Domingo 16 de diciembre de 2001 | ||
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Cuando 66% es igual a 33% |
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Análisis | ||
Si vas para Chile y es época de parlamentarias, recuerda llevar un diccionario que defina "sistema binominal": ese apéndice de la Constitución de 1980 impuesta por Augusto Pinochet y que no sólo es un puzzle para extranjeros sino una razón de desincentivo para la inscripción de los jóvenes, una barrera para los partidos menores y una causa de apatía ante las urnas. Esta modalidad es la única de estas características vigente en el mundo. Un forastero simplemente no puede entender que un sector político que logra el 66,6% de los votos tiene la misma representación en el Congreso que otra alianza que ganó el 33,4%. El sistema es herencia de Pinochet, que quiso fomentar dos grandes bloques que deberían alcanzar grandes consensos gracias al equilibrio artificial y mantenerse en el centro político. Los críticos más severos opinan que la forma binominal -llamada así porque en 60 distritos y 38 circunscripciones se eligen dos cupos para diputados y senadores, respectivamente- es "perversa" pues un pacto debe doblar la votación del adversario para adjudicarse ambas bancas de la jurisdicción. A la distorsión del sentir popular, se suma que los partidos se ven obligados a unirse a grandes alianzas, lo que margina a las colectividades o movimientos más pequeños que no están ni con el gobierno ni con la oposición de derecha, hoy por hoy los dos únicos bloques que consiguen presencia en el Parlamento. Más allá de que la proporcionalidad no está garantizada y quedan excluidas las minorías en los dos bloques de poder, la Concertación (gobierno) y la Alianza por Chile (derecha), el sistema fomenta el "canibalismo político". Considerando que la posibilidad de doblar al pacto rival se dará en contados distritos y circunscripciones, el verdadero "enemigo" a derrotar es el compañero de lista. Tanto es así que en la actual campaña, candidatos de gobierno y oposición denunciaron agresiones de parte del comando de su mismo pacto. A los golpes bajos entre propios camaradas políticos, se suma el hecho de que son las cúpulas partidarias las que designan a dedo a los candidato , favoreciendo la desconfianza ciudadana . |
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