Domingo 16 de diciembre de 2001
 

Comida peruana

 
 
Dicen que la comida peruana es una de las más variadas del mundo. Yo agregaría que una de las más exquisitas. Hay que probar un cebiche mixto de pescados y mariscos –macerados en lima, jengibre, ajo, cilantro, ají picante, sal y pimienta negra– para vivir toda la euforizante salud y frescura del mar. O los minimalistas choros a la chalaca –mejillones fríos en una especie de salsa criolla con ají rocoto– para disfrutar de una arrebatadora combinación de picante y frescor. O los contundentes "combinados" de invierno, que aúnan carne, pollo o cordero a un suculento guiso de porotos y porción de arroz, o el picante de mariscos, una verdadera delicia que flota delicadamente sobre un espejo de salsa anaranjada. También está el chicharrón mixto de pescados y mariscos –o de pollo o cerdo–, frito de modo ejemplar y exacto y servido en un genial golpe de contraste con una fresquísima ensaladita de tomate, cebolla y cilantro, cancha –una especie de maní peruano– y las aterciopeladas papas del lugar. O el shambar trujillano, esa espesa sopa de legumbres con patitas y cuerito de cerdo.
Indudablemente, la comida peruana no es para rutinarios, pero su elemento más alarmante para muchos –el picante, que personalmente es una de mis debilidades– puede graduarse al gusto del cliente hasta desaparecer por completo, sin que la intensidad profundamente evocativa del sabor y el aroma de los platos deje de resonar por mucho tiempo y placenteramente en una suerte de memoria gustativa, signo seguro de que se ha comido muy bien. Algo así me pasa siempre en el restaurante Status, un lugar limpio, discreto y bien iluminado sobre la calle Virrey Cevallos, casi esquina Alsina, a pasos de la Plaza Congreso. Pero eso no es lo único que me ocurre allí, ya que el lugar es como si transmitiera una sensación de pertenencia, hospitalidad y refugio. Si T. S. Elliot incluía "incluso una muy buena comida" entre las experiencias más trascendentales, el Status traslada a los restaurantes la famosa definición de Graham Greene sobre el bar como "un hogar lejos del hogar". La atención es cortés y discreta, el ambiente está tan lejano del lumpenaje como de la insoportable impostura "fashion", y la base familiar del emprendimiento es una calidez que se transmite desde los dueños –Jessica y Edy– hasta los camareros y los cocineros que trabajan a la vista. También hay música peruana y baile en el sótano, los miércoles por la noche.
En realidad, yo no debería estar recomendando este lugar casi secreto, de precios bajos: a ver si todavía se llena de fashions. Pero hay algo que no puedo evitar con los placeres, y es la tentación de compartirlos.
Claudio Uriarte
De la sección "Placeres" de Página/12.
   
    ® Copyright Río Negro Online - All rights reserved    
     
Tapa || Economía | Políticas | Regionales | Sociedad | Deportes | Cultura || Todos los títulos | Breves ||
Ediciones anteriores | Editorial | Artículos | Cartas de lectores || El tiempo | Clasificados | Turismo | Mapa del sitio
Escríbanos || Patagonia Jurásica | Cocina | Guía del ocio | Informática | El Económico | Educación