Domingo 23 de diciembre de 2001

 

Un cuento para la Argentina, por favor

 
 
Solsticio de verano. El día más largo del año. Pero el día más largo de Fernando De la Rúa había comenzado el día 19, cuando desayunó con su gimnasia cotidiana de esforzarse en negar lo que ocurría afuera de la quinta de Olivos. Saqueos en todo el país. Los más pobres, desde la madrugada, trasmitían su mensaje con violencia: "la situación no da más". Las almas se habían desbordado. Los saqueos se multiplicaban desde el sábado 15, pero en la madrugada del 20, con varios muertos ya, De la Rúa da la orden de no usar el término "saqueo". A medianoche el pedido de la renuncia a Cavallo parecía inscribirse en el mismo acto de voluntad. "Negar" a Cavallo, pensó, podía alcanzar para cambiar la realidad. El 20 de diciembre el presidente tuvo que negarse a sí mismo.
Si hay algo positivo de las crisis es que develan, permiten ver, aunque suelen mostrarlo todo de modo descarado.
Dos imágenes: Una, el cacerolazo que siguió a un discurso presidencial anodino en el que no había soluciones sino intimidación. Una persona del barrio de la Recoleta me cuenta lo que veía en las calles: gente clasemediera, munidos de ollas perfectas - posiblemente de la colección Essen- saliendo a las calles a batir su bronca, su descontento, a gritar su silencio. Hablo con un amigo que vive en España, su ingenio me hace reír "sólo un tipo como De la Rúa logró juntar al mismo tiempo en las calles la gente del ´ 45 con la gente del´ 55".
Pregunto a una psicóloga qué ve: " Veo que en esta crisis el dolor dejó de ser ajeno. Se extendió a toda la población".
La presidenta de la Fundación Carl G. Jung, Nora Fabbro, atiende "pacientes" de esta crisis hace rato. Cuenta que, como le sucedió al genial analista suizo (discípulo descarriado de Freud) - podían presagiar el descenlace.
Crisis de pánico, crisis de neurosis que se descompensan por la ansiedad como un síndrome de ansiedad generalizado, pavor al vacío, crisis de valores, depresión como contracara de la violencia, soledad, frustración, fueron los síntomas que más aparecieron en su consultorio en los úlimos años. "Todo esto se ve y se lee en lo que los analistas junguianos denominamos el arquetipo de la sombra. Aquí yacen los contenidos inconscientes de todo aquello temido, pero también del potencial de lo que nunca me he atrevido a realizar. Estos días la sociedad argentina estuvo atrapada por la sombra. La violencia emergió en personas que estallaron hartos de vivir en un mundo siempre adverso".
Dos. En medio de la confusa madrugada del 20, varias personas salieron a la calle y convocaron a sus vecinos a expesar la bronca celosamente guardada. Un hombre gritaba ¡¡¡¡vamos, despierten!!!! una hermosa metáfora de esta nueva inflexión en la historia argentina.Una pequeña luz traía el amanecer.
La catarsis se mostraba en todo su esplendor, un acto de desobediencia civil enfrentaba el decreto de estado de sitio. La crisis seguía su curso. Desalojan la Plaza de Mayo. Una jueza pide que cesen con la represión. Seguimos escribiendo la historia con anécdotas increíbles, dolorosas, absurdas, surrealistas. El riesgo país se incrusta en los 5000 puntos, a quién importa ya, si sentíamos la temperatura afiebrada de nuestro cuerpo social. Otra crisis de un país tan incierto como complejo, tan misterioso como irrenunciable.
Nora trabaja con menores abandonados, enfermos terminales y usa como herramienta de trabajo los cuentos. "Es vital en momentos oscuros recuperar nuestra herencia ancestral. Los cuentos-dice- ayudan a resolver situaciones". Le pido que elija un cuento para contar a esta Argentina dolorida. Piensa un rato. Un rato largo. "Mmm..¡qué difícil! Encuentra uno. El cuento de la vendedora de cerillas que, justamente, trascurre en una Navidad. La vendedora de cerillas tenía sólo para calentarse, en su pobreza, una cajita de fósforos. Con su última cajita tenía que atravesar la larga noche de una Navidad solitaria. Le queda un fósforo y con el fuego de su última cerilla se atreve a pedir un deseo. Allí, donde nos atrevamos a pedir un deseo desde el alma, las cosas cambiarán para nosotros. La moraleja del cuento es que así recuperó su sentido de la vida, pudo pedir su deseo. Podemos ser rescatados por nuestra propia fuerza interna, nuestro deseo. No es fácil prender el último fósforo, pero es la última alternativa que nos queda para recuperar los sueños.

Susana Yappert
syappert@rionegro.com.ar

   
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