Miércoles 26 de diciembre de 2001 | ||
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Carlos Monzani, la pintura y la magia |
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Del Abasto al mundo salen las obras de un artista que trabaja grandes dimensiones en las que une lo cerebral y lo emocional |
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Carlos Monzani se instaló en la magia desde su taller del porteñísimo barrio de San Telmo, hasta el nuevo que tiene en un ícono de la cultura tanguera como el Abasto, nada menos que en la calle Carlos Gardel. Desde esas perspectivas y como incansable viajero de paisajes de aquí y del mundo, además de su intensa actividad en el teatro Colón, hapintado un mundo donde la teatralidad y la visión mágica de personajes y entornos edifican telas dotadas de una lujuriosa concepción de la existencia. Son sus "ventanas" expresivas de un interior de vivencias, que hacen de este pintor argentino con orígenes italianos uno de los más admirados, a pesar de su timidez para conquistar los mercados de la plástica.
- ¿Hay etapas para destacar en esta carrera? - La etapa más importante fue cuando ingresé en el teatro Colón donde entré como ayudante de Basaldúa en la oficina técnica y me desempeñé luego como jefe de escenografía durante unos 30 años. Todo esto me brindó cierta tranquilidad económica y una gran experiencia. La pintura en el teatro es muy diferente, se trabaja con espacios muy grandes en este caso 20 ó 40 metros no son nada, si se piensa que un cuadro de 60 por 80 cm. Es una obra grande la diferencia es enorme. En el teatro hice decorados como el del "La Clemenza di Tito", la ópera de Mozart con puesta de Cecilio Madanes, que llegaron a tener 60 metros. Por eso, acostumbrado a pintar normalmente en caballete, toda esa experiencia a mi me acomodó de otra manera. Trabajar en semejantes superficies, con verdaderos pincelones, me resultó tan importante como el clima del teatro, por eso para mi en pintura el espacio es fundamental. -¿Hizo decorados de ópera o también de ballet? - Hice de todo, porque era el jefe de toda la actividad. En los años 60, cuando hubo un cambio en todos los órdenes y todas partes, empezamos a realizar decorados con mucha luz, que parecían no existir, porque justamente el decorado tiene que darle prioridad al espacio, a la profundidad, y la luz juega un papel importantísimo. -¿Cómo fue el encuentro con la pintura? - A partir de una vocación o inclinación, que muchas veces se completa con la ayuda de un maestro que van dando pautas de enseñanza, pero yo me defino autodidacta, aunque he tenido maestros como Fernando Pierri o Héctor Cartier y un señor que nuca expuso y me deslumbró que se llamaba Vaccarezza. Yo era dibujante lineal y trabajaba en arquitectura, cuando a los 18 años lo conocí y me di cuenta que era un pintor impresionante que en su casa del barrio de Urquiza tenía una obra post impresionista increíble, y me enseñó cómo se preparaba una tela, porque también trabajaba telas grandes, y volvió a darse esa espacialidad que también aportó el teatro. Después me incorporé al "movimiento informalista" (que era universal) que encabezaba Del Prete con otro pintor muy bueno llamado Miraglia en la Argentina. Con ellos participé en el museo Guggenheim de los Estados Unidos en muchas oportunidades junto con otras veintena de pintores argentinos, lo que me permitió tener una mayor actividad en el extranjero. -¿Eso conformó una nueva etapa? - Si, porque más recientemente con un grupo llamado Oriente participé de muestras durante diez años en Tokio, Hong Kong y otras ciudades. Mandábamos las obras, no éramos muchos, pero todos eran excelentes plásticos organizados por una pintora galerista que era Marta Zullo. Después esa actividad terminó porque estaba apoyada por la mujer del embajador Peña, que luego pasó a otro destino y entonces de Oriente pasamos a mostrar nuestras obras en toda América, México, Santo Domingo, Colombia, etc. -¿Cómo fue la apreciación de la pintura argentina en esos distintos lugares? - Yo tuve bastante suerte, porque, por ejemplo para los orientales la imagen de mi obra es bastante diferente, ellos están acostumbrados a ver mucha pintura de los grandes maestros europeos y de nuestro grupo muchos seguían esa línea, pero lo mío es más local y americanista. Incluso un coleccionista muy conocido de Japón me compró obras a muy buen precio, teniendo en cuenta que tenía una colección de las mejores firmas del mundo.- -¿Con qué tiene que ver esa idea de localismo? - Con el espíritu. En mi caso soy hijo de italianos y tengo los genes de esa cultura como lo pude constatar cuando estuve en Italia. Me emociona todo lo que es Renacimiento o manierismo y eso se debe notar en mi obra. Pero también está el espíritu americano, por mis viajes, que van de Ushuaia hasta Orán en Salta, incluso pasando por Río Negro y todo el interior. América es mágica, como decía García Márquez y yo lo escribí en una suerte de manifiesto. En el norte me impresionó, lejos de las ciudades, la vivencia profunda que tienen de la tierra y las piedras. Lo sentí en una expedición de la que participé con baqueanos a Tilcara, una experiencia fantástica, un viaje en el tiempo por lugares que no tienen nada, pero si la magia que me contagió, el realismo mágico. Yo hice pintura figurativa, abstracción, informalismo, y con los viajes me atrapó la cosa más figurativa con la idea de expresar ese mundo mágico, selva, animales, figura humana o el porteñismo con el tema del tango que siempre tengo presente y tiene su parte de la inmigración europea.- -¿Cambió las formas de pintar? - Voy simplificando más, buscando planos más grandes, tal vez me atraen las dimensiones importantes. Considero que el arte tiene lo cerebral y lo emocional, soy un tipo emocional pero a veces pienso, entonces trabajo, compongo y vuelco la emoción que es fundamental. El milagro de la pintura es que uno tiene una tela blanca sin nada y cuando termina de pintar, bien o mal, tiene vida propia, no me pertenece ni a mi mismo, se saca lo de adentro, es como ir al analista. Con la pintura no se puede macanear. Julio Pagani Pensamiento y mano de maestro Carlos Monzani a pesar de su timidez, tiene ese prestigio que no requiere de voceros sino de talento esencial. Tiene pocos y buenos alumnos, los deja hacer y confía que esta generación es la que salvará el arte, porque es una generación cada vez más numerosa en plástica y con ideas nuevas, aquellas ideas que para Monzani sólo fueron originales en los años 60, la verdadera vanguardia. |
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