Sábado 29 de diciembre de 2001 | ||
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La mejor música vino del cine |
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Emir Kusturica brilló y acercó la cultura yugoslava La crisis afectó a la industria y a los recitales |
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Buenos Aires.- El cineasta Emir Kusturica, devenido en mentor y guitarrista de la No Smoking Orchestra, desató un vendaval de arte, desenfreno y testimonio que constituyó lo mejor de un 2001 musical que cercado por la debacle del mercado discográfico, tampoco escapó a los aires de crisis que atravesaron la realidad argentina.
El genial realizador de impactantes filmes como "Underground", "Tiempo de gitanos" y "Gato negro, gato blanco", mostró que pasando de la cámara a la dirección musical es capaz de plasmar a través de otros códigos estéticos una suma de ideas que vinculan magistralmente lo artístico con el compromiso y una cabal idea de patria ligada a su irrenunciable origen yugoslavo. Esa riesgosa combinación (exhibida en cinco shows porteños y otros recitales en Córdoba y Mar del Plata) logró que detrás del desborde, el ritmo, el baile y el humor, todo el frenético concepto volcado sobre tablas contuviera el doble mensaje de la fiesta y su resaca. Haciendo feliz equilibrio en ese par de sensaciones complotadas, el grupo de 11 músicos sostenido en la voz y el carisma de Dr. Nelle Karajilic entregó dosis de alegría y dolor para recrear sobre tablas la multicultural raíz de la arrasada Yugoslavia. Escalones más abajo en el impacto de la cartelera melómana que padeció el descalabro de la principal cadena de disquerías del país, se ubicó la visita de Beck (en el marco del veraniego "Buenos Aires Hot Festival"), Jorge Drexler y Moreno Veloso, la ratificación de la vigencia de León Gieco y el certificado de consolidación de las dos mejores bandas rockeras de la actualidad: Babasónicos y Pequeña Orquesta Reincidentes. Beck, el frágil y distante ícono de los "90, que construyó su fama sin crear estilo alguno sino por haber sabido releer sin prejuicios la suma de herencias musicales, llevó en enero su verdad al Campo Argentino de Polo y redondeó un concierto memorable. En ese único recital ofrecido dentro del festival en que también actuaron los extranjeros R.E.M., Oasis y Neil Young, el norteamericano recorrió un abanico estilístico que no tuvo reparos en asumir el pop, el rock, el soul, el country, el folk, el punk, el funk, la balada, el dance y la bossa-nova, apelando a un arma brillante y conmovedora: su estupenda voz. El brasileño Moreno Veloso, por su parte, desenfundó en directo su "Máquina de escribir música" y logró aportar una nueva síntesis entre la canción brasileña (tan bien legada sanguíneamente por su padre, el gran Caetano Veloso que brilló nuevamente en su regreso a la Argentina) y el uso de toques electrónicos. En esa misma línea de combinación de lenguajes, el uruguayo radicado en España Jorge Drexler se ganó un lugar de importancia en la escena local, gracias a la reconfortante inocencia de su más reciente disco "Sea". La grilla internacional de una temporada menos rimbombante que otras pasadas también permitió la llegada de Ney Matogrosso, Sting, Eric Clapton, Red Hot Chilli Peppers, Iron Maiden y una andanada de jazzeros liderada por el pianista cubano Chucho Valdés, el exquisito saxofonista Michael Brecker y la densa trompeta de Nueva Orleans de Nicholas Payton. (Télam). Reafirmaciones y consolidación Entre los artistas locales primaron algunas ratificaciones como la de León Gieco, quien festejó sus 50 años y volvió a decretar una fiesta de conciencia y coherencia en la extendida presentación de "Bandidos rurales", una placa que lejos de la brillantez fue una buena excusa para el vínculo entre el artista popular y su audiencia. |
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