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Martes 4 de diciembre de 2001 | |
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Jorge Drexler, artesano de la música |
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El cantante uruguayo hoy dará su primer recital en Neuquén en el Aula Magna de la UNC |
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Dentro de su sexto viaje por la Argentina, Jorge Drexler cantará hoy a las 21.30, en el Aula Magna de la Universidad Nacional del Comahue. Montevideano del 64 y criado en un entorno de maestros rurales, comerciantes, profesionales de la salud, desde botija lo habitó la música: piano a los cinco años y guitarra a los 11, luego armonía, composición y técnica vocal.
"Tardé mucho tiempo en darme cuenta que esa era una opción de vida y en ejercerla como única, demoré casi treinta años. La música fue como mi amante. Antes trabajé en otras cosas, y eso le dio una sensación de enorme privilegio a cada momento que le dedicaba, o al escribir un texto", precisa Jorge en una entrevista con "Río Negro" antes de viajar a Neuquén. A los 23, fue primer premio de la Universidad del Uruguay con un cuento corto y mención por su labor poética. Comenzó a componer en el 89. Tres años más tarde llegó el primer disco, "La luz que sabe robar" y en el 94, "Radar", mientras tanto estudió y se graduó en medicina. En diciembre de ese año, Joaquín Sabina lo escuchó en el Teatro de Verano de Montevideo y lo invitó a Madrid y allá voló en el siguiente febrero. Desde entonces es un habitante el ruedo musical español con sus propios conciertos y como artista invitado de Sabina, Víctor Manuel, Pablo Milanés, Pedro Guerra, Ana Belén o Javier Alvarez. Es autor de "Dos colores: blanco y negro", canción que Manuel y Milanés incluyeron en "En blanco y negro", su compacto de 1995; "Tu voyeur" y "Cerca del mar" integran el último disco de Miguel Ríos. Drexler debutó en nuestro país hace menos de dos años. Revelación 2000 para la revista "Rolling Stone" y "Clarín", llegó esta vez, tercera consecutiva en lo que va del año, para presentarse en el Astral de Buenos Aires junto a los uruguayos Gonzalo Gutiérrez en bajo, el baterista José Sanmartín, Luciano Supervielle en teclados, sampler y dj, Edú Lombardo y Nicolás Arnicho en percusión, más Ana Laan, en coros. La gira comenzó en Rosario, viernes y sábado cantó en Buenos Aires, el domingo en Córdoba, hoy lo hará en Neuquén, siguen Bahía Blanca, Mar del Plata y La Plata, y por último su Uruguay. Sobre las tablas del Teatro Astral, se lo vio tranquilo, bien parado, ganando lentamente confianza para manejar sensaciones y climas propios y ajenos con una soltura casi de entrecasa. - De qué se nutre tu música. -Me gusta ir muy atrás y muy al presente, jugar con polos que se contrapesan. La mejor manera de hacer resonar la mayor cantidad posible de elementos emotivos de una persona, es jugar con los que te son familiares desde la niñez. Los que mi abuela judía polaca cantaba cuando vino; que mi abuelo asturiano cocinaba y yo comí en la mesa y por allí entraron en mi memoria; o cuando la señora que me cuidaba en casa escuchaba a Los Olimareños... Eso va entrando. Después tengo un montón de opciones estéticas por contraposición, yo negué al folclore durante mucho tiempo porque era algo asociado a un período tan gris como fue el de la resistencia a la dictadura y no quería escuchar hablar de él, me inclinaba por sonidos o expresiones que marcaran la diferencia. Hoy, lo que más me interesa es la conexión. Hay cosas que no se aprenden a los veinte años, se aprenden a los veinte meses. -Cuál es tu relación con el público argentino. -Argentina es un lugar donde los uruguayos compartimos códigos. Fue muy rápido, yo no tenía discos editados aquí y de repente cayeron todos juntos: "Frontera", "Llueve", "Vaivén". Cada día me sorprendo con la alegría que se me trata y se me recibe. En la música uruguaya se abren tan pocas puertas que cuando una lo hace no la cuestionás ni la mirás con lupa, te metés con alma y vida y tratás de cumplir tu sueño de vivir de la música, algo complicado por estos pagos. Soy de un país muy chico con una dependencia enorme de lo que afuera pasa. Miramos mucho para Buenos Aires, Madrid, Brasil un montón; tenemos una dependencia colonial en muchas cosas de Estados Unidos, España, de Francia en una época... Más que escribir y cantar canciones, parece que Drexler las fuera tejiendo con habilidad de viejo artesano, con esa sabiduría y experiencia que les permite poner el hilo justo en el lugar adecuado y armar una belleza sencilla y perdurable. Como una tejedora mapuche o una de manos del Uruguay. "La consideración que tengo de mi trabajo es totalmente artesanal, prefiero mucho más esta definición que la de artística. Creo mucho en el aprendizaje a través de la asiduidad. De tanto frecuentar y manejar palabras y sonidos, me voy metiendo en un oficio. Lo artesanal tiene dos vertientes, una a través del tiempo, la periodicidad de mi relación con los instrumentos de expresión. Me gusta ver cómo toma el pincel un pintor de brocha gorda, me fijo en ese tipo de gestos; me gusta mucho cómo se relaciona con sus instrumentos, un cirujano que lleva treinta años operando; me atrae como afina la guitarra un músico experimentado, me fijo cómo la encaja en su cuerpo. Allí se ve el paso del tiempo". "La otra particularidad es el don natural, hay también un componente de software que viene de fábrica, en las personas, define Jorge. Después se desarrollan un montón de cosas, pero un artesano de los que me gustan, es un tipo que ya tiene algo de eso de niño. Creo en las condiciones naturales, pero también en su desarrollo a través del tiempo. Hoy la definición de artista depende más de lo que ya viene dado y queda menos clara la construcción, que para mí es fundamental". En Neuquén, Bahía Blanca, Mar del Plata y La Plata, como son conciertos de presentación, Jorge Drexler cantará acompañado por su guitarra y los samplers de pie. "Me gusta ir solo la primera vez, prefiero un primer contacto en un espacio más reducido y directo con la gente que va a verme. Después, cuando nos conozcamos un poco más, vendrá la segunda fase, más expansiva, que se vio en Rosario, Buenos Aires y Córdoba y se puede solventar si hay requerimiento de salas más grandes". Eduardo Rouillet |
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