Lunes 26 de noviembre de 2001

 

Antes de Colón, los aborígenes jugaban con dados y al hóckey

 

Revelaciones de un estudio sobre los juegos autóctonos de Latinoamérica.

  NEUQUEN (AN).- Es probable que los jugadores de aquella época también usaran vincha, aunque de seguro se veían muy distinto a "Las Leonas" de la selección argentina de hóckey. El palín -rebautizado como "la chueca" por españoles y criollos- se jugaba en América mucho antes de la llegada de Colón a estas tierras.
Con un palo de manzano con forma de bastón y una bola fabricada de vejigas de ¿guanacos? rellenas con pasto, los primitivos habitantes de esta parte del planeta hacían su juego. Y sus goles.
El hóckey tiene patente inglesa, como buena parte de los deportes tradicionales y los no tantos, aunque se sabe de la existencia del palín y -más lejos en el mapa pero cerca de la corona británica- de una versión original y antiquísima en la India. Por caso, los mejores palos de hóckey siguen siendo una tradición y una marca registrada de ese país.
La profesora de educación física, Stella Ferrarese, desde siempre sospechó que aquí en América se jugaba muchos antes de que llegaran las carabelas. Y en los últimos años no ha hecho otra cosa que comprobarlo. Ferrarese, investigadora ad honorem de la Universidad Nacional del Comahue, recorrió un largo camino de este y del otro lado de la cordillera, en la Universidad de la Frontera en Chile. Este año, la especialista consiguió que el ministerio de Educación de la Nación publique dos cuadernillos con los juegos que se jugaban antes, muchos antes del 12 de octubre de 1492. Uno de ellos es el palín, cuya versión moderna hace furor por estos días de la mano de esas chicas que, márketing y esfuerzos de por medio, se metieron en la fibra de la pasión argentina.
El juego del palín fue identificado en las costas de Chile en 1520 por el abate Molina y también hay antecedentes en los indios ranqueles, además de otros indicios que se acumulan en otros puntos de América.
La payana -o yupana o yupaca, entre otras muchas denominaciones que se le adjudican al juego- tiene un origen quechua y con más o menos éxito se mantiene hasta la fecha. No es difícil imaginar cualquiera de estas actividades en aquellos tiempos, sobre todo porque hay variados testimonios escritos que los describen con lujo de detalle.
En cambio, por lo menos quien suscribe, no puede menos que abrir los ojos como el dos de oro cuando se entera que los indígenas precolombinos jugaban a los dados o algo que se le parecía mucho.
El juego en cuestión se llamaba Kechukawe, y la herramienta eran dados (mezcla de perinola y dados tradicionales) de cinco caras en cada una de las cuales estaban impresos uno, dos, tres y cuatro puntos. Básicamente, de acuerdo como caía el dado -un cuerpo prismático con cuatro caras triangulares- el jugador levantaba las piedras o semillas que su rival depositaba alrededor de un círculo en el que ambos aportaban.

Un dado de piedra

En Neuquén, en la cueva Haichol, ubicada muy cerca del paso Pino Hachado, en la década del 70 el investigador Jorge Fernández encontró un dado de kechukawe fabricado en piedra que casi con certeza fue utilizado por los tehuelches, quienes previo a la colonización y a otros movimientos habrían habitado ese lugar.
"Primero se le dio a la piedra forma prismática, después sus cuatro caras se acanalaron levemente, y finalmente se pigmentaron con ocre rojo vivo; sólo después de la tinción superficial se practicaron los diez hoyuelos, de manera que el color blanco de la pumicita contrastara con el fondo rojo artificial", describe Fernández, el hombre que escribió la historia de la cueva que, de alguna manera, es la historia de los orígenes poblacionales de Neuquén.
Juegos relacionados con los dados fueron practicados por aborígenes del Chaco, del Perú y del Ecuador, advierte el investigador. En el museo de Berlín -por ejemplo- hay un dado arqueológico de madera que fue encontrado en Jujuy.
"En la isla de Chiloé (Chile), los chonos (grupo indígena del país trasandino) desde niños eran sumergidos por sus madres en el mar en busca de mariscos. Respiraban a través de tripas disecadas y unidas entre sí: Entonces ¿quién inventó el buceo?", interroga Ferrarese.
La especialista, entre otras muchas actividades, lleva adelante un estudio sobre el uso del tiempo libre en la prehistoria, algo que, obviamente, está íntimamente ligado a los juegos.
"El sólo hecho se salir a cazar implicaba un juego porque toda la actividad requería de una práctica previa. Desde chicos los indígenas se entrenaban en las artes de la caza como si se tratara de un juego", afirma la antropóloga Susana Rodríguez. "Sin querer ellos realizaban prácticas deportivas, jugaban; no estaban todo el tiempo contemplando las estrellas ni matando para comer", completa la investigadora.
Ferrarese va más allá y ubica a las momias de Llullaillaco como prueba irrefutable de los juegos que jugaban los primeros americanos (ver recuadro).
En ese tren, la mujer arrastra hacia ella elementos tan cercanos como el juego de la bolita. "Primero en vez de bolitas eran carozos, después eran bolitas cerámicas, luego de vidrio y por últimos de acero, es decir que el juego o el elemento del juego evolucionó a la par de la evolución del ser humano", razona la mujer que elogia la "motricidad fina" que requiere ese juego.
Hay cuestiones mucho más cercanas que dan satisfacciones a esta particular investigación. Desde hace unos años, Ferrarese trabaja con comunidades mapuches de la zona de Maquinchao. Allí, con entrevistas a los más ancianos, los propios pobladores orientados por Ferrarese han identificado un par de decenas de juegos que permanecían percudidos en la memoria de los abuelos. Hasta ese lugar viajará dentro de un tiempo: para devolver a ese pueblo algo que siempre le perteneció.

El juego que atrapó a los conquistadores

NEUQUEN (AN).- La payana es un juego que maravilló a los conquistadores llegados a los costas del océano Pacífico quienes los bautizaron como "el juego de las cinco piedritas". En los relatos del abate Molina -un eclesiástico español que detalló por escrito cómo era América- se explica:"Lo hacen tan rápido que describirlo no puedo. Las tiran y las recogen, ya de a una o de a dos". Los quechuas y aimaras de los Andes bolivianos afirman que los niños aprenden a contar con este juego. En ese país, el juego de la payana fue incluido dentro de los planes de estudio. La información sobre la payana fue publicada en un informe de Ferrarese -licenciada en Educación Física- que este diario publicó en 1991 bajo el título, "Antes de la llegada de Colón, ¿A qué jugábamos?
Ferrarese tiene una maestría en Ciencias de la Comunicación y lleva 15 años estudiando juegos prehistóricos en Chubut, Río Negro y en Chile bajo la órbita de la Universidad de la Frontera, de Temuco (Chile).

La mano de una momia inca

NEUQUEN (AN).- El gran desafío de Stella Ferrarese siempre fue demostrar que no todo vino a través del océano Atlántico. Y vaya que ha recogido pruebas a lo largo de su investigación. Algunas las encontró escavando en la memoria de un anciano mapuche (de104 años)que vivía junto al lago América, en El Chubut. Otras aparecen, de tanto en tanto, en distintos lugares del mundo.
En marzo de 1999, a 6.700 metros de altura, en la terraza misma del volcán Llullaillaco, el descubrimiento de la arqueóloga argentina Constanza Cerutti encendió una luz que iluminó a la profesora de educación física que nació en Córdoba pero que se siente neuquina.
Cerutti descubrió las momias de tres niños precolombinos. Una adolescente, un niño y una niña. Los chicos, para cumplir con el ritual denominado La Capacocha, fueron sacrificados: estrangulados, de un golpe en la cabeza o enterrados vivos. La otra posibilidad es que la muerte llegara por la propia altura.
A temperatura bajo cero, los chicos disecados aún conservan los gestos de dolor grabados en sus rostros.
Mucha tinta se ha usado para hablar del fantástico hallazgo de Llullaillaco, más allá de lo espeluznante que representa el sacrificio a nuestros ojos.
La investigadora puso su lupa en el pequeño, un chiquito del imperio de Cuzco, que en sus manos tenía una onda, un elemento que adquiere especial significación para su estudio.
¿Para qué otra cosa que para jugar podría un chico de ochos años tener una onda? -pregunta. No necesita que le respondan.

Rodolfo Chávez
rchavez@rionegro.com.ar

Foto 1: Stella Ferrarese, investigadora de la UNC, atrapada por el juego indígena.

Foto 2: En las manos de una de las momias incas de Llullaillaco se halló una honda.

   
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