Martes 18 de diciembre de 2001

 

La maldad de los normales

 

Acaban de reeditar "A un costado de los rieles" (Ed. Norma), una serie de cuentos de Héctor Tizón publicados originalmente hace cuarenta años en México.

 
Los grandes se parecen a sí mismos. Desde la primera frase, desde el primer libro, hay escritores que son inevitablemente ellos. Eso sucede con Héctor Tizón (Yala, 1929). En estos cuentos publicados en México hace más de cuarenta años y hoy reeditados por vez primera en Argentina. La semilla de toda la obra posterior del gran narrador jujeño ya está presente en estas historias. Resalta la fidelidad de Tizón a un estilo, una temática singulares. "A un costado de los rieles" podría ubicarse en cualquier momento de la línea temporal que contiene sus obras. Tizón sigue fiel a sí mismo.
Los dieciséis relatos, algunos muy breves, están unidos por la presencia o la mención del mundo ferroviario. El tren, las vías, la estación, los oficios. Sin quererlo, ese mundo adquiere en la Argentina de hoy, la inevitabilidad de lo perdido. También el libro puede leerse como historias de un rescate, el rescate mediante la palabra de un mundo que ya no existe. Si bien lo ferroviario puede tomarse como el tendedero que aúna estas historias, hay otros elementos cohesivos, otros río profundos que se conectan entre sí para formar ese gran delta tizoniano.
Lo que los une es una atmósfera propia, el ambiente en el que se desarrollan y forman parte los personajes: la puna jujeña, sus habitantes, sus creencias. "Gemelos", "El hijo de Belcebú" y "Fuegos artificiales" exploran el mundo de seres fronterizos que viven su inocencia alegremente, pero todo termina en tragedia por causa de la maldad congénita de los seres "normales".
La fidelidad de los animales con el hombre está abordada en "El llamado" y "Caballo viejo". El naufragio de las ilusiones de una vida mejor están en "Petróleo" y "La estupenda victoria". La guerra y el efecto aniquilador de todo sentimiento están presentes en "Ahora te toca a ti", "Simulacro" y "Crónica de la guerra grande", este último relato es un claro antecedente de lo que será la novela "Sota de bastos, caballo de espadas".
La visión infantil está presente en "El circo" y en "la cortada Gordillo". "El desertor y la mujer que hacía cálculos" explora el mundo femenino de la puna y su idiosincrasia. En "Frontera" están presentes la marginalidad, el paisaje y el acohol en unos seres derrotados. Dejo para el final "Ligero y tibio como un sueño", el cuento más logrado del libro. En este relato Tizón reconoce " está creo, el corazón de toda mi obra posterior, que trata del tiempo, del viaje, del exilio y del regreso. Mi cicatriz de Ulises".
Es cierto que un libro de cuentos también es una suma de altibajos, hay algunos en los que se siente la inexperiencia; pero hay otros francamente notables. Sobre todo aquellos cuentos en los que Tizón, desde una periferia geográfica representada por esa gente de la puna jujeña, nos deja oír las voces, la cadencia de una prosa que cuenta y respira ese mundo humano inserto en un paisaje singular. Para aquellos que son fieles admiradores de la obra de Tizón, el libro es otro eslabón más de una magnífica cadena y no decepcionará. Y para los que se inician, es una excelente puerta de entrada a ese maravilloso universo narrativo construido por este jujeño; quizás el mejor prosista que tiene hoy la literatura argentina. (N.T.)

Foto: La Puna, el universo ferroviario, elementos de la obra de Tizón.

   
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