Miércoles 19 de diciembre de 2001

 

Pampa y la vía

 
 
Dicen que lo vieron mal. Más flaco que el verano pasado. No aguanta un resfrío. Un estornudo lo pondría de patitas al otro lado del Purgatorio.
No nos extraña. Así lo vimos también nosotros hace unos meses y no dejó de ser una sorpresa. Es que no se puede llegar a esos niveles de fragilidad. Un amigo, el mejor posible, lo definió en dos palabras: estoico y romántico. Los heridos como él, los aguerridos como él, son menos que un Mío Cid Campeador y más que el Quijote de la Mancha. El fantasma de Cervantes estaba loco, el hombre en cuestión no ha perdido la lucidez aún.
Cuando apenas si llegábamos a los nueve nos leyó un poema trabajado con la tenacidad de un maestro orfebrero. Los versos caían en el canasto de la rima. Uno tras otro hacían música justo cuando la oración llegaba a su límite físico. La poesía es rima y lo que no rima no es, sentenció entonces. Olvidándose de Nicanor Parra, Oliverio Girondo y Vicente Huidobro. Se lo hicimos notar pero no lo notó.
La poesía lo mantuvo robusto hasta que la vida terminó de darle la paliza que pocos, muy pocos, merecen. El dolor es una asignatura pendiente que no deberíamos rendir jamás.
Fue hijo y nieto de marinos amantes del arroz entreverado con ají y de los juegos de azar. Surcaron los mismos mares y bebieron en los mismos oscuros tugurios de las costas del Pacífico.
El prefirió la marejada imposible de Herman Melville. La palabra de los otros, esos que conocían los enigmas de las perfectas combinaciones, fue un antídoto contra sí mismo hasta que sus heridas dejaron de cicatrizar. Menos que "El hombre de Oriente" de Rembrandt y más que los gritos desgarrantes de Francis Bacon.
Nunca tuvo un perro pero difícilmente llegue el día en que consiga uno para amainar su terca soledad. No maneja, no cocina asados, no juega al fútbol, no es hincha de nadie. Menos que un macho pero mucho más que un hombre.
En estos años locos sus poemas son historia. Le queda el arte del sofista que lo entretiene a metros de la muerte. Sepan amigos, hablando se entiende la gente y la carta número 13 del Tarot de Marsella acepta argumentos que ignora la razón.
Bacon, el pintor de las noches sin luna y las pasiones robadas a los ladroncillos de ateliers, supo invocar los aullidos profanos, la tortura de los cuerpos y el golpeteo de la conciencia para hacer de ellos tierra negra, hiel y explosión. Nadie como Bacon ha dicho tanto acerca de los terrores del alma.
Parados en Pampa y la vía buscamos datos en el cielo que se apaga. Lo vieron delgado, lo vieron triste, lo vieron cansado. Pampa y la vía: una dirección postal y un destino. Una hipérbole. El día menos pensado un compañero de ruta nos salva de la peor jornada. Ningún juicio alcanza ni menos un prejuicio. El beso y el cachetazo saltan de cualquier esquina.
Cada uno es autor de su teorema. Y si te corroen el silencio y la ausencia, pues llama, brinda, escupe, llora, ama, abraza, suplica, busca. Busca.

Claudio Andrade
candrade@rionegro.com.ar

   
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