La convertibilidad fue todo un acierto al terminar con la inflación y anclar al peso argentino a una moneda estable como el dólar, pero a partir del año "96 y en forma casi coincidente con el inicio de la recesión, el peso arrastrado por el dólar comenzó una curva de crecimiento que afectó todos los sectores de la economía y produjo la ruina en la mayor parte de las actividades económicas. El gobierno, por evitar el temido "default", está no solamente empobreciendo a una cantidad creciente de argentinos, sino también violando sus propias reglas de respeto a la propiedad privada, que fueron la bandera esencial de la reforma emprendida a partir de los años noventa. Es cierto que esas medidas fueron adoptadas en momentos en que las alternativas eran probablemente peores, pero es cierto que la insistencia en reducir los esfuerzos al sistema financiero ha conducido a una serie de círculos viciosos negativos en donde en forma decreciente los ajustes tienen que ser sucesivamente mayores porque la economía en recesión cada vez produce menos recursos para alimentar al Estado. Pero los momentos tormentosos que se temían para la Argentina, ya se extienden con velocidad y dramatismo. Lamentablemente, llegaron tarde las palabras del Fondo, de las cuales parecían surgir las recomendaciones de aceptar el "default", devaluar la moneda y mantener una política fiscal sumamente estricta, destinadas sin dudas a alterar la caída libre de la economía argentina y generar expectativas más alentadoras. |
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