Domingo 18 de noviembre de 2001

 

Otto, solitario, ingenuo y sentimental

 

Por Francisco N. Juárez

  En 58 años de vida en San Carlos de Bariloche, el bávaro Otto Meiling alcanzó sin darse cuenta la categoría de mito viviente hasta que lo alcanzó la muerte, el 11 de agosto de 1989. Mito porque había explorado y atravesado el Parque Nacional Nahuel Huapi en todas direcciones, trepado a todas sus montañas y navegado las aguas de río Manso hasta alcanzar el Pacífico en una insólita travesía. Intervino en la mayoría de los rescates en montaña de su tiempo y fue miembro fundador más activo y perdurable de la Comisión de Auxilio de su club. Festejó el 80º cumpleaños haciendo su 21ª. trepada a la cumbre Internacional de Tronador (con su amigo esloveno Dinko Bertonjelj y Johnny Puente). También por ese tiempo corrió su última carrera de esquí de larga distancia.

Tesonero poco triunfal

Pero no fue un estricto triunfador. Pionero del esquí lugareño, quedó desplazado por el encumbrado campeón europeo Hans Nöbl. Se había propuesto ser el primero en alcanzar la cumbre principal del Tronador y, a pesar que había estado a 70 metros de lograrlo en 1933, llegó Germán Clausen a la región y le arrebató tan preciado trofeo en escalada solitaria. Otto admiró tanto la proeza de Claussen que fue él mismo quien la repitió por segunda vez también en solitario el 6 de enero de 1937. Meiling es aún admirado por haber sido tercamente solitario o haber alistado a muchos chicos en la montaña, campamentos veraniegos y de natación en la estancia La Lonja. Cuando en aquél tórrido enero de 1930 se acomodó en la segunda clase del tren para llegar por primera vez a San Carlos de Bariloche, creyó se cumplirían sus mejores sueños: vivir en un bosque, casarse y tener muchos hijos junto al fuego hogareño. Se preparó en cuerpo y alma para un destino familiar, aunque el amor le fue esquivo en su juvenilla ni asomó en la coqueta Buenos Aires. Llegó a Bariloche a los 27 años con el cuerpo sano de un asceta, pero con exceso de esa autoexigencia que ahuyenta lo lúdico. En más de 6 años de trabajo en Buenos Aires había ahorrado unos cuantos pesos, pero buena parte lo invirtió en su bote desarmable antes de marchar en dirección contraria a la del progreso. Su dieta de entonces no incluía carne alguna; fuera de las verduras incorporaba leche en abundancia. Su físico le respondía con equilibrio de acróbata y solía "pararse" cabeza abajo con los pies en lo alto en en la cubierta del barco que lo trajo desde Alemania. Esa figura invertida se parecía a una proeza contra un horizonte hamacado por el océano. Mayor rigidez aún conseguía -con cierta vanidad- en un club de remo del Tigre o en recreos alemanes donde paseaba su vigor. Cuando trabajaba en la carpintería metálica del Banco de Boston de Diagonal Norte y Florida, desechaba comer en las cantinas (le bastaba un racimo de uvas y dos rodajas de pan integral).

Profesional en Austria

Volvió a la Capital Federal para imprimir la primera guía del Gran Lago y alrededores y en 1933 atravesó nuevamente el Atlántico para diplomarse "en Austria como esquiador en la escuela de los tres hermanos Schneider y también como guía de montaña".
"Pero fracasé en el amor" admitió en la charla desplegada en el invierno del 78. "La Primera Guerra y las dificultades que trajo, me impidieron casarme joven" se lamentó al recordar que hubiera sido feliz con larga prole, pero "en el club me ocupé de los grupos infantiles de montaña del Club Andino y fui jefe los de boys scout del pueblo". Finalmente admitió: "Me casé en 1943 con una chica que llegó de Buenos Aires a esquiar, pero no esquió más de una. Era un fracaso total: tampoco sabía cocinar. Me enamoré quizás porque me dijo que quería vivir en este lugar". Otto le buscó un terreno de 10 hectáreas al padre -que era un industrial pudiente- para establecer una casa veraniega en el Otto. "Ella volvió y tuvimos 3 años de peleas y nos casamos para tranquilizarnos, pero no nos tranquilizamos nada", concluyó. "Yo siempre viví aquí arriba y ella allá abajo", se alivió en la seguridad que eso había pasado mucho tiempo atrás.
Meiling demostró que era un sentimental acotado, pero resultó también un ingenuo porque creía que bastaba exhibir el buen comportamiento social para generarlo en los demás. Concretó el culto de la amistad con Germán Claussen que de Viedma llegó a Bariloche con el geólogo sueco Eric Ljunger. Claussen tenía una rara habilidad para desplazarse en las alturas, virtud que al parecer compartía con su hermano Otto Claussen, presidente del Club Alemán de Valparaíso, Chile.
"Aquí Claussen vivió enamorado de Luisa Capraro. Recorría la cordillera y sus travesías terminaban por Bahía López en el hotel de los Capraro que administraba Luisa", apuntó Meiling. También hicieron travesías juntos (Germán y Luisa) y alguna figura como relato en los anuarios del CAB. Pero "un buen día Claussen desapareció. Con el paso de los años me enteré que estaba en Tierra del Fuego y allá fui a saber de su vida. Estaba viejo, usaba sus antiguos tiradores y así apareció para la foto", demasiado posada pero histórica. "¿Por qué Claussen se largó solo a la conquista del Tronador? Bueno, cuando todavía la cumbre principal estaba virgen llegaron las expediciones italianas –una era la del Conde Bonacozza- y nos juntamos con Claussen. Dijimos que no debíamos dejarnos robar el Tronador. Uno de nosotros tenía que intentarlo ya, y yo no era el candidato por mi trabajo de Jefe de la Navegación. Recuerdo –apuntó Meiling- que uno de los italianos me dijo que carecíamos del coraje para escalar el Tronador". A lo que el bávaro replicó: "en ocho días voy a ir a rescatar sus cadáveres". El vaticinio se cumplió ya que dos de los peninsulares –Mateoda y Durando- sucumbieron en los hielos eternos. Meiling y Claussen, (que en su escalada alcanzó a media noche del 29 de enero de 1934 la cumbre, avistó la luz del campamento de altura de los italianos en los hielos de Casa Pangue), encabezaron la primera comisión de auxilio del CAB. Como se sabe, los cuerpos nunca fueron rescatados, aunque el nombre de uno de ellos (Mateoda) bautizó a la cumbre chilena del cerro. "Eran unos verdaderos inexpertos –acusó Meiling mientras en su casa de altura acariciaba a su único gato- y yo encontré desde un pañuelo hasta sus huellas que demuestran cómo se habían acercado a un abismo donde una ráfaga los debe haber lanzado en vertiginosa caída al ventisquero Casa Pangue". Y terminó sentenciando: "Estos son los castigos para esta clase de macanas".

Entrevistas de altura

La entrevista interminable con esa especie de ermitaño selló varios datos que pendían de encuentros anteriores, algunos en refugios de montaña y hasta en amaneceres luego de pernoctar en un glaciar cavado a la manera de un abrigado sarcófago blanco.
Meiling –casi siempre con un arrugado sombrero de lluvia- se maravillaba de la invención de la leche condensada y regulaba su inquebrantable salud con su dieta de zanahorias, chucrut crudo y pan de centeno. Cumplía anualmente con su rito de bañarse desnudo al aire libre bajo la primer nevada. Con ese método audaz proponía sostenerse alejado de gripes, y hasta el momento de la entrevista (en 1978, a sus 76 años) nunca había necesitado guardar cama, ni se recordaba enfermo. Imponía un régimen casi prusiano a los campamentos de chicos y dirigía los bailes tiroleses en cada aniversario del club. Su casa de casi toda la vida estaba en lo alto del cerro Otto, cerca de su refugio para esquiadores base de su escuela de esquí Tronador, cuando en los tiempos pioneros ese deporte se practicaba en ese cerro. Casi a diario, hasta sus últimos años hachó la leña para su salamandra y su cocina de hierro fundido. Vivió solitario casi toda la vida y bajaba a pié al pueblo a cargar su mochila con los sobrios alimentos. En el último encuentro pidió le acompañara hasta el cercano claro de bosque que eligió para marcar un breve terreno que eligió para el descanso final. Al visitarlo en el invierno siguiente, la nieve acariciaba la cruz como si intentara bañarlo.
fnjuarez@interlink.com.ar

Sociales de esta semana

• El 23 de noviembre de 1898, Iñazio Gingin, de 31 años, soltero y domiciliado en el lago Nahuel Huapi –hijo de Manuel Gingin y de Francisca Mariñeo, argentinos- declaró que el 20 a las 12 de la noche nació Dominga (medio siglo después – en 1948- se rectificó el apellido por Llanquín).
• El 24 de noviembre de 1899, Crescencio Montenegro denunció que el 21 a las 3 de la mañana murió de pulmonía, Juana, de poco más de un mes (hija de Margarita Cuenca de Montenegro que había muerto de sobreparto).
• La Prensa del 20 de noviembre de 1914 da cuenta de la gira del escritor Rowe. Se trataba Leo Stanton Rowe, sociólogo norteamericano (1871-1946) director general en WDC de la Unión Panamericana. Escribía por entonces "Problemas Americanos" que finalmente editó al año siguiente y, en 1921, "Los sistemas federales de la República Argentina".
• Con Rowe viajaba el gobernador neuquino Elordi e Isidoro Ruiz Moreno, quien aprovechó la gira para anunciar la inminente instalación de un Banco (se cumplió 8 años después) y un raid promocional para camiones.
• El 19 de diciembre de 1936 se incendió el Hotel Parque. El trágico suceso conmocionó al vecindario y murió un matrimonio turista (Edwin Teobald y señora) que había llegado pocos días antes en tren.
En esta semana de 1940 Reinaldo Knapp, transportista y cofundador británico del CAB, titular del hotel Mascardi, anunció que el avión de su propiedad hacía vuelos turísticos sobre los lagos los sábados de 15 a 20 y los domingos desde la mañana. También hubo festejo en la pensión Smitd por el cumpleaños de N. Leif Thostrup.

   
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