Andrés, otra víctima de la miseria de la guerra

Bogotá. - La guerrilla más poderosa del continente sumió ayer en el dolor a Colombia, al impedir que un niño que sufría de cáncer terminal muriera en paz al lado de su padre, un cabo de la Policía en poder de ese grupo y por cuya libertad clamó el país y el mundo.
Los insurgentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hicieron caso omiso de las peticiones que políticos, gente de iglesia, sectores populares, toda la sociedad colombiana les hacían: tengan un gesto de humanidad con el niño.
Andrés Felipe Pérez, de 12 años, falleció ayer como consecuencia de un cáncer y sin volver a ver a su padre, convirtiendo su caso en una de las otras tantas crónicas de dolor y miseria que dejan los cerca de cuarenta años de conflicto armado.
Ayer, un sacerdote le impuso los santos óleos; el niño, esta vez consciente de la proximidad de su fallecimiento, sólo tuvo fuerzas para pedir a su madre, Francia Edith Ocampo, que lo llevase a casa; el médico que le atendió en las últimas semanas, Javier Valencia, se resignó: "Estábamos esperando ese desenlace", se lamentó hoy.
A los seis meses de edad, los médicos diagnosticaron un cáncer que le afectaba a un riñón, y entonces se lo extirparon, pero hace siete años el cáncer evolucionó en un proceso de metástasis, se propagó al otro riñón, a un pulmón y a una pierna del niño. Andrés Felipe estuvo internado en el Hospital Central de la Policía Nacional, de Bogotá, hasta finales del pasado noviembre, cuando fue trasladado a la casa rural de sus abuelos en Buga y al hospital de esa ciudad, de donde salió ayer.
El padre de Andrés Felipe, el cabo de la Policía José Norberto Pérez, fue capturado el 17 de marzo de 2000 durante un ataque de las FARC a un poblado en el departamento de Risaralda, en el centro oeste del país.
La historia del menor despertó la solidaridad de los distintos sectores de la sociedad colombiana y organismos internacionales, que clamaron infructuosamente para que los rebeldes liberaran al cabo de la Policía José Pérez, secuestrado por ese grupo hace 23 meses durante un ataque a una población del oeste colombiano.
Pero las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas) aprovecharon el caso para dejar en claro que "la suya es una lucha tejida de rencores", en palabras de analistas, y tras poner en duda el padecimiento de Andrés Felipe condicionaron la libertad del suboficial a la entrega de un rebelde preso que también presentaría quebrantos de salud.
El máximo comandante de ese grupo, "Manuel Marulanda Vélez", llegó incluso a proponer que el pequeño fuera trasladado a la zona despejada del sur del país, para que allí médicos de las FARC comprobaran su verdadero estado de salud.
La actitud del líder rebelde aumentó el repudio y obligó al gobierno a tomar cartas en el asunto y solicitarle a los guerrilleros que liberaran al padre de Andrés Felipe sin contraprestación alguna.
Sin embargo, las FARC rechazaron dicho pedido y formularon la propuesta del intercambio, que fue rechazada por el Ejecutivo, con el argumento de que el caso no debía ser aprovechado para sacar ventajas políticas.
El comisionado presidencial para la paz, Camilo Gómez, envió una carta a los comandantes rebeldes, rechazando la propuesta y recordándole a "Marulanda Vélez" que antes de cualquier cosa él era padre y por ello estaba obligado a tener un acto de grandeza y solidaridad.
Mientras ambas partes seguían esgrimiendo razones, Andrés Felipe padecía los rigores de la enfermedad y suplicaba por la liberación de su padre, el cabo Pérez, quien seguramente no había sido informado de la situación de su hijo. Con su propio puño y letra, el menor escribió una carta al Papa Juan Pablo II pidiéndole que rogara por la libertad de su padre, al igual que tenía previsto hacerlo con el rey de España, Juan Carlos de Borbón, quien el pasado mes cumplió una corta visita a Bogotá.
Pero al final todos los esfuerzos fueron en vano. Las FARC no permitieron que el pequeño moribundo cumpliera su último deseo, desatando en Colombia una nueva cadena de reproches y lamentos.
El presidente Andrés Pastrana se sumó al repudio. "Una vez más vemos un acto de insensatez por parte de las FARC frente al dolor humano. Lo mínimo que le pedíamos desde el gobierno era que por primera vez tuviera un gesto humanitario", anotó el mandatario.
Ayer, en medio del llanto generalizado, la madre del pequeño, Francia Ocampo, pidió perdón para los culpables de la última infelicidad de su hijo, sobre cuya tumba no podrá decirse la manida frase: Descansa en paz Andrés Felipe. (DPA-EFE)

Denuncian una matanza

Bogotá (dpa) - El Ejército colombiano denunció ayer la matanza el pasado viernes, a manos de la guerrilla de las FARC, de 25 campesinos en un caserío del municipio de Tarazá (noroeste), donde se presumía que habían muerto en combate 45 rebeldes y paramilitares.
Sin embargo, el coronel Jairo Ovalle, comandante de la XI Brigada militar, aclaró que en esa zona no se presentaron enfrentamientos, como se había informado inicialmente, sino una masacre de labriegos por parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas).
El oficial explicó que el viernes dos columnas de ese grupo irrumpieron en una aldea de Tarazá (400 kilómetros al noroeste de Bogotá) y sacaron de sus viviendas a 25 campesinos, a quienes luego asesinaron bajo acusaciones de auxiliar a los grupos de ultraderecha.
Según el jefe militar, dos de los labriegos fueron decapitados en presencia de sus familiares, mientras que los otros 23 recibieron disparos de fusil.

Foto:El pequeño Andrés había solicitado a la principal fuerza guerrillera un "gesto humanitario" que finalmente no fue concedido.